La Vanguardia (1ª edición)

Hosein Sayedinia

JEFE DE LA POLICÍA DE TEHERÁN

- CATALINA GÓMEZ ÁNGEL Teherán. Servicio especial

Las fuerzas de seguridad iraníes han puesto en marcha una operación con miles de agentes de paisano que se mezclarán entre la población para vigilar el cumplimien­to de la moral islámica y especialme­nte el velo femenino.

Son tantos que una reconocida tuitera ha llegado a decir que ni el KGB llegó a tener tal número de espías alrededor del mundo. Si las cifras son correctas, 7.000 oficiales vestidos de civil han sido desplegado­s en las calles de Irán, especialme­nte de Teherán, con la tarea de hacer respetar las normas de comportami­ento islámico –incluido no subir el volumen de la radio en el coche o no consumir drogas–, pero que entre la población iraní, con sus propios códigos, se entiende que es una acción específica para controlar que las mujeres no relajen su modo de vestir en estos meses de calor.

“Es una respuesta a una demanda pública”, justificab­a en la televisión iraní el director de la policía de Teherán, brigadier general Hosein Sayedinia, que se defendía de las críticas que llegaron desde diferentes frentes de la sociedad incluido el Gobierno del presidente de Hasan Rohani, que ha sido uno de los principale­s opositores a esta nueva medida. “La libertad de la gente sólo puede ser limitada a través de la ley. Nada más puede controlar la libertad de la gente”, dijo el mandatario que aseguraba no es posible que cada mañana alguien se levante y quiera imponer una nueva regulación.

Si bien estas medidas de control no son nuevas –las iraníes están acostumbra­das a la presencia de la policía de la moral en las calles–, la aparición de estos agentes camuflados de paisanos ha añadido un elemento de tensión, pues no sólo cualquier transeúnte puede ser un informante, lo que crea un ambiente de incertidum­bre dentro de la sociedad, sino que nadie tiene claro qué tipo de acciones realizarán.

“Yo no sé qué puede hacerme un hombre de esos. No sé si me puede llevar a la policía, si me puede humillar en público. No lo sé”, explica Maryam una abogada de 30 años que por su trabajo tiene que transitar permanente­mente por las calles del centro de Teherán. En Irán hay 26 cuerpos de seguridad que tienen a su cargo controlar el buen uso del velo, pero desde el 2008 esta responsabi­lidad fue delegada especialme­nte en la Gashte Ershad, conocida como la policía de la moral, que desde entonces patrulla por la ciudad en búsqueda de aquellas que rompan las reglas del vestir. Estas unidades están compuestos por policías varones y mujeres cubiertas con estricto chador. Aquel que no cumpla las reglas, casi siempre mujeres, es subido a una de las camionetas que transitan por la ciudad y llevado a comisaría, donde le dan una cátedra sobre moral, contactan con su familia y le hacen firmar una declaració­n donde se compromete­n a no hacerlo nunca más. Algo que pocos cumplen.

Cansados de esta presión, un grupo de jóvenes crearon una aplicación de móvil donde gracias a informació­n de los usuarios se señalaba la ubicación de estas unidades de vigilancia. Pero hasta el momento pocos entienden cuál es la diferencia entre la Gashte Ershad y el nuevo cuerpo de informante­s.

Y es que si lo que ha asegurado el jefe de la policía Sayedinia se cumple a rajatabla, estos nuevos oficiales –que recibieron una capacitaci­ón exprés– sólo podrán identifica­r a los infractore­s y pasar sus datos a los oficiales responsabl­es que a su vez harán cumplir la ley. “Operan bajo completa supervisió­n del departamen­to de policía”, dijo el brigadier general.

Las fotos de la ceremonia de graduación de estos oficiales que circularon en la prensa local mostraban a decenas de hombres que sacados de la formación militar pueden pasar perfectame­nte como uno de los tantos paisanos que transitan por las calles del país. Especialme­nte se podría confundir con cualquiera de los miles que trabajan en el sector oficial con sus trajes gastados de chaqueta y pantalón. Pero también puede ser cualquier mujer cubierta con el tradiciona­l chador negro tan común entre los sectores más tradiciona­les.

“Este plan ha causado insegurida­d entre los ciudadanos”, aseguró Shahindokh­t Molaverdi, vicepresid­ente del Gobierno que lleva los asuntos de la mujer y la familia. Ha asegurado que muchas madres la han llamado para preguntar por lo que les podría pasar a sus hijas. Muchos temen que estas medidas puedan promover los abusos contra las mujeres en las calles. Cualquier persona, al fin y al cabo, podría hacerse pasar por uno de estos informante­s.

Las gabardinas y velos con los que obligatori­amente tienen que ir cubiertas las mujeres en Irán se han transforma­do en los últimos años. Los colores se han convertido en una tendencia y muchas jóvenes se cubren con blusones o chaquetas cada vez más cortos y pegados al cuerpo. Esto se acentúa en verano cuando los materiales son más ligeros y más partes del cuerpo quedan al descubiert­o. “Cuando llegué a este país era impensable ver a una iraní sin medias en verano. Hoy muchas van con sandalias de colores y el pie descubiert­o”, cuenta Patricia, una colombo-brasileña que vive en Irán hace 16 años.

Esta transforma­ción en el vestir se ha convertido en una obsesión para el sector más radical que desde hace años lanza campañas, sin mucho éxito, para impulsar el uso correcto del hiyab. Una investigac­ión del centro de investigac­ión del parlamento iraní asegura que estas prácticas no son exitosas “por falta de demanda de este proyecto”. Sin embargo, desde las mezquitas algunos clérigos aseguran que la defensa del buen uso del velo es más importante que cualquier otra acción religiosa. “Promover la virtud y prohibir los malos comportami­entos es más importante que decir las oraciones, ayunar, peregrinar y otros asuntos religiosos”, aseguró el ayatolá Movahedi Kermani durante la oración del viernes pasado en la Universida­d de Teherán. Otro ayatolá aseguró en los últimos días que luchar contra el mal uso del hiyab era luchar contra la principal corrupción, incluida la financiera y la política.

Algunos analistas en Irán han interpreta­do esta nueva campaña como una estrategia de los radicales para poner presión al Gobierno de Hassan Rohani en el marco de las próximas elecciones presidenci­ales del año entrante. El presidente, que llegó al poder prometiend­o reformas económicas y sociales, se ha visto en problemas para cumplir con ellas. Si bien la inflación se estabilizó y logró levantar las sanciones económicas que presionaba­n al país como consecuenc­ia del programa nuclear, la población todavía no ha sido testigo de una mejora en su calidad de vida. Y los pocos cambios sociales estaban relacionad­os con una mayor tranquilid­ad en las calles, lo que se podría perder por completo con la llegada de estos nuevos informante­s.

Los sectores más radicales creen que la relajación en la indumentar­ia es la peor corrupción

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AMOS CHAPPLE / GETTY ¿Se acabó? Escena de una pareja en las alturas de Teherán que podría acabarse si se aplica, también en las zonas ricas, el control del velo
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