La maldición del Vélodrome
Hace más de 7 meses que el Olympique de Marsella no gana en casa, el mayor estadio de la liga francesa
Ni con Míchel ni sin Míchel. El Olympique de Marsella lleva más de siete meses sin ganar en casa, en el Vélodrome, el mayor estadio de la liga francesa, y su vida se ha complicado de tal manera que el histórico club, el único francés que ha levantado una Copa de Europa, tiene motivos para temer por la permanencia a falta de tres jornadas. La llegada al banquillo de Franck Passi en sustitución del entrenador español, que ha tenido una estancia breve y convulsa en la ciudad de la bullabesa, no ha conseguido conjurar el maleficio. Ayer el Vélodrome, cada vez más desierto de aficionados, registró un empate (1-1) en la visita del Nantes. Bien mirado no constituye ninguna sorpresa: el conjunto marsellés ha reproducido este resultado hasta 14 veces en la liga actual. Así, sumando de uno en uno y sin ninguna victoria en los últimos 11 partidos, el Marsella ha pasado de discutir la jerarquía del PSG en la pasada temporada a la pesadilla actual.
El último triunfo que ha celebrado el Vélodrome tuvo lugar el 13 de septiembre del 2015, un 4-1 contra el Bastia ante 67.000 espectadores, un campo atestado de aficionados y de ilusiones que se han ido esfumando lenta pero inexorablemente. Dos victorias en casa en toda la temporada no representan un reclamo aceptable, por no hablar del juego mediocre de un equipo abatido por una pésima planificación. Marcelo Bielsa se olió el desastre. Al término del primer partido de la temporada, una derrota 0-1 ante el Caen, el técnico argentino presentó la dimisión. Por cosas como esta le apodan el Loco. Justificó su decisión en diferencias con el club, al que acusó de haber variado los términos del nuevo contrato que iba a firmar.
En realidad Bielsa sabía que, a excepción del portero Mandanda, carecía de jugadores de peso para sustentar el historial de un club que hace alarde de una Liga de Campeones (1993), 9 ligas (la última en el 2010), 10 copas de Francia y 3 copas de la liga. Sabía, después de una temporada en la que había sido campeón de invierno pero decayó hasta la cuarta posición final, que el banquillo del Vélodrome estaba conectado a la red de alta tensión. Pero Míchel González lo desconocía, o en su defecto decidió asumir el riesgo. Empezó bien el técnico español, con dos victorias en casa que euforizaron, quizá exageradamente, a la revoltosa y exigente afición marsellesa.
Poco podían sospechar que ya no iban a celebrar otro triunfo. Comenzaba el maleficio del Vélodrome que fue agotando la paciencia de los directivos y los seguidores. Sonaba Míchel, pero esta vez para la destitución. Antes del partido contra el Rennes, hace poco más de un mes, los seguidores se organizaron para no acceder al estadio hasta el minuto 15 en protesta por la situación del equipo. Cuando entraron, los visitantes ya habían marcado tres goles. El Marsella no encontraba la manera de salir del túnel y, en cierta manera, el técnico se había inhibido de la problemática: “Tenemos que dar confianza a los jugadores pero para jugar en un gran equipo como el Olympique Marsella la confianza no es algo que deba dar el entrenador. Debe residir en cada jugador. Eso se llama calidad. La calidad de los jugadores no es mala, pero la presión es enorme para jugar en un club como este”.
Franck Passi exhortó a sus jugadores a ponerse el mono de trabajo, y ayer mostraron un poco más de amor propio que de costumbre, pero el enfermo no está, ni mucho menos, curado. La buena noticia para el nuevo entrenador es que de los tres partidos que quedan para la conclusión de la liga francesa –que desde hace semanas se ha adjudicado un PSG que ha sumado 45 puntos más que el Marsella, más del doble–, dos serán fuera del Vélodrome. Y que el 21 de mayo disputará la Copa de Francia contra el PSG, el que debía ser su gran rival a comienzos de temporada, en terreno neutral, en el estadio nacional de Saint-Denis.