Una firma inédita.
Sólo un escaso 5% optaría hoy por otro partido, según un estudio del CIS
Por primera vez en democracia, el Rey firmó ayer el decreto de disolución de las Cortes y convocatoria automática de elecciones, que serán el 26 de junio. Lo hizo en presencia del presidente del Congreso, Patxi López.
El 78,4% de los españoles se reafirma en su voto del 20 de diciembre pese al caldo espeso de los últimos cuatro meses. Esta es la principal conclusión de la encuesta dada a conocer ayer por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), coincidiendo con la disolución de las Cortes y la firma por parte del Rey del decreto de convocatoria de nuevos comicios generales para el 26 de junio, ante la imposibilidad de formar Gobierno.
Quedan casi dos meses y esa fotografía se puede modificar. Los dos próximos meses se harán largos y la lucha entre los partidos será áspera. Muy áspera Un pequeño desplazamiento en el reparto provincial de los escaños puede inclinar la balanza en favor de las opciones del Partido Popular de cerrar una coalición a su alrededor, o de la mayoría alternativa que no ha podido coagular durante los últimos cuatro meses, por falta de acuerdo entre componentes difíciles de casar. Lo que viene no será versallesco.
El CIS suele efectuar una encuesta postelectoral para calibrar el estado de ánimo de los ciudadanos en los meses posteriores a la votación. En este caso, el trabajo de campo se efectuó entre enero y marzo, mientras tenían lugar las enrevesadas negociaciones que a finales de la semana pasada concluyeron en fracaso. Pese a la tremenda complejidad de la coyuntura política española, el 78,4% de los encuestados habría votado lo mismo. De haber sabido lo que venía, un 8% habría optado por la abstención o el voto en blanco. Sólo un 5,3% habría optado por otro partido o coalición en caso de haber tenido noticia del laberinto que se avecinaba. Un 2% habría acudido a las urnas en vez de abstenerse o votar en blanco. Y un 6% no sabe o no contesta. No parece que haya muchas ganas de cambiar de voto. He aquí una perfecta plasmación de uno de los más genuinos refranes españoles: “A lo hecho, pecho”.
No pensemos, sin embargo, que esta sea una fotografía excepcional. Los españoles tienen por costumbre mostrarse bastante conformes con lo que han votado. En la encuesta posterior a las elecciones generales del 20 de noviembre del 2011, el 80% declaraba que habría votado al mis-
El 36% decidió su voto a lo largo de la campaña electoral del mes de diciembre Los españoles son más templados ante los nacionalismos que PP, Ciudadanos y PSOE
mo partido. Hace cuatro años, llamaba la atención, sin embargo, el significativo porcentaje de personas (un 11%) que habría optado por la abstención o el voto en blanco de haber conocido por anticipado el resultado de unas elecciones que dieron la mayoría absoluta al Partido Popular.
Siete años después de dura crisis económica, la sociología española sigue ligeramente inclinada al centroizquierda. En una escala de 1 a 10 (en la que 1 es izquierda y 10 derecha), los españoles se situan en una media de 4,59, siendo las casillas más concurridas la 5 (19,6%), la 4 (15,1%) y la 3 (16,1%). Un 5% se ubica en la extrema izquierda y sólo un 1% en la extrema derecha. Un 33% se autocali- fica como progresista, socialdemócrata o socialista. Y un 30% oscila entre los calificativos de conservador, demócrata cristiano o liberal.
El Partido Popular es percibido como un grupo político notablemente escorado a la derecha –más que sus votantes–; el PSOE cubre un centro izquierda muy templado; Ciudadanos se ubica en un centroderecha igualmente refrigerado, mientras que Podemos irrumpe como un partido rotundamente acentuado a la izquierda, superando incluso a Izquierda Unida. (Los sensores térmicos del CIS detectan un dato curioso: Podemos es percibido como un partido más absolutamente de izquierdas que En Comú Podem en Catalunya).
En relación con los nacionalismos periféricos, la media española también puntúa en el centro: 4,63 en una escala de 1 (mínimo nacionalismo) a 10 (máximo nacionalismo). Datos interesantes: PP (2), PSOE (2,9) y Ciudadanos (2,2) son percibidos como más refractarios a los nacionalismos periféricos que la posición media. Podemos (4,4) es el partido que más se aproxima al 4,63 de media social. El PSOE, partido que durante años se jactaba de ser la más viva expresión del promedio español, ha perdido centralidad en este delicado tablero. He ahí el poderoso influjo del socialismo meridional y el efecto del martilleo incesante del sistema mediá-
tico de la ciudad de Madrid. La campana de Faraday de Madrid, alejada, una vez más, de la media social española.
El 36% decidió su voto durante la campaña electoral. Un porcentaje elevado. Las principales zonas de intersección son las siguientes: un 16,9% dudó entre votar al PP o a Ciudadanos. Un 11,6% dudó entre PSOE y Podemos. Un 9,6%, entre PSOE y Ciudadanos. Un 9,3% entre Podemos e IU. Y un significativo 8,4% se debatió entre la papeleta de Podemos y la de Ciudadanos.
He aquí una pauta interesante para los dos largos meses que nos esperan. El Partido Popular saldrá en tromba para reabsorber el voto joven de centro que en diciembre quiso probar la naranjada de Ciudadanos. Los populares recordarán noche y día el pacto programático entre Albert Rivera y Pedro Sánchez, que ambas partes han dado por concluido, horas antes de que el Rey firmase la nueva convocatoria electoral. Después de haber homenajeado a Ciudadanos, el PSOE puede perder votos por el centro y por la izquierda. Podemos tenía tres zonas de frontera en diciembre y parece que una la va a sellar pactando una coalición con IU. Si este acuerdo se cierra en los próximos días –el 10 de mayo concluye el plazo de presentación de las coaliciones electorales–, el esquema de juego sufrirá una sensible variación. Izquierda Unida cosechó 930.000 votos en diciembre, con muy escaso rendimiento político, como consecuencia de una ley electoral que beneficia a los mejor clasificados en cada una de las provincias.
En provincias se juega esta vez el desempate.