A sus pies, Cholo
Puede que ganar a través de la defensa carezca de valor para aquellos que entienden que el fútbol debe poseer una componente estética. Pero para aquellos que piensan que un partido es un enfrentamiento en el que el objetivo debe ser la victoria y que uno no está en esta vida para gustar, sino para ganar, la defensa es una herramienta básica que puede permitirte superar a aquellos que multiplican tu presupuesto. Tengo la suerte de entender a unos y otros, y con ello ayer disfruté el doble que la mayoría.
Dice una estadística que en Segunda División, el equipo que gana los balones divididos consigue, de cuatro partidos, ganar dos, empatar uno y perder uno. Es el valor estadístico que mejor refleja la acumulación de puntos. Y son dos los conceptos que sostienen la capacidad de ganar los balones divididos. El primero es el orden: si un equipo logra escalonar y distribuir sus jugadores de manera ordenada es muy probable que cualquier balón perdido le caiga cerca. El segundo es la actitud, que se compone de capacidad de sacrificio y concentración. Y eso es lo que intentó minar Guardiola, el orden. Con balones verticales y de banda a banda que impidieron que el Atlético tuviera ritmo para ordenarse y la obsesión por los balones de segunda jugada.
Cuando estás sobre el campo sufriendo y trabajando pero no consigues encontrar la senda, necesitas de la actuación de alguien para activar al equipo. Ayer, el mejor portero del mundo, el colchonero Oblak, fue el gran resorte. Con su parada en el penalti devolvió la armonía al Atlético. Un colectivo construido para saber sufrir por un fenómeno del fútbol llamado Simeone. El hombre que ha trasformado un equipo perdedor en un equipo que se planta por segunda vez en una final de Champions. A sus pies, Cholo.