El mar como colchón
Miquel Riera impulsa Mallorca como destino del psicobloc, escalar en acantilados y sin protección
Personaje literario; guía de Lachlan Murdoch, uno de los hijos del empresario australiano de la comunicación; chico gogó; profesor y divulgador del psicobloc, un tipo de escalada consistente en trepar sin cuerdas por acantilados con el mar como colchón. El mallorquín Miquel Riera interpreta a un puñado de papeles, el más conocido, el de impulsor de este deporte que atrae cada año a Mallorca a aficionados de todo el mundo. “Todo empezó con los amigos a finales de los 70 en Porto Pi, en Palma, donde hacíamos escalada en bloque (por pequeñas paredes sin cuerda, ni arnés, ni elementos de fijación) y al llegar el verano, con el calor, nos propusimos subir por una gruta a 14 metros de altura. Si caíamos lo hacíamos en el mar y, claro, cuando llegas tan alto sin cuerdas te entra miedo, por eso le puse el nombre de psicobloc”, explica Riera en una visita a Barcelona.
Riera insiste en que no es el inventor de esta versión de la escalada, “que siempre se ha practicado en lugares con mar y donde hace calor”, pero sí fue quien lo bautizó como psicobloc. También ha explorado el litoral mallorquín en busca de zonas adecuadas para este deporte: “Paredes de cinco a 20 metros, en lugares donde el mar tenga una profundidad de un mínimo de seis metros. Es la escalada más minimalista y pura, sólo necesitas pies de gato y magnesio”, cuenta Riera subrayando que con el psicobloc se abre un nuevo mercado turístico. Grupos de americanos aterrizan en Palma buscando los fotogénicos escenarios que ha hecho famosos Chris Sharma, el californiano afincado en Barcelona considerado uno de los mejores escaladores en roca del mundo. Sharma abrió en el 2007 una vía de máxima dificultad (9A) en Es Pontàs, una roca erosionada en forma de arco que emerge del mar entre las calas de Santanyí y Llombards. Allí, y en otros enclaves, se rodó King Lines, el documental de Josh Lowell y Peter Mortimer protagonizado por Sharma que ganó múltiples premios en festivales de cine, entre ellos el Emmy de deportes del 2007.
Riera sigue rastreando rocas que reúnan las condiciones para el psicobloc y haciendo de guía de grupos, muchos americanos. Su amigo Sharma trajo al citado Lachlan Murdoch a la isla con el gancho del psicobloc y Riera les hizo de cicerone. Lachlan y su padre, Robert, llegaron con sus respectivos barcos y Riera tuvo la oportunidad de conocer al magnate. “Comí en el barco del padre, estuvimos charlando, y después pasamos cuatro días haciendo psicobloc con Lachlan”.
La mayoría de escaladores o de alpinistas que ansíen vivir de estos deportes tienen que hacer un poco de todo: sólo un reducido número, los mejores, disfruta del generoso apoyo de los patrocinadores. En el historial de Riera, de 52 años, hay de todo. De gogó de discotecas de moda de Ibiza y Mallorca cuando era veinteañero a conferenciante en congresos de turismo difundiendo el potencial del psicobloc. “Cuando vi por primera vez a la Fura dels Baus me dije: ¡Estos tíos nos han copiado! Es que yo y otros tres escaladores montamos el espectáculo Escalart, nos colgábamos con cuerdas del techo, íbamos medio desnudos, pintados, solo llevábamos taparrabos... Hacía de araña mutante. Música a toda pastilla y enfocados con cañones de luz, era extenuante. Pero pagaban bien”, recuerda a carcajadas.
Y ha demostrado que el psicobloc da para mucho: imparte clases de esta especialidad en FP, ha publicado una guía (Psicobloc.
Mallorca) y es el personaje central de Setembre, octubre i Novembre (l’altra editorial), de Joan Miquel Oliver, compositor y letrista de Antònia Font. Oliver siguió durante estos tres meses al escalador, de noche y de día. En bares y en paredes.