LaGuardia Civil reflota los restos de un barco para evitar el expolio
Las mareas dejaron accesible ‘La Isabella’, hundida en 1855
Antes de que lleguen los expoliadores de tesoros, buceadores de la Guardia Civil han puesto a salvo parte de los restos del pecio La Isabella, un bergantín inglés que se fue a pique el 4 de marzo de 1855 debido a un temporal frente a las costas de Málaga. Las corrientes marinas de los últimos días habían vuelto a dejar al descubierto, y a merced de los ladrones, parte de la carga del navío, que está considerado bien de interés cultural desde el año 2009. Los buceadores de la Guardia Civil han recuperado dos círculos de mármol de 1,5 metros de diámetro que, debido a su gran peso, han tenido que ser reflotados mediante globos; un peldaño de pizarra de 1,50 metros de longitud; varias losetas y un clavo de bronce de cincuenta centímetros. También realizaron nuevas mediciones y actualizaron el estado del pecio. Los restos arqueológicos han sido puestos a disposición de la de- legación Territorial de Cultura de Málaga.
La Isabella era un barco moderno que no pudo aguantar la fuerza desatada de la naturaleza. Pertenecía a un famoso naviero inglés, Peter Robinson, que lo fletó en 1855 desde Génova con una carga de estatuas ornamentales y materiales de construcción destinados a la mansión de un prócer británico que vivía en Calcuta. Quizá un exceso de peso en la carga pudo contribuir a que el bergantín se hundiera a las primeras de cambio.
La historia de La Isabella, que se encuentra a una profundidad de entre ocho y diez metros cubierto por un manto de arena, a unos 300 metros de la costa de Benalmádena, es una sucesión de expolios desde el mismo naufragio. La cercanía de la costa hizo que desde el primer momento fuera objetivo de los saqueadores, que ya en abril de 1855 subastaron algunas piezas en el puerto de Málaga. Hasta hace unos años La Isabella era conocida como El pecio de los santos. La historia del buque era desconocida porque como relataron Carlos Cañete y Javier Noriega, responsables de la empresa de arqueología subacuática Nerea, que reconstruyeron la historia del barco, “normalmente el rescate comienza con la crónica del hundimiento, después se intenta localizar el sitio exacto y posteriormente se busca hasta dar con él. Con La Isabella pasó lo contrario: se conocía el lugar exacto donde estaba el barco pero se ignoraba todo lo demás”.
El pecio de los santos fue el nombre que le dieron los malagueños porque cada cierto tiempo aparecía una de las estatuas romanas que cargaba el navío, y que los lugareños asignaban inmediatamente a la advocación de algún santo de la fe cristiana. La cadencia de las apariciones de estatuas era aproximadamente de una cada diez años. Siempre se conocía de su existencia gracias a algún bañista que decía haber visto un ahogado en la playa de Torrequebrada, en Benalmádena.
Así se escribió la historia hasta que Cañete y Noriega pudieron documentar que se trataba de La Isabella tras una paciente investigación realizada en varios archivos españoles y británicos. El pecio ha sido objeto de dos campañas de excavación. La segunda, realizada en 1974, estuvo dirigida por Eduardo Ripoll, profesor de Arqueología de la Universidad de Barcelona. En ella se estableció que el cargamento del barco estaba compuesto por un gran número de losas de mármol, varias cajas de barras de azufre alargada, cañas de bambú gruesas, estatuas de Dionisos, Artemisa, Cupido, un busto femenino, piezas de un damero o ajedrez y restos de tres columnas de mármol junto a lo que parece ser una peana, también esculpida en mármol.
La nave está a 300 metros de la costa de Benalmádena y ha sido expoliada desde que se hundió