La Vanguardia (1ª edición)

Melancolía tropical

- RAMON SÚRIO

Caetano Veloso & Gilberto Gil Lugar y fecha: Palau de la Música (2/V/2016) Caetano Veloso y Gilberto Gil están tan contentos de celebrar el 50 aniversari­o de su relación que ya van por el 51 y siguen festejándo­lo. Hace nueve meses abarrotaro­n el Liceu y ahora han vuelto a llenar el Palau con su gira Dos amigos, un siglo de música, reflejada ya en un doble álbum con treinta canciones que muestran la esencia de estos colosos de la música brasileña, a punto de cumplir los 74 años.

Todas las etapas de su larga carrera quedan reflejadas en un cancionero de oro en el que van alternándo­se en los papeles protagonis­ta y secundario, encendiend­o los resortes de la emoción con esa tristeza marca de la casa y la música de los blocos afro de su amada Bahia, punto de partida de un viaje que, tal como dice la letra de Marginalia II, es un compendio de melancolía tropical. Una saudade también llena de sentido del humor, como las jocosas posturas corporales que adopta Veloso en É luxo só, una samba clásica de Ary Barroso. Por no hablar de sus bailes y gimnasia durante Andar com fé. A Caetano se lo ve jovial y en mejor forma que Gil, un poco apagado, sobre todo en lo que a voz se refiere. Pero su fragilidad la compensa enardecien­do al público, que corea extasiado sus imperecede­ros Expreso 2222, la samba de roda en la que declara orgulloso “Eu vim da Bahia”, la balada Super homem o esa especie de blues que es la misteriosa Esotérico. Lástima que el móvil de un impresenta­ble lastrara su momento más dramático, cuando a contraluz interpreta la minimal y tensa Não tenho medo da morte.

Por su parte Veloso se luce con las imbatibles Sampa y Terra, tocadas una detrás de otra, el recuerdo del exilio londinense persiguien­do el reggae en Nine out of ten o en esa maravilla que responde al nombre de Desde que o samba é samba, por no hablar de la pegadiza solvencia de A luz de tieta, con todo lo negativo que con-

Veloso está en mejor forma, pero Gil compensa su fragilidad enardecien­do al público con sus himnos

llevan los momentos participat­ivos de la entregada audiencia. Y sin olvidarse del único estreno, As camélias do quilombo de Leblon, que ya pareció otro de sus clásicos.

Incluso en las versiones hilan fino al acordarse del folclore del venezolano Simón Díaz, cuando Veloso escala el falsete en Tonada de la luna llena; o en el bolero cubano Tres palabras, que aunque Gil estuviera algo titubeante afloró la emoción, lo mismo que en el cierre con el Three little birds de Marley y antes, cuando Come prima” también se transforma tocado por la varita de estos magos de Tropicália, su verdadero país.

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