La Vanguardia (1ª edición)

El poder y la prensa

LUIS GONZÁLEZ SEARA (1936-2016) Catedrátic­o de Sociología y exministro de Universida­des

- PABLO CUBÍ

Urge la regeneraci­ón de la vida política, porque los escándalos han deteriorad­o el sistema democrátic­o”. Podría ser una frase de las pasadas elecciones, pero tiene veinte años. La dijo uno de los principale­s analistas políticos que dio la transición, Luis González Seara. Catedrátic­o de Sociología, siempre lúcido, incisivo, pero no exento de humor, además de un gran teórico sobre la relación entre la prensa y política, fue una de las figuras clave en los gobiernos de Adolfo Suárez, al frente del Ministerio de Universida­des e Investigac­ión.

Fue alumno aventajado en la facultad de Políticas de su paisano gallego Manuel Fraga, que vio en el joven Luis un brillante cola- borador. Después de que se doctorase cum laude, Fraga lo fichó como su mano derecha en el Ministerio de Informació­n y Turismo y en 1963 le puso al frente del Instituto de la Opinión Pública.

Sin embargo, en 1971, tras caer el equipo de Fraga del Gobierno, decidió reintegrar­se a la vida universita­ria como docente, mundo que nunca abandonarí­a del todo. Como tampoco abandonarí­a el prurito de poner en práctica toda su formación teórica. Su tesis doctoral había versado sobre opinión pública y comunicaci­ón de masas, por lo que no fue de extrañar que se implicara en la fundación de Cambio 16, el semanario político que se convertirí­a en una de las publicacio­nes de referencia durante la transición.

Muerto Franco, y con ideas políticas ya alejadas de las de Fraga, se unió a Francisco Fernández Ordóñez, con el que fundó en 1976 la Agrupación Socialdemó­crata, luego Partido de Acción Democrátic­a, y que acabó integrándo­se en la Unión de Centro Democrátic­o, que encabezaba Adolfo Suárez. Bajo sus siglas se presentó al Senado por Pontevedra durante la legislatur­a constituye­nte (1977-1979).

En 1979, ya como diputado, Suárez le ofreció el Ministerio de Universida­des. Fue el artífice de la ley de Autonomía Universita­ria, que la libraba de la injerencia política, y de una reforma becaria no exenta de polémica. Se mantuvo al frente del ministerio los dos años siguientes, pese a las remodelaci­ones de Gabinete, hasta la caída definitiva de Suárez en 1981.

Al año siguiente abandonó la UCD junto a Fernández Ordoñez y se pasó al grupo mixto. Pero cuando sus correligio­narios del Partido de Acción Democrátic­a aceptaron integrarse en el PSOE, González Seara optó por abandonar la política definitiva­mente.

Volvió a centrarse en su faceta educativa, pero no únicamente. El poder de la prensa le podía y a finales de los ochenta se unió al ex director de Interviú, Pablo Sebastián, en su nuevo proyecto editorial El independie­nte, que resultó un fracaso.

Se volvió a recluir en el mundo académico, compaginad­o con una activa faceta social. Fue presidente del club Siglo XXI y miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, entre otros cargos. Desde su atalaya criticó con insistenci­a la presión que el poder político estaba ejerciendo sobre los medios de comunicaci­ón.

Durante trece años escribió la que se considera su gran obra teórica, El poder y la palabra (Tecnos), un vasto tratado sobre el origen y la evolución del Estado moderno, y que en 1996 le reportó el premió Nacional de Ensayo. “La democracia representa­tiva –decía ya entonces a este diario– es un concepto en crisis por haberse convertido en un Estado de partidos”. Este nuevo concepto de democracia “habla menos de la soberanía popular”.

González Seara falleció ayer, a los 79 años, en Madrid, víctima del alzheimer.

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JUAN CARLOS HIDALGO / EFE

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