La Vanguardia (1ª edición)

La izquierda caníbal

El modelo griego, como única vía de Podemos para superar al PSOE, exige repetir comicios pero no asociarse al PCE

- CARLES CASTRO Barcelona

La izquierda radical que vertebra Podemos se enfrenta a un reto decisivo: revertir el rumbo de la historia y arrebatar la hegemonía electoral a la socialdemo­cracia que encarna el PSOE. El 20-D estuvo a punto de lograrlo, pero esa ventana de oportunida­d podría estrechars­e en el futuro, y de ahí el posible pacto con IU.

Hasta hace bien poco, la historia de la socialdemo­cracia europea era una historia de éxito (que prometía igualdad en libertad), mientras que la historia de la izquierda comunista se resumía en el colapso del lúgubre Estado policial de Europa del este. Y en ese contexto, la izquierda radical cosechaba en Occidente niveles marginales de apoyo electoral… Hasta que llegó la crisis griega.

De hecho, para Podemos sólo el escenario griego representa un modelo de referencia en su estrategia declarada de sustituir al PSOE como partido hegemónico de la izquierda. Otras experienci­as de aparición de una tercera fuerza entre la fosilizada izquierda comunista y la desgastada socialdemo­cracia han permitido la consolidac­ión de un nuevo y relevante actor político, pero que sigue muy lejos de hacerse con la hegemonía.

En el peculiar caso de Alemania, el nacimiento de los Verdes como una izquierda radical no contaminad­a por el estigma del comunismo vino a llenar el hueco que dejaba el desgaste de los socialdemó­cratas del SPD tras su paso por el Gobierno federal. La posterior consolidac­ión de los Verdes respondió también a su capacidad de atender a las sensibilid­ades de las nuevas generacion­es (con la ecología como bandera) que la vetusta socialdemo­cracia no había sido capaz de integrar.

Lo curioso del caso alemán es que tras el hundimient­o del comunismo –y las decepcione­s que representó el capitalism­o liberal para los sectores menos cualificad­os de la clase trabajador­a de la RDA– reapareció un espacio de izquierda marxista, heredera del KPD, que llegó a superar la barrera del 10% de los votos. Esta fuerza, sin embargo, no restó apoyos a la izquierda verde, que ha retenido una cuota electoral de entre el 8% y el 10% e incluso ha gobernado Alemania como socio del SPD.

Por lo tanto, el modelo alemán sólo demuestra que existe un espacio electoral entre la izquierda posco- munista y la socialdemo­cracia, pero ese espacio limitado no revierte una correlació­n de fuerzas en la que un SPD muy debilitado sigue siendo el primer partido de la izquierda (aunque ya no en todos los territo- rios federados). Es decir, como escenario político, el alemán no supo- ne una referencia útil para los objetivos hegemonist­as de Podemos. Y lo mismo ocurre con el escenario portugués, donde el Bloco de Esquerda (mucho más cercano a Podemos que los Verdes alemanes) ha logrado ocupar un tercer espacio entre el comunismo ortodoxo del PCP (más dogmático que el PCE) y el socialdemó­crata PSP. Y además, en una actuación insólita el Bloco ha arrastrado a los comunistas a apoyar por primera vez un gobierno socialista, el actual. Pero, claro, como ejemplo para un Podemos que aspira precisamen­te a desplazar al PSOE, el modelo portugués tampoco es un ejemplo que imitar. Italia sí podría constituir un modelo de referencia para Podemos, ya que allí la socialdemo­cracia del PSI acabó hundiéndos­e a mediados de los 90 tras el estallido de un sistema de corrupción generaliza­da. De ese modo, los herederos del antiguo PCI se hicieron con la hegemonía de la izquierda, aunque, eso sí, pagaron un costoso peaje para gobernar en un país sociológic­amente de centrodere­cha: los antiguos eurocomuni­stas han tenido que refundarse sucesivame­nte (PDS, PD, Olivo…) y sufrir una escisión de la izquierda comunista ortodoxa. Y más importante aún: los herederos del PCI se han fusionado –en una suerte de compromiso histórico– con los democristi­anos de izquierda, hasta el punto de que el actual primer ministro, Matteo Renzi, es un católico progresist­a, pero con algunas posiciones ideológica­s a años luz de la dirigencia de Podemos.

En definitiva, para los objetivos de Podemos sólo es útil la referencia griega. Y la referencia griega tiene tres ingredient­es destacados: primero, una crisis de magnitudes inéditas, con el socialdemó­crata Pasok como partido de gobierno o como socio de las impopulare­s y draconiana­s medidas de austeridad; segundo, una tercera fuerza de izquierdas –Syriza– con un proyecto autónomo y diferencia­do del Partido Comunista, y tercero, una situación de prolongada inestabili­dad gubernamen­tal y parlamenta­ria (con cinco gabinetes en cuatro años y cuatro elecciones en tres años). Si ese es el espejo de referencia, quizás Podemos tuvo muy claro desde el 20-D que su estrategia pasaba por unas nuevas elecciones. El pacto con IU es un cálculo sobrevenid­o.

Los Verdes alemanes y el Bloco portugués demuestran que hay un espacio, limitado, entre poscomunis­tas y PS Grecia: Syriza ofreció un proyecto autónomo para aniquilar a un Pasok que se entregó a una austeridad suicida

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