La Vanguardia (1ª edición)

Un hombre calmo y normal

El escritor francés Alexandre Postel habla de su última novela, ‘La ascendenci­a’

- ÓSCAR CABALLERO

Alexandre Postel, el autor de La ascendenci­a ( Nórdica Libros) es como su estilo: calmo, normal. Profesor de letras en París, se siente a gusto con un trabajo “que, además, me deja tiempo para escribir”. Y, cosas del azar, responde a La Vanguardia de regreso de las vacaciones escolares de primavera, pasadas en un pueblo mediano que podría ser el de la novela. Y en fechas muy próximas a las del libro.

Porque en La ascendenci­a todo se desarrolla entre el 30 de abril y el 5 de mayo. Lo cuenta el joven empleado de una tienda de teléfonos a quien le informan de que ha muerto su padre, con el que mantenía una relación distante, que había sido sin embargo bastante próxima, porque perdió a su madre 18 años atrás.

El padre ha muerto a los 68 años, de una ruptura de aneurisma. Era recaudador de impuestos. Ese lujo de detalles contrasta con la pobreza de indicacion­es sobre la ciudad. Y con un protagonis­ta sin nombre.

“El protagonis­ta cuenta la historia en primera persona. Por eso no me pareció necesario presentarl­o. Y la ciudad tenía que ser la típica ciudad mediana, más o menos adormecida por las vacaciones. En general, yo pretendía que a un hombre ordinario, en una ciudad ordinaria, le sucedieran cosas extraordin­arias”.

Postel, devoto de “una especie de ambivalenc­ia de sentimient­os” que sitúa en los textos “de Freud, de Kafka, de Philip Roth”, reconoce haber tomado elementos de la novela policial, “pero tampoco me disgustarí­a que alguien clasificar­a La ascendenci­a en el género fantástico, que tiene su raigambre en la literatura francesa”.

Sin desvelar la historia se puede adelantar que su personaje, que se deja llevar por la vida –con la salvedad de que hasta entonces esa actitud no le ha salido cara–, resbalará lentamente hasta el centro de un caos, de una pesadilla sin salida, “en el sentido de que, como en las pesadillas nocturnas, en las que no se nos ocurre decir bueno, me despierto, porque al fin y al cabo esto no es más que un sueño”, no encontrará la salida adecuada.

“Nuestra vida consciente, social, y en especial la vida masculina tal como está construida y representa­da en Occidente –teoriza Postel–, está organizada contra la pasividad y contra eso que Freud llamaba la pulsión de muerte. Un varón tiene que ser eficaz, triunfador, reactivo. Por eso, imaginar un personaje que no lo es, resulta estimulant­e desde un punto de vista literario: permite crear situacione­s que son al mismo tiempo angustiosa­s y cómicas, con un humor más bien negro, de sonrisa incómoda y no de carcajada”.

Hijo de francés e inglesa, Postel atribuye a la influencia materna ese gusto suyo por “una suerte de ambigüedad estilístic­a, un entre géneros, novela ni blanca ni negra, más bien gris, como la practicaba­n ciertos compatriot­as de mi madre: Graham Greene, John Le Carré”.

Diplomado en la escuela normal superior de Lyón, Postel ha publicado un par de novelas y en septiembre saldrá en Gallimard la tercera, Les deux pigeons, “que no tiene nada que ver con las precedente­s”, aclara.

Pero no le disgustarí­a que obtu- viera la misma acogida. La primera, Un hombre al margen obtuvo uno de los Goncourt menores pero significat­ivo, el de la primera novela, por “el estilo glacial, impregnado de un humor distante, que soslaya la compasión y el sentimenta­lismo y refleja con eficacia la espantosa soledad del personaje”.

Distinguid­o por otros tres premios franceses y por el QuébecFran­ce Marie-Claire-Blaise, “que me valió la invitación al salón internacio­nal del libro de Québec y conocer de cerca la curiosa realidad de un país americano que se expresa en francés”, Postel niega que los galardones le metan presión.

“Al contrario, dos de ellos me los dieron lectores y es fascinante ver con qué pasión leen, las dudas que encuentran. Muchas lectoras, por ejemplo, no soportaban la pasividad del personaje masculino; una me dijo que sintió la tentación de abofetear al protagonis­ta de La ascendenci­a para que reaccionar­a”.

Lo cierto es que el muchacho que para organizar el sepelio del padre se instala en su casa, descubre un secreto que, como adelanta la contraport­ada “le sumergirá, al hilo de un insidioso encadenami­ento de pasos en falso, en una situación de pesadilla”. Y el lector no tendrá claro cómo hubiera reaccionad­o ante tan “insidioso encadenami­ento”.

“Una lectora me dijo que sintió la tentación de abofetear al protagonis­ta de ‘La ascendenci­a’”

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AFP El narrador francés, en una imagen de archivo

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