Tasa turística y media cerveza
Desde el 2012, existe en Catalunya el impuesto sobre estancias en establecimientos turísticos (IEES), conocido como tasa turística, que grava las pernoctaciones y reporta unos ingresos algo superiores a los 40 millones de euros, una cifra estancada y a distancia de los 80100 millones anuales estimados inicialmente. La totalidad del ingreso revierte a la industria turística en un sistema de reparto entre la Generalitat y los ayuntamientos de los municipios en que se genera el ingreso. Últimamente, la tasa ha estado de actualidad porque el secretario de Hacienda de la Generalitat ha apuntado que podría subir en BCN World y que el aumento de la recaudación iría a parar a la zona. ¿Tiene sentido? A criterio mío, no. Soy de la opinión de que el impuesto debería crecer en todas partes, porque es necesario y porque se puede. Sirve para financiar las políticas turísticas de la Generalitat y los ayuntamientos. Sin el impuesto, en época de severos recortes, el sector lo hubiera pasado mal. Y tan cierto es que una industria tan importante requiere más recursos si se quiere orientar a la calidad y la sostenibilidad como que no tiene que representar un sobrecoste para los que ya pagamos impuestos.
Tomemos la perspectiva del turista. Si repartimos los 43 millones de euros recaudados en el 2015 entre los visitantes extranjeros –los que más pernoctan en establecimientos– da una media de 2,24 euros por turista en su visita a Catalunya, o un 0,25% del gasto declarado por persona; si la repartimos por las pernoctaciones turísticas (incluidas las de campings y turismo rural, etcétera), da 0,63 euros por persona y noche, una cifra moderada.
Tres años después de su introducción, quizás ya toca entrar en la fase de consolidación del impuesto y de obtener por esta vía más recursos para el sector. Hay argumentos para hacerlo: 1) después de la implantación del impuesto,
Tres años después de introducir el impuesto, toca consolidarlo para tratar de lograr por esta vía más recursos para el turismo
los turistas no han disminuido (han aumentado un 24%), con lo que no parece que haya tenido ninguna incidencia en el flujo; 2) el turista está satisfecho, como muestran las encuestas, y eso debe querer decir que obtiene más valor que el precio que paga; 3) suponiendo que tenga alguna incidencia, las tasas de la mayoría de destinos competidores (principalmente, ciudades) son bastante más altas; 4) hay turistas que, estando obligados, no pagan y aquí hay recorrido (particularmente importante es el agujero negro de los apartamentos); 5) el esfuerzo para el turista de un aumento de las actuales tarifas sería bajo: según mis cálculos, doblarlo representaría, de media, el equivalente al coste de media cerveza en los países de origen de nuestros visitantes, y 6) si un turista no está dispuesto a pagar impuestos y tasas del nivel en que nos situaríamos, tendríamos que pensar si a nosotros nos interesa que venga.
Otro tema es cómo habría que reestructurar el impuesto actual –por establecimiento, por territorios, cuál tiene que ser la implicación de los municipios...–, pero eso podemos hablarlo si es que se decide dar un paso adelante para aumentarlo de manera general, más allá del BCN World, como creo que haría falta.