Buenas, comprometidas melodías
La muy esperada continuación de aquel indiscutiblemente magistral Let England Shake, alumbrado hace ya un lustro, ha estado precedido de intensos y prolíficos preparativos. Lo sustancial es que estos implicaron que Polly Jean Harvey se hiciese curtida viajera a parajes tan distintos como Afganistán, Kosovo y la capital federal de Estados Unidos, siempre en compañía del realizador y fotógrafo Seamus Murphy. El objetivo era testimoniar y captar sobre el terreno los efectos de la guerra y la pobreza. De todo el material y de todas las experiencias generadas, ya han aparecido un libro, una instalación y, pronto, un documental.
Este disco refleja ese cúmulo de vivencias y cómo las ha digerido la música británica. Y su plasmación sonora más inmediata es que apuesta por una simplicidad bastante agreste, olvidándose de los samples y de las guitarras con reverb del glorioso álbum anterior. Un planteamiento básico en donde los instrumentos protagonistas, escasos, se hacen notar en su crudeza, desde unas guitarras distorsionadas a una batería que parece no conocer muchas sutilezas, o unas armonías vocales en la línea Nick Cave. Todo ello quizás no permita ver el elevado nivel melódico de las canciones incluidas en este álbum no necesariamente asequible. Sonoramente, sus referencias son conocidas, ora blues eléctrico, ora ramalazos de glam, finalmente rock garajero de los sesenta. Las letras, en cambio, caen en la obviedad en más de una ocasión (Dollar Dollar), como si lo allá visto la hubiese abducido de algún modo.