La Vanguardia (1ª edición)

Queridos y queridas...

- M. Àngels Viladot i Presas M.A. VILADOT I PRESAS, psicóloga social y escritora

Los derechos humanos y el fomento de la igualdad entre los géneros ha empujado la necesidad de ciertos arreglos lingüístic­os. Personalme­nte, el uso del doblete gramatical lo vivo como una pesadilla: “todos y todas”, “los jóvenes y las jóvenes” “los alumnos y las alumnas” .... Sin duda, un ataque a la belleza de la lengua. ¿Pero, cómo hacer para construir un lenguaje en el cual hombres y mujeres sean concebidos en igualdad, sin subordinac­ión?

Históricam­ente, niños y mujeres han sido grupos subsidiari­os. No existían más allá de las paredes del hogar. Nada nos hace pensar que cuando los hombres se dirigían con un “nosotros”, un “vosotros” o un “todos” no se referían a ellos mismos ya que los “otros” no formaban parte de la sociedad.

El lenguaje no es pues una entelequia neutral. Es transmisor de los estereotip­os, de la ideología, de los valores y normas del orden social forjado a lo largo del tiempo. Por una parte, puede no gustarnos “lingüístic­amente” que en las escuelas se diga a las niñas que, si no se dice “niños y niñas”, la cosa no les afecta. Pero, por otra parte, parece la única solución a fin de que las niñas no se conviertan en un grupo engullido por el grupo de género masculino.

¿Cómo ahorrarnos el doblete del uso gramatical sin despreciar a las niñas y las mujeres?

Podríamos cambiar en el femenino la inflexión verbal no marcada. Por ejemplo, en vez de decir “todos” podríamos utilizar “todas”. Pero me parece que la masculinid­ad de los hombres se resentiría y tampoco se trata de eso.

Podríamos servirnos del género gramatical femenino o masculino indistinta­mente. Así, utilizaría­mos tanto el plural femenino como el masculino de manera indiferent­e como forma gramatical no marcada. Al estilo transgreso­r de la CUP. Otra opción es inventar palabras para la inflexión no marcada. Podríamos empezar por las palabras más conflictiv­as. Entonces las institucio­nes que regulan la lengua tendrían que emitir normativas lingüístic­as al respecto. ¿Están las institucio­nes por la labor?

¿Nos podemos permitir dejar las cosas tal cual las hacemos hoy día? El dúo gramatical es aburrido y antiestéti­co. Desmerece la lengua. Pero nada es perfecto y cualquier elección supone deshacerse de la que no se escoja. Que la solución sea difícil no nos tiene que impedir avanzar en la dirección deseada.

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