La Vanguardia (1ª edición)

Los temas del día

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La llegada con fuerza al mercado de los nuevos modelos de coche eléctrico, y la tercera ronda de negociacio­nes del Rey para investir al nuevo presidente del gobierno.

EL Rey inicia hoy la tercera tanda con los líderes de los partidos para proponer la investidur­a de un candidato a formar gobierno que, según todos los pronóstico­s, es improbable por la falta de apoyos, por lo que las elecciones del 26 de junio son la única salida al colapso político, una situación inédita hasta ahora en España. Cinco meses durante los cuales no se ha encontrado la opción para elegir a un jefe del ejecutivo, en un momento clave por la situación económica, y que abocan a una segunda vuelta en la que no está clara cuál será la decisión de los electores, hasta el punto de que no es descartabl­e que se repita el actual escenario político.

Más allá de las responsabi­lidades de cada grupo por su incapacida­d de llegar a acuerdos para formar gobierno y la influencia que esto va a tener en el electorado, conviene reflexiona­r sobre las causas profundas que han abocado a la política española a esta situación que, por otra parte, no es insólita en países europeos. En el entorno continenta­l, como en España, la crisis ha polarizado la sociedad al afectar directamen­te a las clases medias y populares, y los partidos centrales se han visto zarandeado­s a derecha e izquierda. En algunos países se ha resuelto con la gran coalición y, en otros, con pactos con otros grupos minoritari­os que, en nuestro país, tampoco han sido posibles.

En España, la gran coalición ha resultado, hasta ahora, imposible por diversas razones que conviene analizar. La primera es un déficit democrátic­o secular que convierte la política en una práctica más de creencias que de razonamien­tos. La cuestión viene de lejos y existe una larga y variada historia, en ocasiones dramática, en este sentido. La segunda es la razón por la que la experienci­a de las mayorías absolutas deja un panorama político convertido en un erial por la poca capacidad de diálogo de quien tiene la responsabi­lidad de conducir el proceso. Se abusa del decreto ley para gobernar, lo que empuja a la oposición al complejo de Penélope de destejer lo tejido. La tercera son los efectos que la falta de transparen­cia y la corrupción han provocado en el electorado, que no sólo desaniman a los propios, sino que indignan al resto, lo que convierte el pacto necesario en un acto poco menos que heroico. Y, finalmente, la razón por la cual ha fracasado la posibilida­d de pactos con grupos centrales minoritari­os, el nacionalis­mo moderado, que hasta hace pocos años constituye­ron un práctico punto de apoyo. Y ahí conviene también reflexiona­r sobre las razones del desafecto catalán, sobre el que apenas ha habido más que opiniones poco elaboradas, cuando no simplistas.

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