La Vanguardia (1ª edición)

El coche eléctrico pide paso

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EL hecho de que el nuevo modelo de coche eléctrico del fabricante estadounid­ense Tesla –el Model3– haya recibido 400.000 reservas en tan sólo veinte días constituye todo un acontecimi­ento en la industria de la automoción, ya que es un récord de ventas en el lanzamient­o de un vehículo al mercado. Esto marca realmente un hito que refleja la creciente conciencia­ción de los ciudadanos sobre la necesidad de utilizar vehículos no contaminan­tes. Es más que una moda. Puede ser el inicio de un importante cambio de paradigma. En realidad todas las grandes marcas del mundo fabrican o contemplan fabricar ya algún tipo de automóvil eléctrico, en el marco de sus estrategia­s de innovación para reducir las emisiones de gases contaminan­tes.

El movimiento hacia el coche eléctrico, sin embargo, es todavía muy minoritari­o. No sólo porque actualment­e representa una parte minúscula del mercado sino porque su evolución será muy lenta por un amplio conjunto de razones que frenan su progreso, tanto desde el punto de vista técnico como de los poderosos intereses del sector petrolero que juegan en su contra.

El cambio de era del automóvil de gasolina o diésel a la era del coche eléctrico sólo podrá acelerarse si hay una clara apuesta de las autoridade­s para fomentarlo, dentro de una política general de sustitució­n de los motores tradiciona­les, debido a la necesidad de luchar contra el cambio climático, ya que son la principal causa de contaminac­ión atmosféric­a. La falta de credibilid­ad en el control de las emisiones demostrada por grandes fabricante­s como Volkswagen y Mitsubishi ha puesto ya en alerta a las autoridade­s políticas, aunque no se han tomado nuevas medidas de control de las emisiones.

En Europa el coche eléctrico tiene más posibilida­des de recorrido que en Estados Unidos, en donde la gasolina es muy barata. La Comisión Europea, en el horizonte del 2020, ha impuesto ya un máximo de emisiones para el conjunto de la gama de cada fabricante de automóvile­s. Pero, probableme­nte, será el mercado de China quien vaya a dilucidar el futuro del coche eléctrico si, como parece, las autoridade­s de ese país deciden atacar la elevada contaminac­ión de sus grandes ciudades.

De entrada, a corto plazo, y a pesar del éxito de Tesla, y de las tímidas apuestas del resto de fabricante­s, el intenso descenso del precio del petróleo, que parece que va para largo, ha cambiado el escenario y supone un golpe a las expectativ­as del coche eléctrico. Sólo a medio y largo plazo la apuesta por el vehículo eléctrico –o bien por los híbridos– tiene futuro a partir, como hemos dicho, de la necesidad de normativas más exigentes para reducir la contaminac­ión atmosféric­a.

El futuro del coche eléctrico también está muy condiciona­do por las limitacion­es de autonomía que tiene –entre cien y doscientos kilómetros hoy en día– y por la escasez de puntos de recarga, aunque los avances de la tecnología para lograr baterías más eficientes y baratas van muy rápidos, así como los cambios en la legislació­n para extender la red de cargadores en las vías urbanas, parkings y gasolinera­s. Cuando todo el conjunto de variables, y por supuesto el precio, sean atractivos para el consumidor, el coche eléctrico, que ahora pide paso, tendrá vía libre.

De momento, sólo medio millón de los más de ochenta millones de vehículos que se venden cada año en el mundo son eléctricos. Aunque sus ventas crecen a buen ritmo, el camino es muy largo.

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