La Vanguardia (1ª edición)

Plácido y el día del libreto

- Maricel Chavarría

La Rambla ennegrece súbitament­e cuando un pequeño séquito del personal del Liceu se acerca a la esquina con Nou de la Rambla a esperar a Plácido Domingo, el Simon Boccanegra de hoy. El tenor canta en el día del libro, que también podría serlo del libreto, si alguien se decidiera a defender el valor literario de determinad­as óperas. ¿Plácido, acaso? La pregunta es pertinente, pero el divo llega con retraso y no se anda con chiquitas. El partido del Real Madrid, su equipo, ha acabado a su hora, pero el trayecto posterior desde el Hotel Mandarin hasta esa Rambla tomada por miles de libreúntes ha sido una odisea.

“¡Plácido!, ¿nos permite una foto?”, le piden un par de fans nada más apearse del coche.

“Tendrá que ser mientras caminamos”, dice con media sonrisa. Se ha levantado aire y caen cuatro amenazador­as gotas, así que... al grano. El par de fans son de los raros: aseguran que no pueden permitirse pisar el Liceu –“este mes hay que ir a Bruce Springstee­n”– aunque en realidad colecciona­n selfies con famosos. A Plácido le llevan esperando desde las cinco. “No habíamos caído en que quería ver al Real Madrid”, dice uno de ellos. ¿Acaso son también merengues? “¿Yo? Mira qué llevo”. Barras blaugrana asoman tímidament­e debajo de su cazadora antes de que la cremallera vuelva a ajustarse. Tapa tapa. El Sant Jordi de Plácido está siendo más futbolero que libresco. Ni siquiera hospedándo­se en pleno Paseo de Gracia ha tenido el tenor el placer de echar el ojo a un par de stands. Es día de función y lo suyo es descansar, no meterse en líos.

Aún así, maestro, ¿cuál sería su obra literaria de todos los tiempos?

“El Quijote, sin duda”, comenta despachand­o a los fans que le ofrecen docenas de rosas en la puerta de artistas.

Pero, ¿se lo ha leído? “Por supuesto, aunque hace ya mucho tiempo...”

La literatura de ficción ha dejado de ser lo suyo. ¿De dónde saca- ría el tiempo? Desde que ha cambiado de cuerda y hace óperas nuevas como barítono se le acumula la lectura de ensayos. Quiere saberlo todo sobre el compositor y los tiempos políticos y sociales que le tocó vivir. Y luego está el libreto,

Plácido, “il più grande”, le saluda un colega en camerinos. Y se dan dos etéreos besos a lo El padrino, aunque sin tocarse.

¿Y por qué iba a leer el hombre otra ficción que la de los rocamboles­cos libretos que le toca interpreta­r? Como este Verdi de estética romántica que suma los talentos de

¿Su obra de literatura universal? “‘El Quijote’, sin duda”, dice el tenor despachand­o a los fans que le ofrecen rosas

Piave y Boito, mejorando la obra homónima de García Gutiérrez.

¡Qué Quijote ni qué Quijote! El héroe total es Plácido.

Llega impaciente al camerino y se enfunda en una espectacul­ar bata azul que forma parte del vestuario. Arriba y abajo anda el tenor vocalizand­o. Sale al pasillo en busca de Massimo Zaneti... “Maestro, dónde está el maestro”. En realidad no quiere nada. Sólo entrar en situación, relajarse. Da dos besos a la soprano, guiña un ojo a los colegas. Se siente en su elemento.

Y lo logra. Justo antes de salir a escena, como Boccanegra de joven –gran combinació­n de media peluca y flequillo teñido que él mismo ha sugerido–, Plácido pide entre bambalinas al de vestuario: “Dame un caramelito”. Carraspea, lo parte por la mitad y se toma sólo medio mientras dirige con la mano la obertura que ya suena. Es uno más entre el numeroso coro, pero una vez sale a escena, su dramatismo le hace único: no tarda ni dos segundos en caer de rodillas en el dúo con Albani. Y cuando le toca morir escoge desplomars­e a la brava sobre su lado izquierdo. Cualquier día se nos mata. O se muere de la emoción con ese público tan entregado. El Liceu se hunde y él casi llora frente al 50 de chocolate que le han traído. Aniversari­o con libreto.

 ?? XAVIER CERVERA ?? Plácido causó sensación ayer en el breve trayecto a pie que hizo de Nou de la Rambla a la puerta del Liceu. Medio llovía y hacía viento
XAVIER CERVERA Plácido causó sensación ayer en el breve trayecto a pie que hizo de Nou de la Rambla a la puerta del Liceu. Medio llovía y hacía viento
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