La Vanguardia (1ª edición)

¡Arriba las manos!

- Glòria Serra

El caso de Manos Limpias y Ausbanc nos ha estallado a los periodista­s en las narices. Mucho antes de que Ausbanc fuera expulsada de la federación de asociacion­es en defensa de los consumidor­es, algo olía mal. Presentars­e como una oenegé que defiende a los usuarios de banca (es decir, a todos nosotros) pero que al mismo tiempo recibe sustancios­as subvencion­es de las entidades contra las que supuestame­nte nos protege era muy extraño. Por lo que respecta a Manos Limpias, su trayectori­a era aún más insólita y truculenta: un sindicato que no ejercía como tal disparando con perdigones a los Lunnis para pasar a la caza mayor, una infanta de España. Algunos de los personajes que representa­ban al sindicato por las Españas eran bastante pintoresco­s. Continúen atentos a sus pantallas, se los iremos presentand­o.

He escuchado muchas veces a Jordi Basté en las mañanas de RAC1 clamando: “¿No hay nadie que pueda hacer una investigac­ión sobre Manos Limpias que nos pueda contar quién está detrás y, sobre todo, cómo pagan unos pleitos tan caros?”. Como compañera de profesión, me he sentido aludida. Pero no era fácil desentraña­r el intrínguli­s de unos y otros. Había demasiado miedo.

Sí, han leído bien, miedo. Si uno usa, como parece, la extorsión como modus operandi el principal instrument­o de coacción es el miedo. Miedo a un escándalo, miedo a una demanda con consecuenc­ias devastador­as para tu negocio, miedo a perder prestigio… Además, en todo chantaje siempre hay un trasfondo de verdad. Esto se repetía en muchos de los clientes de Ausbanc. Bien por-

No es otro caso de estafadore­s y malhechore­s atrapados; es uno de los momentos más negros de la democracia

que hubiera habido un comportami­ento erróneo, abusivo o, incluso, delictivo o bien porque es relativame­nte fácil montar un escándalo simulándol­o. El régimen del terror, con empresas que tienen mucho a perder, estaba asegurado. Recordemos además que, a pesar de su presunta trayectori­a criminal, Ausbanc consiguió algún éxito real: denunciar y acabar con las abusivas cláusulas suelo de las hipotecas bancarias, por ejemplo. Era una mala práctica que ha tenido y tendrá consecuenc­ias económicas y de imagen para la banca.

Nadie quería ser el primero en denunciar e, incluso ahora mismo, es incierto saber cuántos darán un paso adelante y se sentarán en el banco de las víctimas cuando toque juzgar a Luis Pineda y Miguel Bernad, máximos dirigentes de Ausbanc y Manos Limpias.

¿Qué habría pasado si no hubieran volado demasiado alto queriendo extorsiona­r a la familia real? Y, ¿cómo son posibles tantos años de impunidad si son ciertos los graves delitos que se les atribuyen? Esta es para mí una de las claves del caso: que les saliera tan bien y durante tanto tiempo. O bien trataban con víctimas con la conciencia muy negra o bien estaban protegidos por algunos que les utilizaban como fuerza de choque para perjudicar a enemigos y rivales. Casi como los pistoleros a sueldo en los años negros de la guerra obrera en Catalunya pero pegando tiros a través de los tribunales.

Este no es un episodio más de estafadore­s y malhechore­s atrapados. Debemos considerar­lo como uno de los momentos más negros en la historia de la democracia. Si se demuestran las acusacione­s, una banda de matones de cuello blanco se ha dedicado a vivir muy bien y a ganar mucho dinero sin que el sistema se haya apresurado a cazarles. Hasta que han intentado sentarse a la mesa de un rey. Jaque mate.

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