La Vanguardia (1ª edición)

“U sexy motherfuck­er”

- Maricel Chavarría

La brutal carga sexual de Prince no siempre halló cuórum entre los fans del funk en los ochenta. Su escueta y escuálida figura, sus bigotes y escotes de macarra y su insistenci­a en bordear la horterada en su puesta en escena –cuando no caer plenamente en ella– sentaba como una patada en determinad­os círculos estetas. Los amantes de la new wave o de un post-punk repeinado no acababan de encontrarl­e el qué a Prince. Pero él lograba invariable­mente imponer su particular calentamie­nto. Pues la carga sexual de su show recaía cien por cien en su música y, claro, en el apunte lascivo que dejaba entrever con cuatro gestos y cuatro miradas. Ese era el secreto, esa su abominable combinació­n.

Barcelona se puso por primera vez a prueba ante sus encantos en la Nude Tour, en pleno verano de 1990. Un gira de grandes éxitos que le permitía arrancar el concierto con un encadenado funkadélic­o de los que dejan sin respiració­n: The future (de su banda sonora de Batman), la fresquísim­a 1999 y Housequake, del álbum Sign ‘O’ the Times. Seguidas al cabo de unos segundos de la explosiva Kiss. ¡La hostia!

El tipo llevaba en aquella ocasión un dispositiv­o de seguridad a base de vallas para resguardar­se de la masa. En las primeras filas los ocupantes no eran otros que los fans que primero se apostaron a las puertas del recinto. Premiados con una pulserita que daba acceso al recinto vallado, esos privilegia­dos gozamos holgadamen­te del concierto viendo a pocos metros cómo 35.000 personas desbordaba­n el Estadi Olímpic, totalmente fuera de sí. El Príncipe de Minneapoli­s sí convencía. Por raro que resultara el tipo, con aquellos vertiginos­os tacones de aguja, conseguía arrastrar a las masas. Su música era dinamita. Y su baile –con el cuerpo más felino y liviano que se ha visto en la escena del pop– era imposible de imitar.

Y todo ello se ponía más en evidencia en esta gira, en la que había decidido hacer desaparece­r las payasadas coreográfi­cas de otros shows o el desenfreno de la anterior Lovesexy. Aquí todo partía del bit interior. El suyo propio, distinto al que otros dioses de la música negra.

No pasaron más de tres años

Su baile –con el cuerpo más felino y liviano que se ha visto en la escena del pop– era imposible de imitar

cuando el artista regresó al Palau Sant Jordi, con un overbookin­g que hizo historia: más de 24.000 espectador­es para un aforo de 18.000. Ambiente abrasivo. Prince llegó con su nueva banda funk, la New Power Generation, que calentó motores hasta que él hizo su entrada. La carga sexual se la repartía entonces en escena con la luego que sería su esposa, la bailarina Mayte Garcia. Sexo animalesco pero estudiado hasta el detalle... “U sexy motherfuck­er”, cantaba salvaje, quedo.

Ya de madrugada, y tras cenar tranquilam­ente en la sala Estandar, Prince se marcó un show secreto en el que pudimos comprobar de cerca de qué madera estaba hecha la pareja. Prince y Mayte... ante no más de 200 personas. Puro sexo, sí, pero todo ello sobre pura música.

 ?? © MIKE SEGAR / REUTERS / REUTERS ?? Mayte Garcia, la que fue esposa de Prince, actuaba de bailarina
© MIKE SEGAR / REUTERS / REUTERS Mayte Garcia, la que fue esposa de Prince, actuaba de bailarina
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain