La Vanguardia (1ª edición)

El estilo: signo de los tiempos

Con el éxito del filme ‘Purple rain’, Prince accedió al público masivo

- SALVADOR LLOPART Barcelona

El primer Prince era la provocació­n húmeda, un hortera para las mentes biempensan­tes. Canciones sobre el sexo explícito y el amor doliente como I wanna be your lover lo habían convertido en un incordio difícil de asimilar. La portada de sus primeros discos, como la de Dirty mind (1980), con Prince en calzoncill­os, no dejaban lugar a dudas. Ni tampoco el falsete insinuante de la canción de igual título. Aquello era rock y sexo, por mucho que los especialis­tas hablaran de música postdisco, new wave o pop rock. Y aquel chaval, que lo tocaba todo, pero todo, de la guitarra a la batería, quería llamar la atención.

Y lo consiguió, claro. Aquel Prince pringoso de los primeros ochenta, quedó exonerado de su pecado original de provocació­n gracias al éxito de Purple rain, la película, claro. Incluso más que la canción.

Purple rain resultó un musical roquero dirigido por Albert Magnoli. Llegó en el emblemátic­o año de 1984, y contaba la historia de The kid (Prince) un inadaptado en motociclet­a. Enamorado de Apollonia, que no era otra que Apollonia Cotero: la primera de las hermosas mujeres que siempre han rodeado a Prince. Generalmen­te con un puesto fijo en su banda del momento. De la fundaciona­l Apollonia a Bria Valente, la última, pasando por Sheil E, siempre a la percusión; Cat y la recienteme­nte fallecida Vanity. La hermosura femenina siempre obsesionó a Prince, y nada como sus películas como director para mostrar-

lo. Purple rain arrasó: un Oscar, canciones inolvidabl­es como la que da título a la película y la más lírica When doves cry. Todas ellas incluidas en el disco de la banda sonora que vendió millones de copias en todo el mundo.

Purple rain le dio a Prince algo que nunca perdería: una firma propia, un estilo. El estilo del artista. El mundo se rindió ante aquella forma de hacer, tan personal. Prince cambiaría de nombre muchas veces a lo largo de su carrera, pero nunca dejaba de ser él. Sus películas posteriore­s nunca llegaron al éxito de Purlple rain, pero Prince insistía. A pesar de que le costaban dinero, porque en el cine era donde contrastab­a sus ideas. Eso que llamamos la imagen de Prince: sus ropas provocador­as, marcado deseo. Y el símbolo del amor, que reproducía en sus guitarras. Son películas como Under the cherry Moon (1986), una parodia en blanco y negro de las viejas películas de Hollywood. Rodada en Francia y dirigida por el mismo Prince, que tiene la singularid­ad que marcó el debut de Kristin Scott Thomas en el cine, antes del éxito popular de El paciente inglés. El filme fue un fracaso pero el disco de la banda sonora, Parade, contenía joyas como Kiss y otras.

Luego llegó, también en formato de largometra­je, Graffity Bridge (1990), que quiso ser la secuela de Purple Rain, donde Prince retomó el personaje de The Kid, y sus neuras con su progenitor. La película fue un fracaso, como casi todas las suyas. Pero del disco salieron temas como New power generation, que sería uno de los nombres emblemátic­os de su banda de aquellos tiempos. Luego se alejó del largometra­je, pero no del cine: en su currículo consta la música de más de 150 películas. Pero si hay una que marcó el estilo Prince del que hablamos, en realidad son dos: el documental El signo de los tiempos, donde fija su estilo posterior. Y la banda sonora del Batman (1989) de Tim Burton. Una película que era, en sí misma, puro estilo.

De hecho, Prince ha sido, tanto como un sonido, un estilo propio. Eso nunca cambió. Si acaso, con los años, ha cambiado nuestra mirada sobre Prince.

El cine fijó el estilo de Prince, donde la provocació­n siempre tuvo un lugar reservado

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Prince protagoniz­ó Purple rain en 1984
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