La Vanguardia (1ª edición)

“Los nacidos en la red nos colamos en lo prohibido”

Sara Fratini, ilustrador­a

- NÚRIA ESCUR Barcelona

Alos tres años dicen que Sara ya intentaba dibujar con los pies. Se licenció en Bellas Artes en Madrid y se preparó como ilustrador­a en Francia. En 2012 se mudó a Italia, donde se hizo cargo de un festival internacio­nal de cine y el pasado año publicó La buena vida.

Sus personajes quieren liberar mujeres de sus complejos heredados, dar sentido a situacione­s hilarantes en las que podrán reconocers­e muchas treintañer­as. Romper, entre la ironía y el desespero, algunos estereotip­os.

Sara Fratini, que nació en Venezuela en 1985, ha llegado a Barcelona para presentar su último libro ilustrado, Una tal Martina y su monstruo ( Lumen) y participar en el Salón Internacio­nal del Cómic de Barcelona. La protagonis­ta, Martina Rossetto, es una joven fotógrafa que vive en armonía con sus quilos de más, su pelo rebelde y la compañía de un pequeño monstruo domesticad­o.

Martina es una mujer real que se siente a gusto con sus curvas. ¡Qué descanso!

Si, ¿verdad? Creo que necesitába­mos personajes que se sientan tan tranquilos siendo gordos.

¿Cuándo se le ocurrió iniciar ese alegato?

Fue algo que me pasó a mí. Soy de Venezuela, así que crecí con la presión de cualquier latina: adelgazar. Antes de los 18 no sé cuántas dietas había ensayado ya. Siendo una niña ¿por qué tuve que andar tan preocupada por mi físico?

Y sus personajes empezaron a engordar...

Claro, como yo misma. Primero lo viví con aceptación, pero luego me di cuenta de que me parece bonito, ¡las curvas son hermosas! La lástima es que de eso no te das cuenta hasta años después.

¿Las obsesiones de Martina?

La fotografía, bailar, el pintalabio­s, su monstruo y el cactus. Yo tengo una amiga que se llama así. Es gorda y le da igual. Anda por ahí, de fiesta, baila, disfruta. Yo, en cambio, siempre andaba como un trapo sucio. Eso me hizo pensar “¡cuántas miles de chicas deben pasar por lo mismo, qué lástima!”

Usted es para su generación lo que fue Maitena (Buenos Aires, 1962) para la nuestra.

Algo así, supongo. Quienes me siguen piensan “esta es de las mías, es una de las nuestras, con nues- tras mismas dudas”. Algunas me mandan fotos para que vea que ellas “son” mis personajes.

Con los personajes de La buena vida usted rompió las previsione­s en red.

Fue una avalancha. Totalmente. Montones de chicas se sentían, de pronto, aligeradas. “Soy así, caderona y despeinada, metida en vestiditos que me disimulan las imperfecci­ones. ¿Y qué?”

Las redes han permitido que el trabajo de ilustrador­es, escritores, blogueros, desactivar­an las barreras de países donde tenían las puertas cerradas.

Por supuesto. Los que nacimos en las redes hemos entrado sin permiso, nos colamos en lo prohibido. Hemos llegado a países que no nos querían ni ver.

Como venezolana que vive en Italia ¿cómo digiere lo que está ocurriendo en su país actualment­e?

Es terrible, en realidad. Mis padres viven en EE.UU. Pero de Venezuela intento desconecta­r, no ver las noticias porque hace diez años que ya me fui... y no puedo, porque allí siguen mis abuelas.

¿Qué le cuentan cuando las llama?

Me siento muy mal. Estoy aquí y me quejo de cualquier tontería, les llamo, alegre y feliz y siempre la conversaci­ón acaba yéndose por los mismos derroteros. “Fui a la tienda y casi no había nada. Sólo conseguí arroz. Cuando fui a pagar había una cola larguísima, esperé”. ¡Mis abuelas tienen más de 80 años! No logran medicinas...

¿Sabe qué opinan allí de sus historias ilustradas? ¿Se respe-

ta la libertad de expresión?

No. Venezuela hoy es un país sin reglas. Mis cosas no les preocupan mucho pero hay estudiante­s en prisión. No, sinceramen­te, no creo que sea un país libre como pretenden. ¡Venezuela no estaba así antes, digan lo que digan! Era un país inseguro con mucha corrupción pero como tantos otros. Nunca imaginé que Venezuela llegaría a esto.

¿Cuál es el estereotip­o femenino que ha hecho más daño?

Diría que Mis Universo. O el de la mujer que debe preocupars­e absolutame­nte de todo: su cuerpo, sus hijos, su trabajo, su hombre... y callar.

¿Propuesta de sus personajes respecto a eso?

Ellos proponen todo lo contrario, proponen que no te preocupes tanto por tu cuerpo y te fijes tus propias metas. Mis lectoras tienen entre 25 y 35 años y creo que necesitan que alguien les lleve ese mensaje. Yo hubiera querido que alguien me lo dijera antes.

¿Qué le dicen los hombres de sus viñetas? ¿Se sienten representa­dos o excluidos?

Algunos me piden que incluya personajes masculinos y tienen razón. Estoy en ello. No quiero que les llegue un mensaje equivocado, yo no odio a los hombres.

¿Cómo es el suyo?

Lo contrario a mí. Es organizado, pausado, dirigimos juntos un festival de cine y suerte tengo de él. Yo soy la que vive en las nubes y él el realista. Estoy enamorada, sí.

El pequeño monstruo ¿como metáfora de qué?

De todos esos miedos tontos, insegurida­des que te impiden disfrutar del día.

Participar­á en el Salón del Cómic. Aconseje tres ilustrador­es.

Liniers, Flavita Banana yMikel Murillo.

¿La salud del ilustrador ha mejorado?

Parece que nos valoran más. Antes cualquiera se atrevía a pedirte un dibujito a cambio de nada. Eso no lo harías en una carnicería.

Un padre le escribió.

Su niña de 11 años era víctima de bullyng y no tenía suficiente autoestima ni instrument­os para luchar contra ello. Le escribí una carta y me lo agradecier­on: “Hacía mucho tiempo que no la veíamos sonreír”.

LA OBSESIÓN POR EL FÍSICO “Como toda latina antes de los 18 no sé cuántas dietas había ensayado ya. ¿Por qué?”

UN PAÍS ALA DERIVA “No es un país libre, pero Venezuela no estaba así antes ¡digan lo que digan! ”

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ANA JIMÉNEZ La obra de Sara Fratini intenta “domesticar esos pequeños miedos que nos impiden crecer”

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