¿Una heredera para María Teresa?
Por primera vez una mujer aspira a la presidencia en Austria, donde se enfrenta al candidato de la extrema derecha
Una cortina de humo mediática desfigura actualmente en Austria los auténticos problemas políticos con que se enfrenta el país, como es el control de las fronteras nacionales ante una nueva ola de inmigrantes.
La cortina humo se ha hecho más densa a medida que se acercaban las elecciones presidenciales, que se celebran hoy. Debido a que para este año no había ninguna elección política ni a nivel federal ni regional, el eco en los medios para la elección de un cargo que es sobre todo protocolario ha sido intenso. No obstante, también hay motivos para ello: nunca se habían presentado tantos candidatos, la extrema derecha llegan con fuerza y es la primera vez que hay una mujer, que además tiene claras opciones.
Según los sondeos, los candidatos de la actual coalición gubernamental (socialistas y populares) están en la cola de preferencias. En cabeza (con un 26 %) está Alexander Van der Bellen, el simpático jubilado de 72 años, exjefe de los verdes, que se ha presentado como independiente. Es un hombre de la izquierda de talante conciliador. Le siguen la jueza Irmgard Griss (ex presidente del Tribunal Supremo, 69 años) y Norbert Hofer, del Partido Nacional Liberal, de extrema derecha (21% y 22%).
Si nadie consigue la mayoría absoluta, los dos candidatos más votados tendrán que someterse a una segunda vuelta, seguramente el 22 de mayo. Si sale el nacionalista Hofer en segundo lugar, lo más probable es que en la votación de desempate él no consiga tantos votos como Van der Bellen. Sin embargo, si sale la independiente Griss, podría muy bien suceder que los austriacos tuvieran la primera jefe de estado femenina, desde la emperatriz María Teresa.
La función política del presidente austriaco es representativa y su instrumental político es muy limitado. Canales de televisión han organizado entrevistas que en realidad eran como un test para que demostraran si son aptos o no para asumir el cargo, por ejemplo, cómo hablan en inglés, si saben contar chistes, si identifican unos acordes de música y cosas por el estilo.
El presidente saliente, el socialista Heinz Fischer (78 años), ha cubierto sin problemas dos períodos de seis años. La principal tarea presidencial es la de nombrar canciller (jefe de gobierno) y de aceptar su juramento y el de sus ministros. Teóricamente puede disolver el Parlamento, pero sólo a propuesta del canciller.
Después de las elecciones parlamentarias el presidente tiene que encargar a un candidato la formación de un gobierno. Luego no le queda más remedio que aceptar el juramento del gabinete que disponga de la mayoría de escaños en el Nationalrat (la Cámara Baja). De hecho es una especie de notario de la nación.
Sólo un presidente se atrevió a romper el molde. Thomas Klestil (un exembajador y político conservador) intentó, después de las elecciones parlamentarias de 1999, que los partidos tradicionales formaran una “gran coalición”. La dirigiría un canciller socialista, que habían sido los ganadores, con apoyo de los populares. Y eso, a pesar de que el segundo partido en el número votos había sido el nacionalista Partido Nacional Liberal y no el Partido Popular (aunque con una diferencia de únicamente 415 votos en un electorado de 5.800.000 votantes).
Pero el jefe del Partido Popular, Wolfgang Schüssel, ignoró a los socialistas y apostó por formar una coalición con el nacionalista Jörg Haider. La subsiguiente ceremonia del juramento en el majestuoso salón María Teresa del palacio imperial fue algo así como un sainete con malos actores: un presidente con cara de maestro enfadado, ante el que desfilaban los ministros como si fueran díscolos escolares.
Estos antecedentes explican que los candidatos hayan tenido que responder siempre a la pregunta de si estaría dispuestos a aceptar un gobierno con participación de los nacionalistas. Las respuestas suelen depender de la preparación retórica de los respectivos candidatos.