¡Arriba las manos!
El caso de Manos Limpias y Ausbanc nos ha estallado a los periodistas en las narices. Mucho antes de que Ausbanc fuera expulsada de la federación de asociaciones en defensa de los consumidores, algo olía mal. Presentarse como una oenegé que defiende a los usuarios de banca (es decir, a todos nosotros) pero que al mismo tiempo recibe sustanciosas subvenciones de las entidades contra las que supuestamente nos protege era muy extraño. Por lo que respecta a Manos Limpias, su trayectoria era aún más insólita y truculenta: un sindicato que no ejercía como tal disparando con perdigones a los Lunnis para pasar a la caza mayor, una infanta de España. Algunos de los personajes que representaban al sindicato por las Españas eran bastante pintorescos. Continúen atentos a sus pantallas, se los iremos presentando.
He escuchado muchas veces a Jordi Basté en las mañanas de RAC1 clamando: “¿No hay nadie que pueda hacer una investigación sobre Manos Limpias que nos pueda contar quién está detrás y, sobre todo, cómo pagan unos pleitos tan caros?”. Como compañera de profesión, me he sentido aludida. Pero no era fácil desentrañar el intríngulis de unos y otros. Había demasiado miedo.
Sí, han leído bien, miedo. Si uno usa, como parece, la extorsión como modus operandi el principal instrumento de coacción es el miedo. Miedo a un escándalo, miedo a una demanda con consecuencias devastadoras para tu negocio, miedo a perder prestigio… Además, en todo chantaje siempre hay un trasfondo de verdad. Esto se repetía en muchos de los clientes de Ausbanc. Bien por-
No es otro caso de estafadores y malhechores atrapados; es uno de los momentos más negros de la democracia
que hubiera habido un comportamiento erróneo, abusivo o, incluso, delictivo o bien porque es relativamente fácil montar un escándalo simulándolo. El régimen del terror, con empresas que tienen mucho a perder, estaba asegurado. Recordemos además que, a pesar de su presunta trayectoria criminal, Ausbanc consiguió algún éxito real: denunciar y acabar con las abusivas cláusulas suelo de las hipotecas bancarias, por ejemplo. Era una mala práctica que ha tenido y tendrá consecuencias económicas y de imagen para la banca.
Nadie quería ser el primero en denunciar e, incluso ahora mismo, es incierto saber cuántos darán un paso adelante y se sentarán en el banco de las víctimas cuando toque juzgar a Luis Pineda y Miguel Bernad, máximos dirigentes de Ausbanc y Manos Limpias.
¿Qué habría pasado si no hubieran volado demasiado alto queriendo extorsionar a la familia real? Y, ¿cómo son posibles tantos años de impunidad si son ciertos los graves delitos que se les atribuyen? Esta es para mí una de las claves del caso: que les saliera tan bien y durante tanto tiempo. O bien trataban con víctimas con la conciencia muy negra o bien estaban protegidos por algunos que les utilizaban como fuerza de choque para perjudicar a enemigos y rivales. Casi como los pistoleros a sueldo en los años negros de la guerra obrera en Catalunya pero pegando tiros a través de los tribunales.
Este no es un episodio más de estafadores y malhechores atrapados. Debemos considerarlo como uno de los momentos más negros en la historia de la democracia. Si se demuestran las acusaciones, una banda de matones de cuello blanco se ha dedicado a vivir muy bien y a ganar mucho dinero sin que el sistema se haya apresurado a cazarles. Hasta que han intentado sentarse a la mesa de un rey. Jaque mate.