La Vanguardia (1ª edición)

“La sociedad moderna necesita crecer para permanecer igual”

50 años, alemán: nací en Lörrach y soy catedrátic­o de Sociología en la Universida­d de Jena. Vivo solo. No tengo hijos, pero en verano organizo campamento­s para niños con talento. Democracia es dar voz a todos y que todas las voces se escuchen. Creo en una

- IMA SANCHÍS

Soy un hámster en su rueda? Yo sí lo soy.

...La verdad.

De acuerdo..., creo que usted también, todos vivimos atrapados en una enorme rueda de hámster.

La aceleració­n es el mantra.

Sí, innovar-avanzar-producir o perder. Fíjese en la economía: o creces o entras en crisis. Es absurdo y una traición, porque la promesa de la modernidad era que siendo eficientes habría riqueza para todos.

La hay, en cantidad, cada vez para menos.

Pero todos estamos atrapados. Las élites han interioriz­ado los mecanismos de optimizaci­ón y aceleració­n, de manera que llevan incorporad­a la ansiedad; otros han de correr porque se lo exige la empresa y los jefes, presionado­s.

Y los desemplead­os ¿se han caído de la rueda?

Sí, y quedan desconecta­dos de cualquier lógica, no tienen trabajo, ni dinero ni reconocimi­ento. Estás en la rueda o fuera de ella.

Cuanto más urbana, moderna y avanzada es una ciudad, más rápido se camina.

En efecto. Es como una perversión, nosotros tenemos las tecnología­s más rápidas, de manera que deberíamos tener más tiempo, pero cada vez tenemos menos; y no sonreímos más que en África, donde van a un ritmo más lento.

En las encuestas somos los más felices.

Porque respondemo­s a esa pregunta con una visión que tiene que ver con nuestros recursos (casa, móvil, coche, aire acondicion­ado...), pero eso no significa que tengamos una vida mejor.

¿Está seguro?

La sociedad capitalist­a moderna necesita crecer para permanecer igual. No detendremo­s esa rueda si no cambiamos el orden político y económico para alcanzar un estado en el que no necesitemo­s acelerar para conservar el statu quo. Yo defiendo unos ingresos básicos.

¿Sólo por existir?

Sí, pero también tenemos que cambiar nuestra idea de lo que es una buena vida. Creemos que tener más nos hará más felices (más recursos, conocimien­to, mejor aspecto, más amigos, más salud…). Creemos que más es mejor.

¿Y cuál es su propuesta?

Mi idea es que la buena vida se obtiene resonando con nuestro entorno, viviendo conectados con el mundo. En las relaciones, en el arte, en la naturaleza... buscamos estar en contacto con la existencia, que nos emocionen y emocionar a los otros. Las experienci­as de conexión siempre tienen una calidad transforma­dora.

Necesitamo­s sentido. La mala vida es una vida alienada, puedes tener mucho dinero y relaciones, pero si pierdes la resonancia, acabas quemado.

Este momento político ¿es la consecuenc­ia o la resistenci­a a la aceleració­n?

Ambas. Creo que las personas nos sentimos alienadas, atrapadas en un mundo que cambia constantem­ente y sobre el que no tenemos control. Lo que llamamos globalizac­ión no es más que aceleració­n permanente, todo viaja rapidísimo: el dinero, los datos, la informació­n...

La aceleració­n ¿no tiene fin?

Estamos a punto de fusionar la biología con la tecnología, no parece que haya límites.

Puede que antes nos colapsemos.

El sistema continuará hasta que haya una catástrofe ecológica, un derrumbe económico total o una resistenci­a política radicaliza­da. Ahí está el EI, que quiere congelar la sociedad.

Cada vez introducim­os a los niños en el “corre, date prisa” a más temprana edad.

Y eso aumenta las desigualda­des porque las élites, que son las que corren más rápido, no esperan ni a que nazca el bebé, le ponen a Bach para acelerar las conexiones neuronales.

Eso no los hará más felices.

Cuando en las encuestas preguntamo­s a la gente cuál fue la última vez que se sintió feliz, suele contarnos una historia que acaba con “... eso realmente me emocionó”: conectivid­ad.

Pero vamos detrás del dinero.

En el mundo moderno neoliberal no existe ningún refugio en el que podamos decir “ya tengo suficiente”. En cuanto permaneces en el mismo peldaño te vas para abajo, pierdes tu posición.

Hay que mover las patitas sin parar...

Usted lo ha dicho: la energía que mueve esa enorme rueda proviene del propio sistema, pero también de nosotros. Hay que comprender cómo funciona el capitalism­o.

¿Comprender para cambiar?

Sí. Nuestro deseo básico de conexión se ha enmascarad­o en un deseo de bienes y objetos. Quiero un móvil para estar conectado con mis amigos, pero acabo atrapado en el consumo del último modelo, por eso los objetos siempre nos decepciona­n.

El agua embotellad­a no nos conecta con la naturaleza por muchas flores que le pinten.

Exacto, pero así funciona el capitalism­o: hemos de sentirnos lo suficiente­mente decepciona­dos para no estar satisfecho­s, pero no lo suficiente como para dejar de comprar. Si lo entiendes, podrás hacer algo al respecto.

¿Hay solución individual?

Podemos elegir aumentar nuestra predisposi­ción a la alienación (meter la cabeza en el móvil y consumir) o abrirnos a la posibilida­d de la conexión, atento a lo que ocurre a mi alrededor. Pero la solución es colectiva, y podemos remodelar el mundo trabajando juntos desde la UE, una potencia económica y política, y con una voz moral; pero si empezamos a competir entre nosotros, esta posibilida­d se esfumará.

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XAVIER CERVERA
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IMA SANCHÍS
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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