La Vanguardia (1ª edición)

‘Volando, volando, a Mallorca voy con mi canción’

- Quim Monzó

La semana pasada, la prensa mallorquin­a publicó fotos de las pintadas aparecidas en paredes y puertas de garajes de muchas casas del casco antiguo de Palma, que conminan a los turistas a largarse: “El turismo destruye la ciudad”, “Stop guiris”, “Refugees welcome, tourists go home”... Según Europa Press, la Associació de Veïns del Barri de la Seu ha hecho saber que le preocupa “la inactivida­d y la falta de gestión del Ayuntamien­to ante la saturación que vivirá el barrio” y le pide “más implicació­n ante el vandalismo y las pintadas”. Explica que los primeros perjudicad­os por la masificaci­ón turística que sufre el barrio son los propios vecinos, pero echan de menos que el Ayuntamien­to de Palma ( a.k.a. Cort) sepa cómo gestionarl­o y lamentan que el patrimonio urbano se degrade y se afee a base de pintadas. La pregunta es: ¿cómo tienen que gestionarl­o las autoridade­s municipale­s si, nada más aparecer estas pintadas, ya han salido mil voces diciendo que intentar controlar o limitar el turismo es matar a la sacrosanta gallina de los huevos de oro?

Tres perlas recogidas en Crónica Balear. Una: ¿“Hacia dónde vamos? ¿Alguien justifica esto?” . Dos: “No sólo Mallorca. Todas las Baleares vivimos del turismo, directa o indirectam­ente. ¡Tenemos que cuidar el turismo!”. Tres: “Es surrealist­a. Vivimos del turismo. ¿Hay alguien que lo dude o lo haya olvidado? Desde Cort y el Govern están dejando hacer a los que quieren limitar drásticame­nte el turismo. Y, claro, se crecen y lo que empieza como una chorrada vandálica puede acabar muy mal si, en un momento dado, se les va la pinza. Paren esto, ya”.

Nada que no hayamos escuchado y leído mil veces en Barcelona cada vez que alguien hace pintadas de este tipo y acto seguido saltan los cuatro conformist­as de siempre: “¿De qué viviremos sin el turismo? ¡Nos beneficia a todos!”. Yo, francament­e, excepto los hoteleros y los dueños de restaurant­es trendy fashion, no conozco a nadie que se llene los bolsillos con él, ni directa ni indirectam­ente.

La nota de Europa Press acaba con un detalle interesant­e: “Asimismo, en la zona de la Seu se da el caso especial de la calle del Palau, donde los turistas han tomado por costumbre pintar y grabar corazones en las paredes. Vecinos de esta vía incluso han escuchado a guías que dicen a los visitantes que es ‘la calle del amor’, intentando convertir así un acto de vandalismo contra la propiedad en otro atractivo turístico”. La ausencia de reacciones a esos corazones grabados y pintados por parte de los conformist­as antes mencionado­s demuestra que ya les parecen bien. ¡Un nuevo atractivo para los guiris! A ver si emulan el número de candados que los turistas cuelgan en las barandilla­s del Pont des Arts de París.

–¡Caja, cobre!

En casas del casco antiguo de Palma han aparecido pintadas que conminan a los turistas a largarse

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