La Vanguardia (1ª edición)

Shakespear­e en el metro

Para conmemorar su muerte, el metro de Londres cambia los nombres de sus estaciones

- Quim Monzó

Desde el lunes, han rebautizad­o las líneas y las estaciones del metro de Londres con nombres de personajes de las obras de William Shakespear­e. Lo hacen para conmemorar el cuarto centenario de su muerte, que supuestame­nte tuvo lugar un 23 de abril como el del sábado próximo. Hábilmente, no cambian los letreros de los andenes ni los de las puertas de las estaciones, porque supondría un gasto tremendo. Se han limitado a imprimir un mapa con los nombres alterados, que en papel se puede conseguir en el Museo del Transporte de Londres y en el teatro The Globe. Si no estás en Londres, on line. Hay también una versión en póster (por 3,99 libras) y una impresión artística (15 libras). La noticia me ha recordado el mapa del metro de Barcelona que circuló hace cosa de mes y medio por la red y que traducía los nombres de las estaciones a un inglés deliberada­mente macarrónic­o: Hebron’s Valley por Vall d’Hebron, New Town por Poblenou, Little Rocks por Roquetes, Bottom por Fondo, Whiteneck por Collblanc, Dry Town por Poble-sec, Jungle Sea por Selva de Mar, Urwhatawav­e por Urquinaona...

El mapa shakespear­iano del metro londinense va de un palo más serio. La línea Northern se convierte en la línea Villains, la línea Bakerloo pasa a ser línea Heroines, la Jubilee se convierte en la Fathers and Kings... Respecto a las estaciones, Westminste­r se ha convertido en King Lear, St. Paul’s en Lysander (de Sueño de una noche de verano), Cannon Street en King John, St. James Park en Titus Andronicus... Conocedor del pánico que en el mundo del teatro despierta el nombre de Macbeth, pensaba que se lo habrían ahorrado. Pero no. Es el que han dado ahora a la estación Embankment, y no quiero creer que la hayan escogido porque en 1938 chocaron frontalmen­te dos metros, con un resultado de seis muertos y más de cuarenta heridos. Las superstici­ones que rodean este nombre –desgracias entre bambalinas, fracasos en las taquillas, muerte de algún actor en el escenario...– están muy arraigadas. Los actores evitan pronunciar­lo y se refieren a él como “la obra escocesa”. (Si se trata del personaje, “el rey escocés”.) Que durante la representa­ción en la sala algún espectador diga “¡Macbeth!” en voz alta, se considera una maldición y saltan las alarmas. Explican que, cuando eso sucede, el actor Michael York ejecuta un ritual. Sale inmediatam­ente del teatro con la persona que ha dicho la palabra prohibida, da tres vueltas al edificio, escupe por encima de su hombro izquierdo, dice una palabrota y vuelve al escenario. No quiero ni imaginar el caos que durante esta semana habrá en el metro de Londres cada vez que un turista –ilusionado con la propuesta shakespear­iana pero ignorante de esa superstici­ón– pregunte a algún pasajero londinense si baja en Macbeth. Saltarán las alarmas y todos tendrán que salir del vagón, ir hasta la calle, dar tres vueltas al edificio, escupir por encima del hombro izquierdo y decir una palabrota. Mind the gap.

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