La Vanguardia (1ª edición)

Los temas del día

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Las dificultad­es de Mario Draghi para impulsar la economía europea mediante las limitadas medidas adoptadas por el BCE; y la continuida­d del penal de Guantánamo como símbolo de la imposibili­dad del presidente Obama de dar cumplimien­to a todas sus promesas.

MARIO Draghi pide tiempo, para que la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) pueda dar el máximo resultado, y también pide ayuda para que no le dejen solo ante la tarea de reactivar la economía. Tiene razón cuando afirma, como hizo ayer, que la política monetaria ha sido la única acción que ha apoyado el crecimient­o en la eurozonadu­rantelosúl­timoscuatr­oaños.Poresorecl­ama nuevamente, pero con voz más alta y clara, una mayor iniciativa de los gobiernos con medidas fiscales adecuadas, que incluyan rebajas de impuestos y mayor inversión pública, así como las reformas estructura­les que incremente­n la competitiv­idad y contribuya­n a reducir el déficit por cuenta corriente.

El crecimient­o de la eurozona es muy débil, apenas del orden del 1,5%, el desempleo todavía es muy elevado, superior al 10%, pero se halla en la tasa más baja de los últimos años y la inflación, cercana a cero, está a años luz del objetivo establecid­o del 2% a causa, fundamenta­lmente, de la caída de los precios del petróleo. No es ciertament­e un balance muy exitoso después del enorme esfuerzo monetario desplegado.

Hay que preguntars­e, sin embargo, cómo estaría hoy la zona euro si no fuera por la política monetaria expansiva en apoyo de la deuda pública europea y de estímulo de la economía que lleva a cabo el BCE. Probableme­nte estaría sufriendo todavía una dura recesión, con mucho más desempleo, una inflación mucho más negativa, y con el euro en el centro de profundas turbulenci­as financiera­s. Es pertinente esta reflexión, que también hace Draghi, tras los duros ataques que en los últimos meses arrecian desde Alemania contra la actual política monetaria por considerar­la demasiado laxa y, además, negativa para los ahorradore­s y para la banca por el tipo de interés cero que ha instaurado, además del riesgo de burbujas inmobiliar­ias.

Alemania, desde hace tiempo, se ha convertido en un problema para el BCE y para la propia eurozona. No sólo se opone a la política monetaria expansiva de dicha institució­n, sino que también rechaza liderar una política fiscal activa para impulsar un mayor crecimient­o económico del conjunto de países de la eurozona. Pero sólo con un mayor crecimient­o se podrá limitar la expansión monetaria y subir los tipos de interés, como quiere Alemania, y no al revés, tal como dijo Draghi en respuesta a las críticas de Berlín. La gran y difícil tarea de la eurozona, por tanto, es desbloquea­r los obstáculos internos que frenan su crecimient­o.

El enfrentami­ento de Draghi con Alemania ha subido de tono. Nunca el banquero central se había referido directamen­te a este país en sus ruedas de prensa oficiales como hizo ayer, al afirmar que “el mandato de la institució­n es buscar la estabilida­d de precios para toda la zona euro, no sólo para Alemania” y que “nosotros obedecemos a la ley, no a los políticos, porque somos independie­ntes”. Pero fue mucho más lejos al advertir a Alemania que sus críticas y sus ataques minan la credibilid­ad de la institució­n y que la respuesta será una política todavía más expansiva en la medida que se dificultan sus objetivos. Una amenaza, en suma, a todos sus detractore­s germanos.

Este clima de tensión en el seno de la zona euro no es bueno, pero Draghi está convencido de que las medidas del BCE funcionan, aunque con lentitud. En este sentido se mostró dispuesto, pese a Alemania, a seguir utilizando todos los medios necesarios y mantener los tipos de interés cero durante el tiempo que haga falta hasta que se reactive la economía y la inflación suba hasta cerca del 2%.

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