Moqtada Sadr
LÍDER CHIÍ IRAQUÍ
El poder en Iraq no está en manos del primer ministro Abadi, sino del líder espiritual chií Moqtada Sadr (42) y de los ministros suníes, corruptos que no dimiten. Sadr hace la guerra por su cuenta y debilita aún más a Iraq.
Los miles de partidarios del carismático y turbulento jeque Moqtada al Sadr, que el sábado ocuparon la zona verde de Bagdad, fueron expulsados ayer por el ejército. Salieron de la sede del Parlamento, aunque algunos quedaron acampados en los alrededores.
Este perímetro urbano privilegiado de seis kilómetros cuadrados de superficie es un gueto en donde trabajan y viven varios miles de personas. Además de las embajadas de EE.UU. y Gran Bretaña, de las oficinas de empresas constructoras y de compañías privadas de seguridad, con sus guarniciones y acuartelamientos, con sus propia policía y emisora de radio, sus restaurantes y bares exclusivos, allí se encuentran sobre todo las sedes del maltrecho poder estatal iraquí, como la presidencia de la República, la oficina del primer ministro y el Parlamento con sus controvertidos diputados. En este microcosmos hay suministro de electricidad las veinticuatro horas al día, mientras que la población de Bagdad está sometida a imprevisibles restricciones de corriente que dejan sin luz y sin agua, casi todas sus jornadas. Algunos manifestantes comentaban que era la primera vez que penetraban en este sanctasanctórum desde los tiempos del rais Sadam Husein y lamentaban que este hermoso lugar no estuviese abierto a todo el mundo.
Moqtada al Sadr incitó a sus seguidores a ocupar el Parlamento después de los interminables debates de sus diputados para dar su voto a un gobierno de tecnócratas, propuesto por el primer ministro, el chií Haider el Abadi, que reduciría el poder de los partidos políticos tradicionales y combatiría la corrupción. El jefe del gobierno dio órdenes ayer para que se detuviera a los responsables del asalto.
Ante el fracaso de la clase dirigente, incapaz de reformar el sistema político, el movimiento popular Ahora ha presionado a los diputados para que otorguen su confianza al propuesto equipo ministerial. Abadi, al que apoya EE.UU. en sus esfuerzos de regenerar el Estado iraquí y hacer la guerra al Estado Islámico (EI), ha quedado atrapado como su antecesor Maliki en una inextricable crisis política.
Moqtada al Sadr ya había desafiado a Maliki por desmantelar su milicia, el Ejército del Mahdi, pidiéndole “nuevas caras que representasen al pueblo iraquí”. El poderoso heredero de una prestigiosa familia de jerarcas de Najaf, la ciudad santa, es un personaje central en la historia del Iraq post baasista, que había luchado ferozmente tanto contra los marines estadounidenses en la batalla de Najaf del 2004 como contra los grupos más fanáticos suníes en su cruenta guerra civil. En varias ocasiones, sus hombres hicieron grandes demostraciones de fuerza en Bagdad. Entre sus partidarios, estaban las escuadras de la muerte, que aterrorizaron a Al Qaeda y a sus infeudados, pero también bandas de forajidos, contrabandistas del petróleo que escapaban a su autoridad y que formaban una suerte de clase marginal violenta. Fue el anterior ministro Maliki quien derrotó a su milicia y la expulsó de Ciudad Sadr, en la periferia de la capital, forzándole a refugiarse en Irán y abandonar la acción política.
En Iraq las divisiones entre los chiíes siguen siendo muy profundas pese a su infeudación al régimen de los ayatolás persas. Si el dislocado Ejército del Mehdi se reorganizase podría ser el más feroz enemigo de las bárbaras hordas yihadistas de Abu Bakr el Bagdadi, líder del EI.
Moqtada al Sadr ha vuelto a agitar las calles de Bagdad.
Sadr intenta rehacer su milicia personal, el Ejército del Mehdi, desmantelada por el anterior gobierno