El fin de una era
Antón Costas destaca que la gran novedad del momento político presente es la necesidad de que los grandes partidos realicen, por primera vez en su historia, pactos políticos de calado: “En las elecciones del 20-D los españoles decidimos expedir el certificado de defunción del bipartidismo. Pero todo fallecimiento necesita un proceso de despedida, de luto. Tiene función terapéutica”.
Por qué ha fracasado la formación de gobierno? ¿Qué ocurrirá en las nuevas elecciones? Si los resultados son similares a los anteriores, tal como pronostican las encuestas, ¿serán los mismos líderes capaces de hacer lo que ahora no han hecho? Si no fuese así, ¿iríamos a unas terceras elecciones? Preguntas de este estilo supongo que nos las estamos haciendo todos.
Por mi parte he de admitir que me he equivocado. Mi apuesta era 60 a 40 a que al final habría nuevo gobierno. A este pronóstico me llevaron dos cosas. Por un lado, que la incertidumbre sobre cómo quedaría cada partido en unas nuevas elecciones (el “velo de ignorancia”) llevaría a los líderes a no arriesgarse y pactar. Por otro, que la necesidad de nuevas reglas constitucionales de convivencia y de funcionamiento de la democracia y del Estado favorecía el pacto. No ha sido así. Pero quizá no me haya equivocado tanto y todo se deba a que sólo se ha jugado la primera parte y que el partido aún no se ha acabado.
Hagámonos esta otra pregunta: ¿no han pactado porque no saben o porque aún no podían hacerlo?
Una primera respuesta es porque no saben. En España los partidos políticos no tienen una cultura de pacto. Y no la tienen porque hasta ahora no la necesitaban. Por lo tanto, como dice el refrán, no se puede pedir peras al olmo.
A lo largo de estos cuarenta años de democracia parlamentaria los votantes han apoyado un bipartidismo casi perfecto, quizá para no volver a caer en el desorden que caracterizó a la Segunda República. En las escasas ocasiones en que el resultado electoral no fue del todo contundente y alguno de los dos grandes partidos necesitó algunos apoyos para la investidura no se buscaron pactos, sino acuerdos coyunturales con otro pequeño partido; en general, con nacionalistas o regionalistas.
Pero estos acuerdos no eran pactos que exigieran sentarse alrededor de una mesa durante semanas para elaborar un programa común. Bastaba con un simple intercambio de favores con el objetivo de aprobar algo concreto, ya fuese la investidura, los presupuestos u otra medida cualquiera. Los gobiernos de Jordi Pujol dieron nombre a este tipo de acuerdos concretos: “Peix al cove”.
Pero hay otra explicación, que no es excluyente con la anterior, sino complementaria: no ha habido acuerdo porque aún no era el momento para hacerlo. Permítanme
Nuestros líderes políticos esperan a ver si en la segunda vuelta los votantes confirman el certificado de defunción
que formule mi argumento de una manera coloquial.
El aserto “a rey muerto, rey puesto” sólo vale para el bipartidismo. Cuando un partido perdía, el otro ocupaba inmediatamente el gobierno. Pero esto ha cambiado. En las elecciones del 20-D los españoles decidimos expedir el certificado de defunción del bipartidismo. Pero todo fallecimiento necesita un proceso de despedi- da, de luto. Tiene función terapéutica. Es necesario para despedirse de lo viejo –especialmente cuando ha durado tanto– y para adaptarse a las nuevas circunstancias. Y esto requiere algún tiempo. Desde esta perspectiva, lo que ha tenido lugar en estos cuatro meses desde el 20-D es el luto por el bipartidismo.
Los ciudadanos sabían también que el luto por el bipartidismo era necesario e inevitable. ¿Cómo explicar si no la relativa serenidad y recogimiento con que se han comportado a lo largo de estos cuatro meses? Y lo mismo ha ocurrido con los mercados, que no han dado muestras de especial desasosiego.
Es verdad, sin embargo, que nuestros líderes políticos parecen no estar aún del todo convencidos de que la defunción sea definitiva. Quieren comprobar que el cadáver está bien muerto, no vaya a ser que se haya tratado sólo de una catalepsia. Esperan a ver si en la segunda vuelta los votantes confirman el certificado de defunción. Un factor adicional que me lleva a pensar que lo que hemos visto en estos cuatro meses ha sido el luto por el bipartidismo es el hecho de que todos los partidos se disponen a jugar la segunda parte del encuentro con los mismos líderes y equipos, aunque hay señales de que lo hacen con una nueva mentalidad y predisposición al acuerdo. Aunque vayan a competir duramente para ser los primeros, saben que, una vez que el luto se ha acabado, ahora habrá que pactar.
¿Qué tipo de pactos? De dos tipos. Por un lado, una gran coalición a cuatro para acordar las nuevas reglas básicas para la convivencia, la mejora de la democracia y el funcionamiento del Estado autonómico. Por otro, una pequeña coalición para gobernar el día a día. La idea de gran coalición de los dos grandes que ha defendido el PP es aún muy deudora del régimen bipartidista. El PSOE sabe que en este tipo de coalición el pez grande se come al pequeño. Por lo tanto, habrá que buscar otras coaliciones. La solución, dentro de un mes.