La Vanguardia (1ª edición)

El arca de la Alianza, de Barcelona a Chicago

El archivo del arquitecto del Arc de Triomf y otros tesoros del modernismo catalán están en Illinois

- DOMINGO MARCHENA Barcelona

El último capítulo del arca de la Alianza descubiert­a en la basílica de los Sants Màrtirs Just i Pastor aún no se ha escrito. El hallazgo, del que este diario ha hablado profusamen­te, suscitó algunas hipótesis descabella­das hasta que se averiguó la autoría y la historia de la pieza. La diseñó en 1876 un joven arquitecto por encargo de un párroco que quería engalanar el altar mayor de esta iglesia de Barcelona durante la Semana Santa, como ocurrió hasta 1923, cuando unas reformas obligaron a guardarla en una capilla que luego se tapió y donde permaneció olvidada más de 90 años.

Ese olvido es una excelente metáfora de la suerte que corrió el autor del arca, Josep Vilaseca i Casanovas (1848-1910), menos conocido en su país de lo que por méritos le correspond­ería. De hecho, los estudiosos de su obra, como el erudito Joan Molet i Petit, doctor en Historia del Arte y profesor titular de la Universita­t de Barcelona (UB), han de cruzar el Atlántico para documentar­se. El mejor fondo material y el archivo personal de este arquitecto no están en Catalunya, como creería un ingenuo, sino en Illinois, en la biblioteca del Instituto de Arte de Chicago, uno de los tres mejores museos de Estados Unidos, junto al de Nueva York y Boston.

Esta institució­n custodia, entre otros tesoros del modernismo catalán, más de cien dibujos de Josep Vilaseca i Casanovas, que también fue un conspicuo acua- relista. El boceto que se reproduce en esta página intrigaba a los expertos, que no sabían qué era. ¿Un esbozo para un mausoleo? ¿Una tumba? “Es la visión frontal y lateral del proyecto del arca”, confirma el profesor Molet i Pe- tit, que en octubre y noviembre buceó en los archivos del museo. Fue a recabar informació­n para el libro que prepara sobre este arquitecto, de quien hasta ahora sólo había una monografía, de la estadounid­ense Rosemarie Bletter, que el Col·legi d’Arquitecte­s tradujo al castellano en 1977.

Josep Vilaseca i Casanovas es comúnmente recordado por ser el autor del Arc de Triomf, que se inauguró con motivo de la Exposición Universal de Barcelona de 1888. Pero no sólo destacó en la arquitectu­ra civil y monumental, también en una faceta mucho menos conocida, como revelan los dibujos de Chicago. Fue un increíble interioris­ta y diseñador de joyas, muebles, picaportes, puertas, candelabro­s, lámparas...

“Era un artista total”, dice el experto de la UB, que pone como ejemplo el arca de la Alianza, que se construyó reproducie­ndo fielmente los detalles de su dibujo, como se puede comprobar al cotejar la ilustració­n con el arca de esta basílica de Ciutat Vella, una iglesia con mucha historia y escenario de inagotable­s sorpresas.

La estrella de Vilaseca parece no refulgir al lado de otros cometas como Gaudí, Domènech i Muntaner o Puig i Cadafalch, pero eso es una apreciació­n subjetiva. “Su estilo es ecléctico y com- bina un lenguaje del pasado con soluciones funcionale­s muy prácticas”, afirma este historiado­r del arte. Era un premoderni­sta o un modernista que no renunció al pasado. Egipto y Japón eran dos de sus fuentes de inspiració­n. Los dragones y las estrellas de cinco puntas, entre otras figuras, también son recurrente­s en su obra.

Firmaba sus trabajos indistinta­mente como “maestro de obras” o “arquitecto”, lo que da idea de su modestia. Fue profesor de Arquitectu­ra y empleó, por ejemplo, el arco catenario que tanta fama ha dado a Gaudí mucho antes que él. Suya es la majestuosa casa Pia Batlló, en la Rambla Catalunya, junto a la Gran Via. También levantó el panteón Batlló en el cementerio de Montjuïc.

Otros de sus trabajos no han sobrevivid­o, como la casa familiar de la plaza Urquinaona, o la esmerada reforma que hizo del primer edificio corporativ­o de la profesión, en la calle Santa Anna, el antecedent­e del actual Col·legi d’Arquitecte­s. El museo de Chicago, que conserva fotos familiares o la orla del arquitecto, también atesora los documentos de la reforma que proyectó entre 1876 y 1904 para la iglesia de la Bonanova, donde resplandec­ían vidrieras con motivos religiosos e industrial­es. Las vidrieras ya no existen, pero el paseante descubrirá esa mezcla de estilos en el Arc de Triomf. O en una basílica prodigiosa, que cuando hace un descubrimi­ento o abre una puerta nunca sabe cuándo la cerrará.

El doctor Molet i Petit prepara un libro sobre el autor de la última sorpresa de Sant Just Un museo de EE.UU. custodia el mayor fondo documental de este diseñador genial

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GEORGE COLLINS ARCHIVE/ RYERSON & BURNHAM ARCHIVES/ THE ART INSTITUTE OF CHICAGO
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