Simeone, con un par
Es muy fácil empatizar con Diego Pablo Simeone. Tanto que el Barça perdió una Liga por un gol anulado injustamente a Messi y nadie protestó porque se consideró que el Atlético del Cholo se merecía el título. Tanto que apenas hace unos días en el Calderón al equipo blaugrana le escatimaron un penalti que podía haber forzado la prórroga en la Champions y en el conjunto barcelonista se llegó a la conclusión de que el Atlético era el justo vencedor. La obra del entrenador argentino con el cuadro colchonero es de matrícula de honor. No hay en Europa otro equipo más difícil de doblegar que los rojiblancos. Con menos recursos futbolísticos que el Barcelona y el Madrid los trata de tú a tú y llegando a finales de abril está en las dos barajas, la de la Liga y la de la Copa de Europa. Su labor en este sentido merece sólo un calificativo: Chapeau. Simeone se ha llenado la boca diciendo que su Atleti “es el equipo del pueblo” y representa “los valores de la vida”. Pero de cuando en cuando el Cholo enseña su lado oscuro. Ese que, como futbolista, le llevó a patear con mala baba el muslo de Julen Guerrero. Ese que, como entrenador, hizo que le propinara un pescozón a un cuarto árbitro. Hijo de una escuela donde vale todo y en la que se puede ganar a cualquier precio, a las órdenes en su día de Carlos Bilardo (sí, el del “pisalo, pisalo, al enemigo ni agua”) a Simeone se le carcomen los demonios en la banda. Hay imágenes que parecen demostrar que el argentino indicó el sábado a un recogepelotas que lanzara un segundo balón al césped para intentar frenar un contragolpe del Málaga. El técnico fue expulsado y después dijo que “había sido el chico”, aunque catalogó de “justa” la expulsión. Habrá quien diga que esto es ser canchero, expresión argentina para indicar que uno conoce todas las triquiñuelas del juego y es dueño del otro fútbol. Pero
habrá que llamar a las cosas por su nombre y eso, si se confirma que el Cholo estuvo detrás de la treta, es hacer trampas. Ni equipo del pueblo ni valores de la vida. El portero del Málaga, Ochoa, dijo que no recordaba nada igual desde que jugaba en la calle. Sí, la calle puede ser una jungla y tener otras reglas pero sobre un césped lo que ocurrió es sonrojante. Es cierto que el Atlético, a falta de más jugadores artísticos, ha de recurrir a otras armas para compensar este déficit. Es verdad que donde no le llega el talento le alcanzan las piernas y un corazón inmenso. Hay pocos equipos que crean tanto en lo que hacen como los rojiblancos. A fanatismo y fe no les gana nadie. Pero esa simpatía adquirida como outsider y alternativa a los poderosos no les da derecho a estar por encima de la ley. Así lo interpretó Mateu Lahoz pero en la opinión publicada, al menos ayer, no se produjo un torrente de críticas hacia el Cholo. Si lo llega a hacer Mourinho…