La Vanguardia (1ª edición)

La diferencia no es el punto

- Juan Antonio Casanova

Ni va a bajar el Espanyol (eso hace tiempo que lo sabemos, por aquella buena racha que tuvo el equipo antes de la última recaída y sobre todo porque hay varios otros empeñados en despeñarse) ni será el punto de ayer el que garantice su salvación. Pero la diferencia entre este partido y el anterior va mucho más allá de la que hay entre perder y empatar.

La enorme diferencia está entre el exceso de confianza, por no llamarle incomprens­ible apatía, que facilitó la remontada del colista, servida por errores infantiles en jugadas de estrategia, y el ímpetu que exhibió ayer el Espanyol para cambiar el signo negativo que parecía inevitable en un partido en que su rival es mejor, jugaba mejor y marcó primero. Es decir, que todo estaba en contra. Pero fue precisamen­te entonces, tras encajar el gol, cuando los de Galca ofrecieron sus mejores minutos, por fin con la agresivida­d imprescind­ible para poder contrarres­tar con sus recuperaci­ones de balón el fútbol mucho más técnico, pero con poco remate, del Celta. Una agresivida­d que mantuviero­n en el segundo tiempo, aunque fuera en detrimento creciente de la precisión conforme se acercaba un final que fue un toma y daca.

Cuando entró Caicedo (no acabo de entender esa lesión que le permite jugar un rato) por Abraham el Espanyol corrió grave peligro de quedar partido en dos. Y así fue a menudo, pero sin mayores consecuenc­ias gracias al tremendo trabajo de Diop y Víctor Sánchez. El empate no sólo es justo, sino positivo ante un rival de más categoría futbolísti­ca. La que echamos de menos, por ejemplo, en Abraham (7) y Rubén Duarte (64) en dos ocasiones muy favorables. Pero es lo que hay.

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