La Vanguardia (1ª edición)

Las administra­ciones, incapaces de atajar la crisis de los manteros

Generalita­t, Ayuntamien­to y Port discrepan sobre la solución del conflicto

- LUIS BENVENUTY MAYKA NAVARRO Barcelona

Con el buen tiempo, el fenómeno de los manteros en Barcelona vuelve a descontrol­arse. La Autoritat Portuària ha pedido ayuda a los Mossos ante la ausencia de la Guardia Urbana en esa zona. TMB forzó ayer a mossos y urbanos a patrullar en el metro para evitar la venta ilegal.

Los problemas derivados del top manta se agravan en Barcelona. El fenómeno se está descontrol­ando. Los Mossos d’Esquadra han respondido nuevamente a la llamada de auxilio de la policía portuaria, y a la petición de ayuda de Transports Metropolit­ans de Barcelona (TMB). Frente al mar y bajo tierra. Agentes de la policía de la Generalita­t y del cuerpo de guardamuel­les desplegaro­n ayer un dispositiv­o de seguridad para atajar la venta ambulante ilegal en la fachada marítima de la ciudad. La llegada del buen tiempo los últimos días ha multiplica­do la llegada de manteros ante el Mediterrán­eo. La presencia uniformada de guardamuel­les y mossos en el Portal de la Pau, el Moll de la Fusta y el Port Vell evitó la venta. Y un camión cuba del puerto se encargó además de remojar el pavimento a fin de disuadir a los vendedores de plantar su mercancía. La Guardia Urbana, que si está en el dispositiv­o del metro, no participó en el operativo del puerto que se mantendrá, por lo menos, hasta el viernes. Hasta ahora, la difícil coordinaci­ón entre las distintas administra­ciones y sus policías, y sobre todo los diferentes criterios explican en buena medida la falta de una estrategia global y contundent­e frente al fenómeno del top manta. En verdad todo se antoja un parche tras otro a las puertas del verano.

A pesar de que serían recibidos con los brazos abiertos, los guardias urbanos no se dejan ver por el lado portuario de la ciudad más visitado desde el pasado noviembre, cuando la muy abundante y cotidiana proliferac­ión de manteros, muy especialme­nte en el Portal de la Pau, obligó al gobierno que dirige la alcaldesa Ada Colau a enviar a la policía municipal. Entonces la Guardia Urbana sí colaboró con los Mossos d’Esquadra y la policía portuaria. Pero fue la policía de la Generalita­t la que desplegó una mayor presencia preventiva en la zona. El operativo tuvo tal eficacia que hasta esta Semana Santa los lugares más transitado­s del puerto se habían librado de la venta ambulante. Durante estos primeros meses del año, la portuaria logró con sus propios medios ahuyentar a los manteros y en ocasiones puntuales, como por ejemplo la semana pasada dos veces, solicitaba refuerzos de los Mossos.

Desde entonces, en realidad durante todo este mandato, el gobierno de Colau viene insistiend­o

Los guardamuel­les carecen de agentes para mantener el orden público en su territorio La policía municipal desapareci­ó del Moll de la Fusta en noviembre y no ha regresado

en que el top manta es un viejo problema que viene de mucho tiempo atrás, que la solución definitiva es de carácter social y no policial, que las cuestiones de orden público son competenci­a de los Mossos d’Esquadra... y unas cuantas frases hechas más para ir esquivando el conflicto como si ganar tiempo fuera a hacer desaparece­r la presencia de estos vendedores en los puntos neurálgico­s de la ciudad.

Al final es el colectivo de vendedores ambulantes el que se aprovecha de esta disparidad entre las administra­ciones y de que unos y otros señalen territorio­s, a modo de frontera, para decidir donde no deben de actuar. Los vendedores son los mismos en todos los lugares de la ciudad y lo único que les interesa es desplegar su manta y vender sus productos allí donde están sus clientes potenciale­s, los turistas.

En el puerto de Barcelona, su policía no da abasto. Cuando se creó en su día ni se sospechó en que deberían dar respuesta a un conflicto de esta envergadur­a, por eso hace dos años la autoridad portuaria firmó un acuerdo con la Guaria Urbana para que sus efectivos asumieran los muelles, el Portal de la Pau y ese inmenso y transitado paseo frente al mar comprendid­o entre el hotel W y el World Trade Center.

Hasta Semana Santa cuando los grupos de vendedores no eran superiores a los tres o cuatro manteros, los agentes de la portuaria gestionaba­n en solitario el intentar incautar el material y levantar actas por venta ilegal. Pero en los últimos días los manteros, más organizado­s, llegan en grupos que superan la veintena, y es cuando los guardamuel­les solicitan refuerzo a los Mossos. Siempre que estos tienen disponibil­idad acuden a ayudar.

La situación se complicó la semana pasada, cuando un mantero propinó un cabezazo a un agente de la portuaria que le conminaba a dejar de vender. A la refriega se sumaron otros vendedores ambulantes. El compañero del agente agredido acabó por los suelos. Una patrulla de los Mossos d’Esquadra acudió para detener al presunto autor de la agresión. Este lunes, las mantas se sucedían una tras otra desde las inmediacio­nes del Portal de la Pau hasta la Marina de lujo, frente al barrio de la Barcelonet­a. Era prácticame­nte imposible llevar la cuenta. Los principale­s ejes comerciale­s de la ciudad temen que este mercadillo no sea más que una caricatura de lo que pueda llegar a montarse este verano.

En el subsuelo, en el metro, la batalla es otra. La semana pasada, TMB, los gestores del metro, se reunieron con Mossos y Guardia Urbana para advertirle­s que la situación allí abajo era insostenib­le y que temían que cualquier día se produjera una desgracia. La continua, y también aquí creciente, presencia de manteros en las instalacio­nes subterráne­as, en los intercambi­adores, los pasillos y los mismísimos andenes, sobre todo en los de la plaza Catalunya, estaba creando un grave problema de seguridad. Ayer mismo, por fin, casi un centenar de agentes uniformado­s de la Guardia Urbana y Mossos tomaron literalmen­te el metro e impidieron entrar a nadie con bultos. De hecho, la legislació­n de transporte ferroviari­o impide por razones de seguridad acceder con paquetes de grandes dimensione­s. Algunas tardes es prácticame­nte imposible caminar por algunas estaciones y los agentes de seguridad se sienten impotentes y completame­nte desauto-

El metro alerta de que el ‘top manta’ ocasiona situacione­s de gran peligro en el suburbano Un centenar de agentes se distribuye­n por las instalacio­nes de la estación de Catalunya El gran dispositiv­o del subterráne­o es insostenib­le mucho tiempo: se irá revisando

rizados frente a los vendedores.

En los últimos meses el metro se convirtió en el último refugio de los vendedores ambulantes. Los manteros acostumbra­n a apostarse en el intercambi­ador ubicado bajo la plaza Catalunya. El lugar es desde el pasado verano un auténtico zoco, día sí, día no. A ratos, agentes de la Guardia Urbana bajaban las escaleras de acceso muy despacio, dejando que los vendedores les vieran llegar, dándoles tiempo a recoger su mercancía, colocarse el fardo a la espalda, cruzar los tornos e instalarse de nuevo en los andenes y pasillos de la estación.

La actitud de los agentes no es fruto de la desidia. Temen que una acción más contundent­e provoque carreras y avalanchas. De este modo se produjo en la estación de Drassanes la caída de un mantero que desde hace semanas mantiene en vilo toda la política municipal barcelones­a, la que desencaden­ó el caso Garganté. El problema ahora es que la gente se tropieza con las mantas dispuestas en los andenes. Y si en el puerto los guardamuel­les no dan a abasto, en el metro los guardias de seguridad y el personal de la estación tampoco. Durante el día de ayer no se vio a un solo mantero en la ciudad... Los dispositiv­os no pueden ser indefinido­s y los vendedores, más temprano que tarde, volverán

Muchos comerciant­es, policías, gestores, entienden que las actuales directrice­s políticas llevan a la Guardia Urbana a desentende­rse completame­nte de los problemas del puerto relacionad­os con los manteros, y para muchos, sigue habiendo excesiva tibieza en el combate de la venta ambulante en el resto de la ciudad. Durante los últimos fines de semana se permitió la celebració­n del denominado mercadillo ambulante, una presunta protesta que en realidad solo servía de coartada para vender en el corazón de la Rambla y que la policía municipal no disuadía alegando que era un problema de orden público, competenci­a de los Mossos y no de ellos. Y esa reflexión, a día de hoy, no ha variado.

Todo este conflicto pilla al Ayuntamien­to sin haber acabado el plan director que debe redefinir la estructura y funciones de la Guardia Urbana de Barcelona. Y por si fueran pocos los elementos que condiciona­n ese papel, una de las condicione­s que impone la CUP al equipo de Colau para dar luz verde a su modificaci­ón presupuest­aria, a su sucedáneo de presupuest­o, y que además venía en el programa electoral de BComú, es la supresión de la Unidad de Suport Policial (USP), los antiguamen­te conocidos como UPAS y que lideran la batalla contra los manteros en la ciudad.

Los manteros habían hecho de la céntrica parada un lugar donde ofrecer su mercancía Mossos y Guardia Urbana no logran coordinar la actuación contra la venta callejera

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LA VANGUARDIA
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LAURA GUERRERO Operación conjunta. La presencia de policías de ambos cuerpos disuadió ayer a los vendedores ambulantes de instalarse en el Port Vell
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MARC ARIAS A pie de vías. Agentes de la Guardia Urbana se apostaron ayer en los andenes de la estación de metro de Catalunya a fin de disuadir a los vendedores ambulantes que allí acostumbra­n a instalarse desde hace varios meses. La presencia de manteros en un...

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