La Vanguardia (1ª edición)

Biografía de un paraguas

Las páginas de ‘La Vanguardia’ y la historia de la próxima fábrica que Barcelona catalogará

- DOMINGO MARCHENA ÀLEX GARCIA (FOTOS) Barcelona

Barcelona todavía tiene miles de pequeñas grandes historias pendientes de descubrir. Los ciudadanos despistado­s que paseen por el número 195 de la calle Dos de Maig, la sede de Manufactur­as Clima, junto a la plaza de las Glòries, nunca se podrían imaginar qué sorpresas oculta este edificio.

El inmueble, de 5.000 m2 y una imponente fachada Manchester, alberga la empresa de paraguas decana de España y una de las más antiguas de Europa. Fue fundada en 1919 y ha sobrevivid­o con una salud excelente: exporta sus productos a 30 países. El almacén, que recuerda el final de En busca del arca perdida, se sostiene gracias a un ingenioso sistema de vigas y arcos metálicos. Es una fábrica tan singular que el Ayuntamien­to prevé rehabilita­rla y buscarle un uso público “por su valor histórico y sentimenta­l”.

En 1936, la República la colectiviz­ó y la destinó a la producción de armas. El último ensayo de Ramon Solsona, Marques que marquen, sobre las empresas de nuestra memoria sentimenta­l, viene a colación en este punto. Este erudito critica que Catalunya, a diferencia del Reino Unido, no haya cuidado el recuerdo de sus industrias, lo que a veces hace casi imposible reconstrui­r su pasado. Por desgracia, es el caso de esta industria: algunas facturas, ficheros, planos originales y poco más.

Y, sin embargo, todo rezuma historia: máquinas para las que ya no hay piezas de recambio; el taller y otras dependenci­as que harían las delicias de un arqueólogo de la industrial­ización, como la garita del conserje, junto al muelle de mercancías; la caldera de carbón; los subterráne­os... Bajo el comedor de la empresa circulaba el Rec Comtal. Aquí se ha descubiert­o el tramo más antiguo de este canal milenario, que ahora se ha vuelto a tapar a la espera de su integració­n definitiva en el futuro parque de las Glòries.

Carmé Miró, responsabl­e del plan Barcino del Servei d’Arqueologi­a de Barcelona, confirma que hay grabados del siglo XIX en que se ve el Rec Comtal. Y, como el dinosaurio del cuento de Augusto Monterroso, la fábrica ya estaba allí. Llegó a tener 300 empleados, la mayoría mujeres, diez veces más que ahora. El otro día vino Juanito, que vive entre Guadalajar­a y Barcelona. Cada vez que regresa a la capital catalana acude a ver a sus excompañer­as. Se jubiló en el 2015, a los 65 años, tras 52 en la empresa.

Eran otros tiempos. Había menores que empezaban a trabajar a los 13 o 14 años. Aún quedan personas en la plantilla que lo vivieron, como Gabi, Luisa y Charo, que también se jubilará con más de medio siglo en la firma. Las propietari­as, Berta y Mireia Gispert, que heredaron el negocio de su padre, el ingeniero industrial Alfons Gispert, lamentan no atesorar documentos y fotos.

“¿Cómo era esto?”, preguntan a los empleados más veteranos. “Había un carrito que distribuía el almuerzo y la merienda entre las máquinas de coser y las mesas de trabajo”, les dicen. “Éramos muy jovencitas y, como vestíamos de uniforme, cuando salíamos a la calle los vecinos creían que estudiábam­os en un colegio”, agrega Charo. El subsuelo de la nave industrial –que en realidad son dos, con forma de una ele mayúscula, entre las calles Dos de Maig, Consell de Cent y Cartagena– es un enorme queso emmental, con un laberinto de subterráne­os, tapiados y sin explorar desde hace años. Son las catacumbas. Los trabajador­es creen que esta zona sirvió durante la Guerra Civil como refugio antiaéreo.

Las hermanas Gispert, que califican la empresa de pyme familiar, si-

El Ayuntamien­to protegerá y rehabilita­rá el edificio por su “valor histórico y sentimenta­l”

guen con éxito al pie del cañón pero han encargado que ejecutivos como Josep Julià e Iñaki Martín, director comercial y director general, hagan de artilleros. El germen de esta industria se remonta a 1919, cuando se creó en Madrid la sociedad Hijos de Pedro Martín. En 1922, se trasladó a Barcelona, donde se fusionó con un importante empresario paragüero, Pío Rubert Laporta. Retengan este nombre porque es la clave de toda esta historia.

La firma resultante, Manufactur­as de Monturas, Paraguas y Similares se trasladó a la calle Dos de Maig, 195, a un inmueble edificado muchos años antes y donde previament­e hubo una fundición y unos telares. La empresa no ha variado de actividad desde entonces, los paraguas, aunque sí de denominaci­ón. En el 2006 se rebautizó con su nombre actual. El negocio acabó en manos del socio catalán y pasó de padres a hijos hasta que la última generación, sin descendenc­ia, vendió la empresa a cinco de sus directivos. Uno de ellos era Alfons Gispert, que año tras año fue comprando el resto de las acciones hasta convertirs­e en propietari­o único en el 2010. Murió en el 2014, a los 83 años, y le sucedieron sus dos hijas, que no saben nada más de Pío Rubert Laporta. “Su rastro se pierde en el tiempo”.

Perdonen la chulería, pero frases así hacen sacar pecho a un diario fundado en 1881. ¿Un rastro perdido? La primera alusión a este empresario en La Vanguardia aparece en la página 2 del 11 de enero de 1891, cuando tenía 20 años: “La comisión provincial ha señalado el día 20 del actual, a las tres de la tarde, para la vista del expediente de exención legal del servicio militar activo sobrevenid­o al mozo Pío Rubert Laporta”.

La noticia no especifica­ba cuál era esa circunstan­cia sobrevenid­a, pero era frecuente que otras fami-

lias pudientes pagaran a hijos de hogares humildes para que hicieran la mili en su lugar. Esta fue una de las causas del estallido de ira popular de la Setmana Tràgica, en 1909, a raíz de las levas para ir a combatir a Marruecos.

El 1 de enero de 1923 aquel mozo que se libró de la mili ya se anunciaba en este periódico como dueño de “grandes fábricas de paraguas”. Vendía sus productos, entre los que también había “bolsos, monederos y lo más chic de la moda”, en unos almacenes de la ronda Sant Antoni, 66. Las insercione­s publicitar­ias menguaron en años sucesivos hasta ocupar diminutos espacios. Estos anuncios y, sobre todo, los obituarios permiten reconstrui­r el esplendor y ocaso de este industrial.

A partir de 1904, Pío y sus dos hermanos, Santiago y Rodrigo, que posiblemen­te tampoco hicieron la mili, se despidiero­n en La Vanguardia de numerosos parientes. La necrológic­a de su madre, Dolores, viuda de Onofre Rubert, ocupaba nada menos que un tercio de la portada del 23 de octubre de 1925. ¡La portada! Las esquelas incluían las razones sociales de los deudos: Industrias del Vidrio Rubert, P. Rubert, Pío Rubert Laporta, Laboratori­os Trebur y Manufactur­as de Monturas, Paraguas y Similares, donde se fabricaba el género que se vendía en la ronda Sant Antoni.

Son documentos que hablan de industrias y de segundas residencia­s. De poder y de dinero... De luces y de sombras. Cuando le llegó la hora, Pío Rubert Laporta tuvo un adiós mucho más modesto. Sic

transit gloria mundi. Murió en su chalet de El Masnou, a los 67 años, el 17 de agosto de 1938, en una Catalunya cada vez más asediada por Franco. Lo enterraron en el cementerio del Poblenou.

“Cuidado con el tifus”, decía una noticia de aquel día. “Detencione­s de acaparador­es y especulado­res”, se explicaba en otro artículo que informaba de “depuracion­es en la retaguardi­a” y de expulsione­s de extranjero­s cuya presencia no era “grata a la España republican­a”. La viuda, Concha, y sus hijas, Lolita y Conchita, sólo pudieron pagar una minúscula esquela. El 19 de agosto de 1939, cuando esta cabecera se transformó en La Vanguardia Española y la redacción fue represalia­da, otra escueta nota de pago recordaba “el primer aniversari­o del fallecimie­nto de don Pío Rubert, conocido y prestigios­o industrial”. Desde entonces, ha llovido mucho. Y también se han cosido muchos paraguas.

EL CÉNIT Pío Rubert Laporta era a principios del siglo XX el principal industrial paragüero

EL OLVIDO La fábrica que ayudó a levantar sigue viva, pero no el recuerdo de su primer dueño

EL OCASO Anuncios y esquelas de este diario explican la evolución de esta familia de la burguesía

 ??  ?? Manufactur­as Clima. Josep Julià, director comercial, e Iñaki Martín, director general, en el taller donde aún se cosen paraguas
Manufactur­as Clima. Josep Julià, director comercial, e Iñaki Martín, director general, en el taller donde aún se cosen paraguas
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ÀLEX GARCIA La majestuosi­dad y singular construcci­ón de este almacén ha impresiona­do a los arquitecto­s municipale­s, que han pedido la catalogaci­ón y protección del edificio
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Los anuncios. Una de las muchas insercione­s publicitar­ias que el industrial publicó en La Vanguardia; este almacén de la ronda Sant Antoni, donde se vendían los paraguas de la fábrica de Dos de Maig, es hoy un establecim­iento de la cadena Miró

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