UN SANT JORDI DE LIBRO
Las calles tardaron en llenarse, pero la fiesta demostró que puede con el fin de semana
En la Torre del Moro son las del alba y aún hace falta el frontal para no espigar a oscuras entre las brumas del Montseny la aquilina (falguera); y la ravenissa (ruca) y despistar después a navaja un haz de trigo aún verde del sembrado cercano.
Adriana y Jordi –felicidades– han cogido la furgoneta en Cardedeu a las 3 de la madrugada para estar a las 6 en la paradeta cedida por una amiga frente al Palau Robert. Han pagado 150 rosas rojas a un mayorista del Maresme, pero lo demás hoy es gratis: no hay tasas ni inspecciones ni preguntas de la Guardia Urbana y todo será ganan- cia. Con una hoja de palma, detalles decorativos de tono rústico (“son de mi suegra, que vale mucho”, admite Jordi ante su señora) un cordel e inspiración ikebana, ya han vendido la primera rosa a cinco euros a las 9 de la mañana. A esa hora salgo a la calle, pero con medio Sant Jordi celebrado.
Y es que esta es una fiesta respe-
table sin alcohol y con compromiso, a la que los catalanes hemos animado a expandirse por el calendario. Ahora se anticipa casi desde la pascua y quien más y quien menos ya
llevade libros tres y o otros cuatro tantos presentacionesdías mandando y recibiendo flores digitales.
Es, además, un Sant Jordi bisiesto, al que temíamos capaz de haberse ido de weekend el viernes y de dejarnos tirados en la ciudad con los amigos fuera y la flor en la mano. Para empezar, se permitió en su día un horario de señorito. A las 10 de la mañana aún no se había despertado y, al ver que el paseo de Gràcia medio vacío tampoco, los floristas de Cardedeu le dan la vuelta al letrero del precio de las rosas y donde dijo 5 euros ahora dice 4.
Nos preparamos para lo peor y echamos de menos los Sant Jordi que se cuelan en los días laborables para sacarte del trabajo y hacerte descubrir que fuera hay vida y la-
mentar que las chaquetas de los chicos este año son más cortas que las faldas de las chicas.
Al lado de las floristas, tiene también puesto gratuito un librero amigo, que me deja jugar a vendedor. Mi primer cliente es un señor que mira primero demasiado de lejos y después demasiado de cerca una portada cuyo único, pero poderoso atractivo son las infinitas piernas de Cameron Díaz, que vende fitness en portada. Le pregunto si le gusta el deporte justo cuando un cincuentón ...¡ Haciendo fo oting!dobl ala es-
Esta es una fiesta respetable sin alcohol y con compromiso que ya no dura sólo un día
quina del paseo. “Antes a los 50 era la rubia y el descapotable –musita yéndose sin preguntar ni el precio– y ahora es hacer cinco maratones”.
No les vendo un sólo ejemplar, pero, cuando los de al lado intentan ocuparnos espacio, me indigno y hago piña con los de mi paradeta. Y es que de pronto, hay codazos entre los transeúntes. ¡Sant Jordi despierta! ¡Ha vencido al dragón perezoso del weekend! ¡Y tiene poder! Esto se llena.
Los de las rosas no dan abasto. Y tampoco las próstatas, porque al mediodía ya tenemos claro que el autor más buscado aquí es el señor
De pronto a la una hay codazos en la calle: ¡Sant Jordi ha vencido al ‘weekend’! En todos los paseos del centro ya no se anda; se camina en gozosa procesión El cartel del precio tiene un 5 por un lado y un 4 por el otro y le van dando vueltas
Roca. Y se forman largas colas para firmar disimuladamente con él en las escaleras del Palau Robert.
A la una, en todas los paseos del centro de Barcelona ya no se camina, se marcha en gozosa procesión y las conversaciones se tocan.
Algunos empiezan a acordarse de la alcaldesa –va en el cargo–y de que no hayan cerrado ya el paseo de Gràcia que no dan abasto ante tanto transeúnte. Lo cerrarán unas horas más tarde para evitar aumentar las aglomeraciones al igual que la parada de metro de Liceu.
Entonces aparece la primera cola contra la pared del paseo y esta vez
no es de lavabo: la mayoría son adolescentes que llevan los libros como las carpetas en el instituto: pegados al pecho. Esperan pacientemente a que llegue la bloguera que escribe libro.
En otra cola, hay padres proactivos que le piden a uno de los amos del YouTube que insulte a su chaval, como hace con tanta gracia en los vídeos que miran divertidos en familia. Y el monstruo no insulta, pero les trolea: “¿Qué pasa chavales? ¿A tope? ¿Todo en su sitio? ¿Todo correcto? Y yo que me alegro.”
Más allá los floristas más aguerridos se lanzan a por la venta entre las masas. Te asaltan con sus rosas chicas y chicas disfrazadas de dragones, de enfermeras solidarias, de mosqueteras y de tercero de veterinaria con perritos de peluche. Y se asaltan entre risas dos rubios, de vacaciones tal vez, cada uno con una rosa en la boca.
A las 14.30 horas, los floristas de Cardedeu han liquidado eufóricos sus 150 rosas y se despiden hasta el año que viene –me rebajan, encantadores, cincuenta céntimos en la última– y lamentan no haber comprado 300. Vendemos otro libro de recetas. Hemos triunfado sobre el fin de semana.