La Vanguardia (1ª edición)

Tengo un nuevo amigo

- Jonas Jonasson

Creía que estaba preparado, pero no lo estaba. Decían que iba a ser una multitud, pero no que habría más gente a mi alrededor y de los otros autores que ciudadanos hay en Suecia (casi, pero aun así).

Acabo de vivir una fiesta popular única en el mundo en nombre de la literatura y de las rosas rojas. Todo bajo un cielo azul y un sol brillante. Ya comenzó por la mañana en el hotel. Desayuno con entrevista­s de televisión y diarios sin parar. Televisión, radio y no se qué en directo, micrófonos a la izquierda y a la derecha. “¿Cómo vives el Sant Jordi?” “Sí, es fantástico” (muy pocas veces encuentras las palabras perfectas cuando las necesitas). “¿Es tu primer Sant Jordi?” “Sí, pero desde luego que no será el último, ¡estoy absolutame­nte impresiona­do y emocionado!”.

Para siempre llevaré conmigo todas estas microcitas de hoy con mis lectores. “¿Le puedo hacer una foto, señor Jonasson?” “¡Pero, por supuesto!” “¿Puedes escribir y felicitar a mi hermano por su cumpleaños?” “¡Absolutame­nte!” “¿Cómo se llama?” “¿Cómo?” y “¿cómo se escribe?” “Te quiero, Jonas Jonasson”. Pero, ¡si soy yo quien os estima! ¡Os quiero a todos! Y a vuestra Catalunya. Y a vuestro Sant Jordi. Venid, ¡dejádme abrazaros!

Me perdí el Sant Jordi en el 2012 cuando salió mi primera novela, El abuelo que saltó por la ventana y se largó. Tenía un compromiso familiar. Después me perdí el del 2014, cuando acababa de salir mi segunda novela, La analfabeta que era un genio de los números, porque me puse enfermo. Ambos años acabé arriba de todo en las listas de los más vendidos en castellano y catalán. Ahora he vuelto con El matón que soñaba con un lugar en el cielo. Existe el riesgo de que haya roto la magia del éxito al venir por primera vez, pero es un riesgo que vale la pena correr. Tenéis que estar excepciona­lmente orgullosos de vuestra fiesta de libros y rosas, Barcelona. Y puedo ver que lo estáis.

Ahora vuelvo a casa, a Suecia, otra vez. Me llevo un recuerdo para toda la vida. Y regreso con la ambición de escribir lo antes posible mi cuarta novela, la novela que de momento sólo existe en mi cabeza. Tengo prisa, porque he descubiert­o una nueva amistad que quiero volver a ver lo antes posible. De hecho, es un amigo y es un santo. Se llama Jordi.

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