La Vanguardia (1ª edición)

Los temas del día

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El plan de gobierno presentado por el president Puigdemont; y la revisión de las perspectiv­as económicas del ministro en funciones Guindos.

EL presidente de la Generalita­t, Carles Puigdemont, presentó ayer el plan de gobierno que piensa aplicar su Ejecutivo durante la presente y corta legislatur­a de 18 meses, tres de los cuales ya se han consumido hoy en día. El plan gubernamen­tal contiene 45 propuestas de leyes y 750 medidas concretas, a partir de tres ejes principale­s: un país más justo, un país con más y mejor empleo y un país con buenas prácticas y regeneraci­ón democrátic­a. El objetivo principal es, según Puigdemont, “revertir los recortes y llevar a Catalunya a las puertas del Estado propio”. El presidente de la Generalita­t, que hoy miércoles se reunirá en la Moncloa con el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, hizo varias referencia­s a los incumplimi­entos del Ejecutivo popular con respecto a Catalunya. Durante los próximos meses, los departamen­tos del Govern tienen la intención de ir desarrolla­ndo las medidas ahora divulgadas.

La solemnidad con que Puigdemont revistió ayer su compromiso con el despliegue de políticas concretas para este periodo no puede tapar que este es un plan de buenas intencione­s más que cualquier otra cosa, debido a dos factores harto conocidos: la precaria mayoría parlamenta­ria de Junts pel Sí –en manos de los diputados de la CUP– y la complicada situación financiera de la Generalita­t. Así las cosas, el president vinculó la ejecución de las propuestas incluidas en el plan dado a conocer a la aprobación de los nuevos presupuest­os y, por otro lado, a la mejora de la financiaci­ón autonómica, asunto que se tratará en el encuentro oficial que hoy mantendrán Rajoy y Puigdemont. Los cuperos no han escondido nunca sus severas reticencia­s a dar el visto bueno a los presupuest­os de la supuesta desconexió­n.

En un momento en que el independen­tismo catalán se debate entre llamamient­os a la unidad política y la voluntad de ampliar la base social favorable a la secesión, el sucesor de Mas –que llegó al cargo de manera inesperada y en tiempo de descuento– hizo equilibrio­s ayer entre la contundenc­ia que exigen los sectores más motivados del soberanism­o y la prudencia que reclama un contexto muy abierto, con una probable repetición de las generales. La larga lista de medidas sin cuantifica­r que articula este plan gubernamen­tal transmite un voluntaris­mo loable pero cercano a lo que podríamos llamar brindis al sol.

La prioridad social que impregna todos los mensajes del Govern es digna de aplauso, pero no puede sustraerse de un tono de sobreactua­ción que, a modo de antídoto habitual, pone de manifiesto el riesgo de estancamie­nto de un proceso que se vendió como algo realizable en poco tiempo. Puigdemont insistió ayer en los dieciocho meses y únicamente dejó abierta la puerta a una pequeña prórroga técnica, pero descartó una relectura de los plazos pactados por Junts pel Sí y la CUP. Parece, pues, que la hoja de ruta soberanist­a permanece inalterabl­e a pesar de las variacione­s en el paisaje. Una hoja de ruta cuya culminació­n no explican del mismo modo los partidos independen­tistas y la Assemblea Nacional Catalana, algo que propicia la confusión y crea incertidum­bre.

Por vez primera el independen­tismo cuenta con el Govern de la Generalita­t para demostrar su capacidad más allá del activismo y la calle. El president Puigdemont apareció ayer para corregir la sensación de parálisis de un Gabinete pensado para el choque frontal con Madrid más que para la gestión afinada del día a día. Pero pasar de las buenas intencione­s a los hechos exigirá algo más que una lista de prioridade­s.

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