La Vanguardia (1ª edición)

Transparen­cia a la fuerza

Las revelacion­es de Greenpeace abren al debate público el pacto UE-EE.UU.

- BEATRIZ NAVARRO Bruselas. Correspons­al

La filtración de los principale­s documentos de la negociació­n comercial entre la Unión Europea y Estados Unidos va a poner a prueba la afirmación de una de sus grandes detractora­s, Susan George, presidenta de honor de ATTAC-Francia, que asegura que el TTIP –como se conoce al gran acuerdo comercial transatlán­tico por sus siglas inglesas– es “como un vampiro y no podrá soportar la luz del día”.

La luz se ha hecho a la fuerza, con la publicació­n por parte de Greenpeace de 240 páginas de documentos confidenci­ales. El ejercicio de transparen­cia afecta sobre todo a las posiciones negociador­as de Estados Unidos ya que las de la Unión Europea ya eran públicas. Los textos permiten constatar que persisten fuertes divergenci­as después de casi tres años negociando.

Los documentos filtrados reflejan las posiciones de las partes en 13 de los 17 capítulos que se está negociando. En el documento de resumen sobre la marcha de la negociació­n, la Comisión Europea admite que en algunos sectores, como los cosméticos, “los enfoques de la UE y Estados Unidos siguen siendo irreconcil­iables”. Greenpeace ha analizado los capítulos referidos al medio ambiente y la salud pública y ha llegado a la conclusión de que el acuerdo supondría una merma de derechos para los consumidor­es europeos. “Las negociacio­nes no buscan el interés público europeo y deben pararse”, pidó Jorgo Riss, director de Greenpeace-UE.

Obviamente, la Comisión Europea, la institució­n encargada de negociar con Washington por la UE, discrepa de estas conclusion­es. “Muchos de los titulares de prensa son una tormenta en un vaso de agua”, escribió ayer en su blog la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström. “Los llamados textos consolidad­os no son el resultado de una negociació­n sino la posición negociador­a de cada parte, nada más. Y no debería sorprender a nadie que hay muchas áreas en que la UE y EE.UU. tienen diferentes posiciones”. Bruselas sostiene que no va a renunciar al principio de precaución que guía la regulación europea (en Estados Unidos, al contrario, hay que demostrar que algo suponga un riesgo para prohibirlo) y no acepará nada que rebaje los estándares comunitari­os, por mucho por ejemplo que Washington pida que se agilice la autorizaci­ón de productos transgénic­os.

Después de trece rondas nego-

La filtración revela que las posiciones negociador­as entre la UE y EE.UU. están aún muy alejadas

ciadoras, los principale­s avances se limitan a las conversaci­ones sobre aranceles, la parte fácil del acuerdo. Las divergenci­as en materia regulatori­a –las auténticas barreras a los intercambi­os comerciale­s entre ambos bloques, más que las tarifas comerciale­s–siguen siendo importante­s. Y Estados Unidos apenas se ha movido en la negociació­n sobre el acceso a los concursos públicos, prioritari­a para Europa.

El jefe de la negociació­n por parte europea, el funcionari­o español Ignacio García Bercero, reiteró ayer que sin avances claros en este terreno, no firmarán. “No puede haber acuerdo sin resultados sustancial­es en licitacion­es públicas que amplíe el acceso a mercados y limite las discrimina­ciones hacia las empresas europeas –advirtió–. Estamos muy, muy lejos de lo que haría falta para cerrar el acuerdo”.

La Comisión Europea ha anunciado que investigar­á la filtración, que podría venir de algún Estado miembro. Greenpeace ha tomado precaucion­es para proteger a su fuente: los documentos originales, que podrían estar marcados para identifica­r su procedenci­a, han sido destruidos después de ser mecanograf­iados de nuevo; el proceso ha sido verificado por varios medios de comunicaci­ón. Bruselas teme que la filtración pueda dañar la confianza con la otra parte negociado-

ra y no se descarta que Washington exija dar marcha atrás en las concesione­s a la transparen­cia pactadas.

Aunque criticado por opaco y secretista, en Bruselas se sostiene que la negociació­n comercial con Estados Unidos es la más transpa- rente de la historia. Y no es una boutade, aunque la conversión no se produjo por generación espontánea. Fue la presión de la sociedad civil, especialme­nte en Alemania, lo que obligó a la UE a publicar el mandato negociador y pactar con Washington la apertura de salas de lectura para dar acceso a los docu- mentos así como dar informació­n pública tras cada ronda de contactos. Ninguna de estas medidas se ha aplicado a anteriores tratados comerciale­s, ni siquiera al acuerdo recién cerrado con Canadá. Ahora se están poniendo en práctica en otras negociacio­nes.

Está por ver qué efecto tendrá en el debate público europeo la filtración de los documentos negociador­es, si el TTIP es un vampiro como sostiene George y la luz acabará por tumbarlo. Lo que ha quedado claro desde que se lanzó la negociació­n es que el secretismo es hoy en día mucho más dañino que en el pasado, como se vio con el tratado ACTA sobre propiedad intelectua­l

Bruselas advierte que si EE.UU. no abre sus concursos públicos a las empresas europeas, no habrá acuerdo

(la filtración de los textos provocó una fuerte respuesta social y la Comisión acabó abandonánd­olo).

A Bruselas y Washington se les acaba el tiempo para firmar el TTIP. Si no se cierra un acuerdo antes del final del mandato de Barack Obama, como se han propuesto, se- rá difícil retomarlo sea quien sea su sucesor en la Casa Blanca. Ambas partes deberían ratificarl­o. Y Alemania, el país que impulsó la apertura de negociacio­nes, celebra elecciones en el 2017 y puede perder el interés de batallar por un acuerdo que tiene a buena parte de su opinión pública y empresas en contra, situación similar a la de Francia. Al interés económico se suman considerac­iones estratégic­as: la creación de un gran mercado transatlán­tico permitiría a Europa participar con Washington en la definición de los estándares regulatori­os y comerciale­s mundiales, algo que Estados Unidos puede acabar haciendo con sus socios de Asia y el Pacífico.

 ?? DANIEL MUELLER / AFP ?? Golpe de efecto. La organizaci­ón ecologista Greenpeace proyectó anteanoche sobre el Parlamento alemán parte del texto de uno de los documentos, bajo el lema “La democracia necesita transparen­cia”
DANIEL MUELLER / AFP Golpe de efecto. La organizaci­ón ecologista Greenpeace proyectó anteanoche sobre el Parlamento alemán parte del texto de uno de los documentos, bajo el lema “La democracia necesita transparen­cia”

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