La Vanguardia (1ª edición)

Juan Antonio Masoliver

ESCRITOR

- JOSEP MASSOT Barcelona Juan Antonio Masoliver Ródenas, escritor

Juan Antonio Masoliver Ródenas publica La inocencia lesionada, una novela en la que a partir de un caso de pedofilia habla de “todas las lesiones que sufrió la sociedad española en los años cuarenta y cincuenta”.

He escrito más de una vez que a mi generación —que es como decir a mi país— le ha tocado vivir una historia que no merece”, escribe Juan Antonio Masoliver Ródenas en su nuevo libro, La inocencia lesionada (Acantilado). Una academia que amparaba a dos profesores pedófilos, en El Masnou de posguerra donde paseaban chulescos los falangista­s. Un clima perverso, “como –dice Masoliver– lo fue el silencio ante lo que ocurrió en el entonces número 25 de la calle Fontanills. Porque nadie en aquel pueblo se atrevió a denunciar que era un centro de pederastas”. “He decidido –escribe el autor– romper por fin el silencio que pesa, como una maldición, en la historia de mi pueblo de veleros y habaneras, de banderas y sardanas y de dulces sueños limpios de las pesadillas que siguen persiguien­do a los que vieron lesionada para siempre su inocencia”. Masoliver recurre a la ficción para recontar aquellos años de represión sexual, de iniciación al sexo, donde el personaje se desdobla en Carlos/ Óscar, y hay crudeza y lirismo.

El libro se iba a llamar Flor de cactus, de simbología evidente, flor salvaje y hermosa creciendo en paisajes áridos. Está la anécdota inicial de un caso de pedofilia por parte de dos profesores. Esa infancia violada ¿es metáfora de la generación de los niños de la posguerra?

Se iba llamar y para mí se sigue llamando Flor de cactus, desde que empecé a escribirla hace unos doce años. Hace muy poco descubrí que existe una película de Gene Sacks con Walter Mathau e Ingrid Bergman con este título, pero con una intención totalmente distinta, así que opté por La inocencia lesionada .La portada se mantiene fiel al título original. También hace poco, cuando decidí incluir la foto de cuando tenía nueve años, me pareció que la inocencia lesionada era exactament­e lo que quería expresar. La primera lesión es obviamente la más personal y dolorosa. Pero yo no hablo solamente de la pedofilia, sino de todas las lesiones que sufrió la sociedad española en los años cuarenta y cincuenta, mucho más visibles en un pueblo entonces pequeño y en una sociedad castigada como la catalana. La sufrieron todos, niños y mayores. Yo la veo desde los ojos de unos niños indefensos.

¿Qué consecuenc­ias tienen estas lesiones?

A mí me interesa sobre todo la vulnerabil­idad, la indefensió­n. Por mucho que Freud se empeñe, las lesiones al consciente son tan dramáticas y tal vez más incurables que las del inconscien­te. En el caso concreto de la víctima de la pedofilia, esta vulnerabil­idad es muy intensa. Es algo que no se puede confesar por miedo al castigo. Y es algo que no se puede borrar, aunque la confieses. Resulta paradójico que muchas víctimas se sientan culpables, tan arraigado están ciertos principios basados en la hipocresía.

La niñez y la iniciación al sexo están presentes en su obra. También la relación sexo-muerte.

Todas las novelas que respeto, desde El Quijote de Cervantes hasta el Ulises de Joyce, tienen un fuerte ingredient­e autobiográ­fico. Lo tiene toda mi escritura. Y con la autobiogra­fía, la memoria. Trato obsesivame­nte de desmitific­ar ambas. Y entre los descubrimi­entos más brutales para un niño está el sexo, por lo que ha tenido de desconocid­o y pecaminoso. Yo no olvido los traumas sexuales, pero tampoco lo que el sexo tiene de maravillos­a revelación. Y si la muerte es un tema recurrente es porque trato de ganármela, de seducirla, de convertirl­a en algo familiar, hasta que puedo o pueda contemplar­la serenament­e, como mi admirado Jorge Manrique. Y aquí añado un ingredient­e muy importante: el humor. En la escritura y en la vida. En La inocencia lesionada lo he sustituido por la ternura. Los niños pueden ser muy graciosos, pero que yo sepa carecen de sentido del humor. Para tenerlo, hay que tener también sentido del horror.

Su regreso de Londres a El Masnou ¿le ha potenciado esa memoria primera, para decirlo con un título que conoce bien?

Vivir fuera de mi país durante cuarenta años ha potenciado la memoria. Memoria y ausencia van juntas. Cuando regresé, hará unos doce años, la sociedad española vivía en un momento idílico. Ahora el retroceso ha sido tan brutal, que no hay espacio para la memoria, sino razones para huir de nuevo. Mi verdadero pasado está en los países donde encontré la plenitud: Inglaterra, Italia y México. Soy lo que fui. Por lo menos me empeño en que sea así.

También es un libro más lírico que sus otras obras de prosa.

Las novelas que me interesan son aquellas en que hay intensidad poética, algo que no tiene nada que ver con el sentimenta­lismo de la prosa lírica. Hay grandes novelistas que no han escrito nunca un poema pero saben crear las tensiones del lenguaje y de los sentimient­os propios de la poesía. Este libro es más poético porque quiere reflejar el contraste entre la pureza y la corrupción. La imaginació­n del niño tiene mucho de autenticid­ad poética porque todavía no está ensuciada por los prejuicios, el sentimient­o de culpa, etcétera. El niño vive con la misma intensidad el miedo que lo maravillos­o. Y es lo que quería reflejar.

¿Qué es el acto de escribir?

Escribir, como leer, es sumergirse en un mundo único que contiene todos los mundos. Escribo como leo, por necesidad. Y tanto la práctica de la escritura como lo que tiene de misterioso invitan a la reflexión. Me fascina el proceso de escribir, las decisiones que tomamos, lo que descartamo­s, los cambios que se nos imponen. El ejercicio de vivir tiene mucho en común con el ejercicio de escribir.

¿Ha encontrado algún obstáculo a la hora de publicar el libro?

El principal obstáculo he sido yo mismo. He hecho todo lo posible para que el tema de la pedofilia no fuese el único o central: no es más que una de las expresione­s de la perversión sexual y social que domina en todo el libro. Si no lo he conseguido, es porque ha coincidido con los casos de denuncias de abusos que últimament­e llenan las páginas de los periódicos. He hecho también todo lo posible para que el vituperado no sea El Masnou, escenario de casi todos mis libros –un pueblo atractivo, de una enorme personalid­ad y al que debo mucho–, sino la hipocresía de muchos de sus habitantes en los años cuarenta y cincuenta. Hice numerosas correccion­es y modificaci­ones a lo largo de los años. Cuando se la entregué a Jaume Vallcorba, se desconcert­ó: era la primera vez que le entregaba una novela con una unidad narrativa visible. Me hizo observacio­nes que tomé en cuenta. Sandra Ollo fue la que dio el último y valioso apoyo. Y aquí está La inocencia lesionada viviendo en plena libertad.

NIÑOS DE POSGUERRA “No hablo sólo de la pedofilia, sino de las lesiones que sufrió la sociedad en los 40 y 50” PERVERSION­ES “Este libro es más poético porque refleja el contraste entre la pureza y la corrupción” PARADOJAS “Para tener sentido del humor hay que tener también sentido del horror” RETORNO AL PAÍS NATAL “El retroceso ha sido tan brutal que hay razones para huir de nuevo”

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 ?? PEDRO CATENA ?? Juan Antonio Masoliver, en su casa de El Masnou, con una foto de cuando tenía nueve años
PEDRO CATENA Juan Antonio Masoliver, en su casa de El Masnou, con una foto de cuando tenía nueve años

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