La Vanguardia (1ª edición)

El efecto Mascherano

- Albert Gimeno

El Barça se ha pasado gran parte de la temporada agarrado al talento del tridente, al virtuosism­o de Neymar, a la eficacia demoledora de Suárez, al magisterio absoluto de Messi, y ahora, cuando faltan dos jornadas, el equipo debe aferrarse al carácter de Mascherano. El zaguero argentino representa como nadie los valores del sacrificio, del saber estar, del sufrimient­o en pos de la victoria.

Por supuesto que para ganar al Espanyol y al Granada –las dos citas que este equipo se exige para cerrar el año con éxito– será necesario que la maquinaria de los tres de delante funcione. Pero, sin duda, lo que ahora más falta hace es tener una mente privilegia­da para lograr el objetivo. El espíritu de Mascherano. Un tipo mate, pero que siempre que aparece supone un alivio para el maltrecho estado de ánimo del culé cuando la contienda está apretada.

La temporada del Barça como ven pasa por el Camp Nou este domingo y la semana siguiente a la vera de la Alhambra. De todos modos, una buena parte del éxito azulgrana esta temporada se juega hoy en el Bernabeu. Si el Madrid se sobrepone a los problemas físicos de Cristiano Ronaldo y de Benzema y logra derrotar al Manchester City, trasladará a la parroquia barcelonis­ta esa ansiedad tan propia de hace unos cuantos años. ¿Servirá de algo ganar la Liga y la Copa si el Madrid se impone en la Champions? Esa es la pregunta que rondará por la cabeza de los aficionado­s si esta noche el equipo de Pellegrini vuelve a defraudar a sus hinchas. La respuesta es que un triunfo en Europa eclipsa cualquier éxito mayúsculo en la Liga. Es la ley del

El equipo necesita el espíritu del argentino, un tipo mate que, cuando aparece, alivia el maltrecho ánimo del culé

fútbol. Uno puede haber sobrevivid­o a una temporada mediocre y acabar haciendo historia si las cosas se ponen de cara en el tramo final de la temporada. Y viceversa. Un equipo puede haber exhibido un nivel extraordin­ario, pero como falle en las citas decisivas del final se verá dándole la mano a Lucifer. El Barça lucha por cortar la hemorragia que supuso su mal momento y el Real, en cambio, trata de levitar sobre las cenizas de su mediocrida­d tocando la nota adecuada a falta de dos partidos clave en Europa. Una ley del fútbol inalterabl­e es saber aprovechar las oportunida­des y, en estos momentos, eso se traduce en convertir en éxito aquello que depende de ti.

O sea, cumplir con el espíritu Mascherano y luego esperar que este bendito juego haga un poco de justicia en Europa con los méritos contraídos a lo largo de toda la temporada. Un deseo noble pero que, con demasiada frecuencia, se ve incumplido.

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