Orgullo afrocubano
CANDITA BATISTA (1916-2016) Cantante y vedette
Tenía sus buenas razones para sentir predilección por una canción como Angelitos negros, el popular bolero que Manuel Álvarez Rentería, Maciste, compuso a partir del poema de Andrés Eloy Blanco. Era lo que en Cuba llaman una negra prieta, es decir, una negra de piel muy negra. Por ello sufrió el racismo de sus compatriotas, algo que la llevó a abandonar la isla durante unos años.
Cándida Alicia Batista, más conocida como Candita Batista, era una cantante y vedette cubana que nació en Camagüey el 3 de octubre de 1916. Falleció el pasado 1 de abril en esta misma ciudad que la vio llegar al mundo, por lo que no pudo llegar a centenaria: le faltaron apenas unos meses.
Una vez concluidos sus estudios musicales, que llevó a cabo en el Centro Provincial de Música, su carrera artística dio comienzo en 1932, año en que debutó en la Sociedad Victoria de Camagüey acompañada de la Orquesta La Especial; de este modo se convirtió en la primera mujer que encabezaba un conjunto musical (masculino, claro).
Antes de que acabe la década, y ya en La Habana, se unirá a otra orquesta, la de Obdulio Morales, una formación que por aquel entonces interpretaba sonidos afrocubanos; muy probablemente influidos y atraídos por el eco que el inmenso éxito de Josephine Baker y su Revue Nègre habían obtenido con anterioridad en París. Precisamente en la capital francesa ambas mujeres llegarían a conocerse.
A comienzos de los cuarenta tuvo la oportunidad de salir de gira fuera de Cuba. El periplo la llevó a recorrer diversos países de Centroamérica, entre ellos México, donde volverá en 1960. A su regreso a la isla decidió aprender la lengua yoruba para así poder interpretar algunas canciones en este idioma de origen africano.
Su estancia en el país, sin embargo, se interrumpió en 1948 en una suerte de autoexilio que la trajo hasta Barcelona durante algo más de una década. Su nombre puede leerse en las páginas de espectáculos de los diarios españoles de mediados de los años cincuenta entre farsas de Manuel Ruiz Castillo con Amparo Soler y Adolfo Marsillach, comedias de Miguel Mihura o anuncios de galletas Chiquilín y masaje para después del afeitado Floïd. Un indicio de su buen hacer entre nosotros lo encontramos en una de sus inesperadas admiradoras: la gran Lola Flores, que por aquel entonces disfrutaba ya de una gran popularidad.
Efectivamente, al llegar el año 1959, y con él la revolución cubana de Fidel Castro, Candita Batista decide volver a su país ante la promesa de que el racismo dejaría de ser un impedimento para desarrollar una carrera y una vida normales. Antes de partir para La Habana disfrutó de una gira europea que llegó hasta el norte de África y en la que visitó, entre otros países, Francia (en París compartirá las tablas del Olympia –ahí es nada– con Maurice Chevalier y Charles Aznavour), Holanda e Italia (su actuación en Roma, aseguraba, contó con la presencia del rey Faruk de Egipto).
Durante unos años trabajó en el teatro Martí de La Habana, donde coincidió con otras figuras como la mulata Candita Quintana o Carles Pous, el popular actor que será recordado como estandarte del teatro bufo cubano.
En estos últimos años de vida reunió a un grupo de músicos (Mokekeré) con los que organizaba pequeñas actuaciones para deleite de sus vecinos camagüeyanos. La llamada “vedette negra de Cuba” no dejó de serlo ni un minuto durante todos estos años. La música y el baile fueron su vida. A ellos la consagró hasta el último instante.