La Vanguardia (1ª edición)

Realidad televisada o realidad televisiva

- Alfred Rexach

Conferenci­a académica (supuestame­nte, como las culpabilid­ades antes de sentencia): Pablo Iglesias, la gran esperanza blanca de la izquierda indignada y emergente, arremete contra los medios de comunicaci­ón. Ni escriben ni publican lo que a él le gustaría –elogios y bendicione­s– y el líder de masas airadas critica, delata y denuncia. Ya dijo una vez que “incluso que existan medios (de comunicaci­ón) privados, ataca la libertad de expresión” (Cuatro). A él debía de gustarle la Pravda de la guerra fría –“Proletario­s del mundo uníos”–, cuando ese diario ruso difundía las tesis únicas del Partido Comunista de la Federación Rusa (en el idioma de Tolstoi, “pravda” significa “la verdad”). En España no existe dictadura ni tampoco hay un régimen de partido único, pero eso no mengua la nostalgia del conferenci­ante de la Complutens­e, de ahí su maligno ataque a un periodista que escribe en un diario (El Mundo) cosas que a Iglesias no le gustan.

La acometida fue transmitid­a por múltiples television­es –privadas, claro– y el líder, consciente de que ha metido la pata y de que esos desahogos quitan votos, va y pide perdón al periodista al que quiso humillar. “No debía personaliz­ar”, puntualiza el exasesor de dictadores caribeños, pero sostiene que con su ataque ha abierto un debate de interés general. Já. Da miedo pensar qué futuro espera a los periodista­s sin carnet del partido si un día el caballero de los guantes de boxeo y la sensual cabellera (Vanity Fair) llegara a la Moncloa. Ríete tú del cabreado Robles Piquer.

La pantomima de la Complutens­e –una “sesión académica” (¡¡???)– era realidad televisada, que no debe confundirs­e con la realidad televisiva. La primera da cuenta de los hechos tal como sucedieron y el espectador puede formarse su propia opinión. La realidad televisada es democracia pura, con frecuencia de muchos quilates. La realidad televisiva –disciplina en la que Iglesias es un verdadero experto apretando las tuerkas– deforma la realidad y transmite ficción. Sálvame Deluxe (Telecinco) o Quiero ser monja (Cuatro) son programas de realidad televisiva, por eso puedes tomártelos a broma. En cambio, la realidad televisada debe tomarse muy en serio, es la que nos dice qué pasa y cómo somos.

Más ejemplos de realidad televisada: la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, abroncando a los diputados. Joan Coscubiela (Sí que es Pot), parlamenta­rio catalán con bastante más currículo y solvencia que la muy honorable presidenta, se quejó de la regañina y Carme, doña Carme, le dejó clavado en su escaño espetándol­e: “Yo presido la Cámara y usted haga de portavoz, que es lo que toca”. ¿Era necesaria tanta petulancia, presidenta?

Y otro ejemplo: Luis de Guindos riéndose a carcajadas en el Eurogrupo, cuando su colegas le hablaban de la eventualid­ad de un gobierno de coalición. Pues no se ría, ministro, pues no se ría y, si ha de hacerlo, que sea aquí, en escenario local. De lo contrario, corre el riesgo de que la realidad televisada le pille haciendo gracietas, como le pillaron cuando Juncker casi le estrangula.

Pablo Iglesias parece añorante de la docilidad de ‘Pradva’, el diario ruso que difundía las tesis únicas del Partido Comunista

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