La cara y la cruz del dólar
La imagen de la esclava Tubman en el ‘twenty’ deja en el reverso al presidente Jackson, esclavista y genocida de nativos
Harriet Tubman no tiene una historia. No: tiene un pedazo de historia.
En los libros de texto se la llama “la Moisés del Underground Railroad”, la guía de los esclavos a los que ayudaba por caminos clandestinos a cruzar fronteras hacia el norte de Estados Unidos y lograr la libertad.
“Su impresionante existencia de coraje y compromiso con la igualdad encarna los ideales de democracia que nuestra nación celebra”, subrayó Jack Lew, secretario del Tesoro, al anunciar este pasado miércoles que ella es la elegida para ser la primera mujer que ilustrará un billete de dólar, en concreto el de 20. El más utilizado, el papel común que dejan ir los cajeros automáticos.
El homenaje a esta abolicionista y sufragista significa el punto culminante de la revolución en la moneda más famosa del planeta, su mayor transformación y más simbólica en un siglo.
Lo que no deja de ser otro hito en el legado del presidente Barack Obama. Que le trascenderá puesto que las impresiones están previstas que se realicen a partir del inicio de la década del 2020.
Otras activistas y líderes de los derechos civiles tendrán su espacio. Así, y sin tanto protagonismo, en el reverso del billete de cinco dólares –al frente seguirá el presidente Lincoln– se estamparán las imágenes de Maria Anderson (cantante negra), de Eleanor Roosevelt (primera dama y luchadora) y de Martin Luther King jr., el único hombre del grupo y rostro del gran sueño de los afroamericanos.
Con Hamilton delante, el papel de diez contará por detrás con Susan B. Anthony, Elizabeth Cady Stanton, Lucretia Mott, Alice Paul y Sojourner Truth, todas ellas abolicionistas y defensoras de los derechos de las mujeres.
Vidas excepcionales aunque en ese terreno les desborda Harriet Tubman o Araminta Ross, Minty, cuando nació en esclavitud –durante los años veinte del siglo XIX–, en una plantación de Maryland. Supo de la brutalidad. En una ocasión resultó herida en la cabeza al recibir el impacto de una pieza metálica que le tiró un negrero. Escapó en 1849.
“Al darme cuenta de que había cruzado la línea, me miré las manos para ver si era la misma persona. Por encima de todas las cosas, tuve la sensación de estar en la gloria. A través de los árboles, el sol parecía oro y, más allá de los campos, me creí en el cielo”.
A pesar de que había una recompensa para capturarla –100 dólares–, Tubman (adoptó el nombre de su madre y el apellido de su marido) consideró que, sabida la ruta, debía regresar para rescatar a su familia. No se quedó en eso e hizo al menos trece viajes para romper las cadenas de docenas de colegas. Durante la guerra civil ejerció de enfermera y, sobre todo, de lazarillo de las tropas de la Unión en sus incursiones en el sur y de espía, dotada con una especial capacidad para cruzar fronteras sin ser detectada. En una de las operaciones, Tubman consiguió llenar tres embarcaciones para conducir a la libertad a más de 700 esclavos.
Su idiosincrasia estadounidense la demostró, además, por un trazo tan definitorio de este país como es la capacidad de ser emprendedor. En la época del conflicto bélico abrió una lavandería y restaurante en Carolina del Sur, en la que enseñó a muchas mujeres liberadas cómo trabajar para ganarse el sustento. Hasta su muerte en 1913, en su casa de Auburn (estado de Nueva York), continuó con su lucha por la igualdad y mantuvo diversos negocios en los que contrató a numerosas mujeres.
Si ella será la imagen, el desplazado del frontal, el presidente Andrew Jackson, pasará a ser el reverso. Cara y cruz. Una abolicionista por delante y, detrás, un hombre que fue propietario de esclavos y causante de un genocidio entre los nativos americanos.
“No es lo que habíamos imaginado pero este contraste ofrece una interesante narrativa y mantendrá la energía de una importante lección”, según Susan Ades Stone, directora ejecutiva de Women on 20s. Esta organización, fundada por Barbara Ortiz Howard, ha sido la principal impulsora de que una mujer ocupe el billete de 20, el twenty. Su idea consiste en que esto sea posible en el 2020, centenario del momento en que en EE.UU. se les reconoció el derecho a votar en las elecciones.
Otros colectivos han criticado, sin embargo, que se coloque a una mujer en un billete cuando se mantiene la desigualdad salarial.
Y al margen del republicano Donald Trump, que ha calificado esta innovación como simple “corrección política”, hay otros de signo opuesto a los que tampoco les gusta. No pocos progresistas lamentan que se elija a una esclava cuando la esclavitud fue un sistema económico de explotación y la moneda era el elemento con el que los blancos compraban y vendían a esos otros humanos.
Movimientos como el de Women on 20s replican que la canonización de Tubman refuerza el mensaje de que la devaluación de la mujer –económica, política, social o cultural– se ha de desafiar. El asunto es que faltan años para la impresión de estos billetes. Habrá que ver la difusión de ese mensaje en una sociedad donde se impone el dinero de plástico.