Ser estrella mata
La prematura desaparición de Prince no es excepcional: las estadísticas muestran que la fama pasa factura a los iconos musicales
Prince ha fallecido a los 57 años, así que no forma parte precisamente del nefasto club de los 27 al que debido a sus muertes extremadamente prematuras pertenecen Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain o, mucho más recientemente, Amy Winehouse. Pero desde luego Prince desde ayer pertenece al grupo de estrellas del firmamento musical que lo han atravesado dejando una estela intensa e iluminadora y que se han ido antes de lo que les tocaba según lo que dictan las frías estadísticas occidentales de esperanza de vida del común de los mortales. Causando un enorme estupor.
Claro que, según esas mismas estadísticas, la desaparición de Prince quizá no resulta tan sorprendente. Tras prolijos análisis de más de un millar de músicos famosos, los estudios De Elvis a Eminem: cuantificando el precio de la fama a través de la mortalidad prematura (2007) y Morir para ser famoso (2012), encabezados por el profesor Mark A. Bellis, del Centro de Salud Pública de la John Moores University de Liverpool, determinaban que, efectivamente, los iconos del universo del pop y el rock mueren antes que el resto de la población.
En los cinco primeros años tras alcanzar la fama la mortalidad se triplica respecto a la del resto de la población. Y si se tiene en cuenta la primera década tras lograr la popularidad, los fallecimientos son aún dos veces y media mayores. A eso se le añade que en las carreras en solitario y en los que han llegado a la fama antes de los años 80 la tendencia a morir antes es aún mayor. Por último, si entre los músicos europeos todas esas tendencias van a la baja con la edad, y 25 años después de alcanzar la cima se acercan a la misma esperanza de vida que el resto de la gente, no sucede así con las estrellas del pop y el rock estadounidense, que siguen teniendo perspectivas peores que sus contemporáneos. Vamos, que Prince, que se convirtió ya en gran esperanza a finales de los setenta, era norteamericano y no hacía carrera en grupo no tenía las mejores perspectivas estadísticas.
Muchos de los factores explicativos del mayor número de muertes que da el estudio no son desconocidos: alcohol, consumo de drogas y problemas relacionados con ellos, aunque el segundo informe sorprendía concluyendo que la mitad de los muertos por abusos de drogas y alcohol habían sufrido problemas en la infancia, desde abuso sexual a padres alcohólicos.
Desde luego, lista de fallecidos prematuros en el mundo de la música
Los cinco primeros años tras lograr la fama en el pop y el rock suponen mortalidades tres veces superiores a la media
para el análisis no les faltaba. Ni de causas más o menos bizarras. Otis Redding a los 26 y Buddy Holly a los 22 se fueron por accidentes aéreos. Nino Bravo murió a los 28 en accidente de coche, como Cecilia, que tenía 27. John Lennon murió a los 40 a tiros. Kurt Cobain a los 27 propinándose el tiro él. Freddie Mercury a los 44 como una de las primeras víctimas famosas del sida. Bob Marley de un melanoma maligno a los 36. Billie Holiday, alcohólica y heroinómana, falleció a los 44 de cirrosis hepática.
Sid Vicious, el que más rápido hizo buena la frase de vive rápido y deja un bonito cadáver, murió a los 21 por sobredosis de heroína. El rey del rock, Elvis Presley, fue encontrado inconsciente en su baño a los 42 años debido a la combinación de numerosas medicinas. Y los calmantes también se llevaron a Michael Jackson a los 50 años. A Jim Morrison se lo llevó una sobredosis a los 27, y también a Jimi Hendrix y a Janis Joplin a la misma edad. A Antonio Flores se lo llevó a los 33 una sobredosis de barbitúricos y alcohol. La mezcla de medicamentos y cocaína mató a Whitney Houston a los 48. Y Amy Winehouse tenía en su sangre cinco veces el alcohol legalmente permitido cuando murió a los 27 años. Claro que Mozart ya murió a los 35 años. Y su muerte, por cierto, ya creó una ola de entusiasmo por su obra.