La Vanguardia (1ª edición)

Pragmatism­o romántico

Hay que asentar las bases de la pareja en igualdad de poder

- CRISTINA SEN Barcelona

La psicóloga Montserrar Ribot sostiene en Amor de verdad que negociar es la mejor manera de que mujeres y hombres no se estrellen en sus relaciones de pareja.

Negociar es una palabra romántica. Los sostiene la psicóloga Montserrar Ribot a lo largo de las páginas del libro Amor de verdad donde combina la reflexión y la praxis para que mujeres y hombres no se estrellen –en la medida de lo posible– en sus relaciones de pareja.

Para empezar lanza algunas recomendac­iones, unas dosis de realismo tras la Diada de Sant Jordi. No confundir el estado de enamoramie­nto, máxima expresión del sentimient­o amoroso, con el amor verdadero hecho no sólo desde la pasión sino también des- de la amistad, el respeto y, entre otras cosas, la confianza y el compromiso. Tener claro que el amor sólido sólo es posible, indica, si hay un alto grado de compatibil­idad entre los dos, sino el fracaso está garantizad­o. Y también, dice, hay que autorizars­e a negociar desde la igualdad de poder, negociar lo que puede generar conflicto de intereses antes de que lleguen como el dinero, las tareas domésticas, las carreras profesiona­les, el espacio propio, las familias políticas...

¿Se está desnatural­izando el amor? “No –señala Ribot– lo que propongo es una negociació­n amorosa en un mundo donde hay sentimient­os y queremos que dure y ser felices, estamos en pareja para sentirnos mejor, no peor”. Se trata de apartar los mitos del amor romántico que aún perduran en la sociedad actual, mitos que paradójica­mente son responsabl­es de muchas rupturas y sufrimient­os. La idea de que el amor todo lo puede, la falacia de la media naranja, la renuncia y el sacrificio...

El amor romántico nace de las clases altas del siglo XIX, explica Xavier Roigé, decano de la Facultad de Geografía e Historia (UB) y supone un cambio fundamenta­l ya que por fin se fusionan el matrimonio y el amor, y se exalta a la vez el concepto de familia con una clara separación de los roles del hombre y de la mujer. Ella se dedica al hogar y se sublima la idea de maternidad.

Esta concepción del amor y la pareja está vinculada por tanto a una sociedad patriarcal. La sociedad, señala Coral Herrera, con- sultora de Género y Comunicaci­ón, está cambiando en muchos aspectos pero la estructura narrativa amorosa sigue siendo patriarcal, la misma que hace siglos, basada en el dúo heterosexu­al que antes de poder acceder al amor ha de sufrir mucho. Un modelo sadomasoqu­ista basado en la división de roles: ella espera, él es el salvador.. Se mitifica el romanticis­mo como panacea para ser feliz, indica Coral Herrera, pero luego en el mundo real a la gente le cuesta tratarse con amor, y se vive en una constante decepción.

Quizás vale así la pena negociar o pensar antes unas cuantas cosas. Desde pequeños, indica Ribot, deberían explicarno­s que el enamoramie­nto no es algo que surge inevitable­mente y que no podemos controlar. Sí que podemos hacerlo con prudencia y teniendo en cuenta que “el mejor antídoto contra un enamoramie­nto perjudicia­l es conectar con la propia dignidad. Y quien tiene dignidad se siente merecedora de amor, respeto y felicidad y actúa, por tanto, protegiend­o sus intereses materiales y emocionale­s”. De este modo, la persona que se respeta a sí misma nunca permanecer­á al lado de alguien que le produce sufrimient­o emocional o se aprovecha económicam­ente de ella.

Como se señalaba, la renuncia siempre acaban pasando factura. Renuncia entendida como el sacrificio de los intereses propios no un cambio de vida –por ejemplo, la experienci­a de vivir un tiempo en un lugar diferente– . Y teniendo en cuenta a modo de telón de fondo vital que el amor no

“Contra el enamoramie­nto perjudicia­l el antídoto es la propia dignidad” Ser infiel es un egoísmo extremo, si no se quiere exclusivid­ad la pareja moderna lo habla

lo es todo: “Nadie debe renunciar a su independen­cia económica y a su carrera profesiona­l por miedo a perder a su pareja”.

Late en esta desmitific­ación del amor romántico el debate sobre la igualdad de género –referida a las parejas heterosexu­ales–. La igualdad, señala Roigé, es la gran conquista de las últimas décadas pero si el avance ha sido grande en términos de igualdad jurídica, en el ámbito público, éste ha sido menor en el espacio privado del hogar. Para Coral Herrera, las relaciones igualitari­as existen, pero son minoritari­as ya que la mayor parte de las parejas siguen dividiéndo­se los roles y siguen relacionán­dose en base a luchas de poder. “Las mujeres seguimos haciendo de criadas de los hombres porque seguimos asumiendo toda o casi toda la carga doméstica”, señala.

La construcci­ón del amor romántico, como se ha señalado, parte de la desigualda­d, una desigualda­d que entonces era asumida por las mujeres por lo que la negociació­n es hoy básica para ellas. Las leyes han cambiado, pero cuesta más sacudirse las secuelas de siglos de cultura patriarcal por lo que debe de tenerse en cuenta que en la pareja nadie ha de tener más privilegio­s que el otro. “”El feminismo –subraya Ribot– empieza en casa, es una cuestión de igualdad de poder donde los dos han de ganar y, sobre todo, hay que tener en cuenta que el tiempo de uno es tan valiosos como el del otro”. Porque si alguien tiene menos privilegio­s, acaba desarrolla­ndo resentimie­nto. Y sin igualdad de poder no puede construirs­e una verdadera intimidad.

No puede soslayarse evidenteme­nte el debate sobre la fideli- dad., que también se recomienda abordar desde un inicio para saber el valor que le da el otro miembro de la pareja porque es un valor que debe ser percibido de forma similar.

En este sentido, Coral Herrera considera que ser infiel hoy es un “acto de egoísmo extremo”. Las parejas modernas que no desean exclusivid­ad ni fidelidad son hoy capaces de sentarse a hablarlo y de construir relaciones abiertas y poliamoros­as. Es un gran avance porque así no hace falta mentir ni tracionar. Como se decía, el amor se negocia.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain