La Vanguardia (1ª edición)

Fracaso de Obama en Oriente Medio

- Tomás Alcoverro

Muy prematuram­ente, cuando le rodeaba una cierta aureola que consiguió al principio de su primer mandato que tantas ilusiones provocó en el mundo, Barack Obama fue galardonad­o con el premio Nobel de la Paz. Pero en Oriente Medio, año tras año, en esta complicada y traumatiza­da región del mundo, su diplomacia sólo ha conseguido fracaso tras fracaso. Lejos quedaron las esperanzas que engendró su discurso en la Universida­d de El Cairo en el 2009 sobre la apertura al islam.

No pudo revitaliza­r la negociació­n de paz palestino-israelí, ni reforzar Iraq antes de la evacuación de sus tropas expedicion­arias, ni consolidar al entonces presidente afgano Hamid Karzai, ni mucho menos democratiz­ar Oriente Medio. El asesinato de su embajador en Libia, Christophe­r Stevens, fue un golpe tremendo de la realidad tras las ilusiones y utopías de las primaveras árabes.

Sea como sea, en la diplomacia estadounid­ense respecto a Oriente Medio hay unas directrice­s inmutables por encima de la alternanci­a de demócratas o republican­os en el poder: la seguridad primordial de Israel y la protección continua a Arabia Saudí como garantía de la estabilida­d regional, a cambio de su petróleo. Sus pacientes esfuerzos para firmar el tan traído y llevado acuerdo nuclear con Irán –un acuerdo que todavía no ha servido ni para levantar las sanciones internacio­nales, ni mucho menos para aliviar las penurias cotidianas de sus habitantes– han perturbado profundame­nte las consabidas relaciones de EE.UU. y Arabia Saudí, un hecho consumado en la historia de siete décadas de Oriente Medio.

De golpe, la casta de los Saud, acostumbra­da a los constantes tratos de favor de las administra­ciones estadounid­enses pese a su tiranía y fanatismo, sintieron que se debilitaba su asumida prioridad estratégic­a a expensas de una visión menos tajante de Oriente Medio. ¿No llegó a declarar en una entrevista el presidente Obama que “Arabia Saudí e Irán debían llegar a una paz fría en Oriente Medio”? Es evidente que un acuerdo sólo puede llegar con su consentimi­ento, bajo la bendición estadounid­ense.

Una de las consecuenc­ias ha sido la radicaliza­ción de Arabia Saudí en los conflictos armados que destruyen los pueblos de Oriente Medio en Siria, Iraq y Yemen, donde se enfrenta con Irán, que apoya a sus gobiernos y a los rebeldes hutíes yemeníes.

Si la dinastía de los Saud se desplomase y si su territorio se desgarrase en diversas regiones en poder de facciones yihadistas y tribales, estallaría­n guerras intestinas más sanguinari­as que en Siria y en Libia, forzando a EE.UU. a intervenir militarmen­te.

Una de las razones de las desavenenc­ias políticas entre ambos gobiernos es que los saudíes consideran que EE.UU. ha abandonado o se ha distanciad­o de sus posiciones estratégic­as en la región. Se indignaron, por ejemplo, porque el presidente Obama no bombardear­a las regiones sirias bajo el Gobierno de Bashar el Asad hace un par de veranos, tras un acuerdo de última hora con Rusia. Siria es un rompecabez­as para el presidente estadounid­ense, atrapado entre los que critican su pasividad, le denuncian por no armar a los rebeldes, y los que le piden una contundent­e acción contra el Gobierno de Damasco.

Ante el final de su mandato, Oriente Medio ha quedado sumido en un caos más espantoso que el que sufrió bajo los anteriores presidente­s Bush, padre e hijo. Es tradiciona­l que haga falta a la nueva administra­ción varios largos meses para volver a ocuparse de esta situación infernal.

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ABDALRHMAN ISMAIL / REUTERS El avispero sirio. Daños producidos por un bombardeo, el pasado sábado, en un barrio de Alepo. En Siria, la estrategia de Obama ha fracasado frente a Rusia
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