CATACUMBAS BRITÁNICAS
Londres tiene 40 estaciones fantasma de metro que llevan casi un siglo abandonadas, y han sido refugios nucleares, el búnker de Churchill y centros secretos de operaciones del MI6
El metro de Londres tiene 40 paradas fantasma.
Los fantasmas no existen, pero en el metro de Londres, haberlos, los hay. Desde el de Winston Churchill hasta los de víctimas de la peste bubónica, del blitz alemán en la segunda guerra mundial y de actores del West End asesinados. Faltan pruebas, claro, pero es lo que afirman pasajeros, trabajadores del London Underground y conductores de trenes, algunos tan convencidos (y aterrorizados) de las fantasmagóricas presencias que han pedido el traslado a otras líneas u otras estaciones.
En el metro más antiguo del mundo, inaugurado en 1863, con 400 kilómetros de vías y 1.300 millones de pasajeros al año, hay de todo. También 40 estaciones abandonadas, algunas virtualmente inaccesibles y otras que se usan para películas (como las de James Bond), series de televisión y anuncios publicitarios. La mitad, aunque en desuso, conservan sus nombres originales (Blake Hall, North Weald, King William Street, Mark Road, City Road, Ongar, Osterley Park, St. Mary’s, Marlborough Road...), la otra mitad han sido “absorbidas” por otras cercanas que las sustituyeron por razones urbanísticas, técnicas o de trazado, y cuyos nombres han adoptado (como las de Swiss Cottage y Saint John’s Wood en la Jubilee Line).
Paseando por el elegante barrio londinense de Mayfair, entre el hotel Ritz y el Shepherd’s Market, un observador certero puede adivinar en Down Street, en la planta baja de edificios de oficinas o apartamentos, lo que parecería la típica entrada de una estación de metro, con su arco y sus baldosas de color borgoña, sólo que cerrada a cal y canto, como una reliquia del pasado. Estuvo operativa, sin embargo, entre marzo 1907 –cuando se abrió como parte de la red del Great Northern Piccadilly and Brompton Railway– y mayo de 1932 –cuando se cerró porque era poco utilizada y no resultaba rentable, prefiriendo los pasajeros las más populares de Green Park y Hyde Park Corner–.
Tras su clausura, y en vísperas de la guerra, fue reconvertida en un refugio para el Comité Ejecutivo de los Ferrocarriles ( Railway Executive Committee), es decir, para que los jefazos del metro y los trenes pudieran seguir trabajando mientras caían las bombas de la Luftwaffe, y de paso albergar también a sus familias. Pero sus oficinas, dormitorios, cuartos de baño con ducha de agua caliente, pasadizos y escaleras secretas, y hasta un ascensor con capacidad para sólo dos personas, le gustaron tanto a Winston Churchill que se convirtió en su principal inquilino hasta que estuvieron listas las Oficinas del Gabinete de Guerra, en Whitehall, cerca de donde hoy están Downing Street y el Foreign Office (Ministerio de Asuntos Exteriores). El legendario primer ministro llamaba al complejo The Barn (el granero), y allí pintaba, se fumaba sus buenos puros habanos, escribía sus libros y degustaba champán y cognac franceses mientras en la superficie caían los obuses. Abajo no se oía nada, la tranquilidad era absoluta.
Transport for London (TFL), la autoridad encargada de gestionar el metro, va a abrirla de manera intermitente entre el próximo agosto y marzo del 2017, como una de las atracciones más originales de la capital. Acaban de ponerse a la venta 17.000 entradas que no son baratas (75 libras, algo más de 90 euros), pero quienes hagan la inversión recibirán una visita guiada cuyos detalles todavía están por concretar, pero que seguramente irá acompañada de una narración con la voz de algún actor conocido.
Y además de penetrar en las entrañas del mítico tube, pasear por andenes abandonados desde hace noventa años y admirar pósters publicitarios descoloridos de los años treinta que permanecen tal y como estaban al clausurarse Down Street, siempre hay la posibilidad, por remota que sea, de tropezarse con el fantasma de Churchill en persona, que algunos aseguran haber visto, con sombrero y todo.
La presencia de espectros en estaciones del Underground, lo mismo en uso que en desuso, es una de las grandes leyendas urbanas de Londres, y se cuentan por miles los casos de individuos convencidos de haber visto fantasmas o escuchado sus gritos. Quienes creen en estas cosas atribuyen el fenómeno a que Liverpool Street, Aldgate y Bank se construyeron encima de lo que ha-
bían sido fosas comunes para las víctimas de la peste bubónica, la tuberculosis y otras plagas. A que en Bethnal Green (hoy una de las zonas emergentes de la capital) murieron durante la segunda guerra mundial 173 personas cuando alguien decidió poner a prueba las si- renas, la gente que estaba en el búnker creyó que de verdad había un bombardeo alemán, y se produjo una estampida (el incidente fue ocultado por las autoridades para evitar la desmoralización de los londinenses, y la verdad no se supo hasta el final de la conflagración). O a que en Kings Cross hubo en 1987 un terrible incendio que causó 31 muertos y un centenar de heridos, y sería el motivo de fenómenos paranormales, como la presencia de una mujer que camina gritando por los pasillos con los brazos abiertos, pero se desvanece cuando alguien se aproxima para ofrecerle ayuda.
La estación de Farringdon tiene un fantasma que se supone que es el de Anne Naylor, una huérfana del siglo XVIII a quien mató su jefe cuando sólo tenía 12 años. Y el de Covent Garden –un hombre alto con sombrero, abrigo y guantes– sería el del actor William Ferris, asesinado en 1897 en el Strand, y que era cliente habitual de una panadería que había en lo que ahora son los andenes. Decenas de personas –incluidos conductores del metro– aseguran haber visto en Elephant and Castle a una mujer que entra en los vagones pero nunca sale de ellos. Y en Highgate hay quienes oyen desde hace décadas el sonido de trenes por unas vías abandonadas desde finales de los años cuarenta.
En Aldgate, en la City, hay la leyenda del ángel viejo, desde que un mecánico pisó sin querer una vía electrificada recibiendo una descarga de veinte mil voltios, pero salió ileso porque habría recibido la ayuda de la figura luminosa de una anciana a la que se vio arrodillada a su lado y mesándole el cabello. Y no muy lejos, en Bank, la de la monja
negra, que todavía se pasea, susurra, abre y cierra puertas, mientras espera el regreso de un hermano que fue ejecutado en el siglo XIX. Más surrealista todavía es la historia de una estación que se llamaba British Museum, abandonada desde los años treinta, y que según la leyenda está comunicada por un túnel secreto con la famosa Sala Egipcia del museo. Gracias a ello el fantasma del dios Amun-Ra saldría de vez en cuando a tomar el aire por sus pasadizos, y tal vez fumarse un pitillo o dos.
Además de Down Street, y dentro de un programa llamado Londres
oculto (Hidden London), se van a abrir al público del 4 de Agosto al 11 de Septiembre, del 24 de Noviembre al 18 de Diciembre, y del 11 de Enero al 5 de Marzo, los “túneles perdidos” de la estación de Euston (un laberinto de pasadizos que llevan medio siglo cerrados), el edificio art deco del número 55 de Broadway Street (construido en 1929 y considerado el primer rascacielos de la ciudad, donde el Underground tenía sus oficinas), y el búnker de Clapham Junction South, que tras el abandono de la parada de metro de ese nombre fue utilizado para acoger provisionalmente a miles de inmigrantes jamaicanos en 1948.
El esqueleto de la estación en desuso de Aldwych, en el Strand, también se atisba desde la calle y los equipos de cine han penetrado en sus tripas para rodar escenas de películas, lo mismo que las de Charing Cross (que aparece en Skyfall, de James Bond), Crystal Palace (aclamada en su día como la octava maravilla del mundo), York Road y South Kentish Town. Periódicamente grupos empresariales juguetean con la idea de reconvertir algunas de ellas en complejos lúdicos de tiendas, restaurantes y discotecas, sin que por ahora hayan cuajado, por una combinación de problemas económicos y de seguridad.
Numerosos túneles y andenes han sido bloqueados con barreras de ladrillo o cemento, pero ello no impide que haya gente que se dedique a explorar las estaciones fantasma a modo de hobby, ya sea al amparo de la noche o intentando pasar desapercibidos en pleno día. Como por ejemplo el arqueólogo norteamericano Bradley Garrett, que cuenta sus peripecias en el libro
Londres subterráneo. En una de sus incursiones, abriendo una puerta misteriosa que decía No aparcar,
acceso 24 horas, se metió en las profundidades de la estación de Chancery Lane, bajó una escalera de caracol de treinta metros, y descubrió un refugio nuclear con capacidad para ocho mil personas y un centro de operaciones del MI6, con una centralita telefónica utilizada por los servicios de inteligencia británicos durante la guerra fría para escuchar las conversaciones entre Eisenhower y Khruschev. Secretos.
DOW NST RE ET La estación de la línea Piccadilly fue el búnker de Churchill durante el ‘blitz’ alemán
EL LONDRES SECRETO Estaciones y edificios abandonados se van a abrir al público entre agosto y marzo del 2017