“Vámonos del cole, te enseñaré mi casa”
Dos niños de 5 años protagonizan una inaudita fuga desde Ciutat Vella hasta Valldoreix
Salieron de su escuela aprovechando el revuelo de la hora del patio, recorrieron la Via Laietana y la Rambla y se subieron cogidos de la mano a un tren de FGC rumbo a Valldoreix. Unos mossos dieron a la historia un final feliz.
Los dos agentes de los Mossos d’Esquadra se acercaron a la estación de Valldoreix a esperar el tren de Barcelona. Cuando las puertas se abrieron vieron saltar al andén a dos retacos, un niño y una niña, que aún no levantan un metro del suelo. Tranquilos y contentos, ajenos por completo al revuelo que habían originado con su aventura. Los policías se agacharon para hablar con ellos y les preguntaron adónde se encaminaban tan ufanos y tan solos. “Vamos a jugar a mi casa, quiero enseñársela”, contestó vivaz el pequeño.
Eran las 13.45 horas y a punto estuvieron de culminar su aventura estos párvulos de cinco años, alumnos de P4, escapados de una pequeña escuela del Gòtic que mantuvo el corazón en un puño durante una hora y cuarto. Sólo les quedaba un tramo hasta llegar a casa, casi nada respecto a todo lo que habían recorrido en la última hora y media. Los agentes llamaron a la escuela a las 14.45 h para dar la noticia que la dirección esperaba: “Los tenemos, están bien”.
Ya tenían pensado fugarse. Se irían a la hora de comer que es cuando más revuelo hay en el antiguo palacete de la calle Ataülf que acoge el parvulario del colegio Àngel Baixeras, una escuela pública, nacida con el método Montessori, que se abrió a principios del siglo XX. Aprovechando las idas y venidas de los padres que van a recoger a sus hijos, y el desbarajuste que se ocasiona camino al comedor, los amigos se escurrieron de la vigilancia adulta y salieron a la calle. Los docentes afirman que los ven por última vez a las 13.20 h y la monitora de comedor de la empresa Futur alerta a la tutora de su desaparición a las 13.30 h. El colegio toca a rebato y empieza la búsqueda por los rincones de la escuela, destapando cajas, abriendo armarios, revisando debajo de las mesas. Nada. Miran las inmediaciones de la escuela. Los macarrones y el estofado de seitán se enfrían en la mesa.
Los niños ya habían alcanzado por entonces la estación de los Ferrocarrils Catalans de plaza Catalunya. Salieron de la escuela y subieron calle Ataülf arriba. Probablemente accedieron por las callejas del Gòtic hasta la calle Ferran y tomaron la primera acera hacia la izquierda para acceder hasta la Rambla. Desde el mercado de la Boquería, abarrotada por ser la hora de almorzar, cruzaron hasta tomar el paseo central hasta llegar a la estación. Con tantos estímulos visuales los pequeños pasaron desapercibidos. Sortearon, seguramente, bicicletas, skates, grupos de turistas, coches...
Quedaba el asunto del billete. ¿Cómo acceder hasta el tren cuando uno tiene cinco años y no dispone de dinero? Se situaron detrás de un adulto a punto de verificar su billete y, cuando estaba pasando por la valla automática, ¡zas!, se colaron. Descendieron las escaleras hasta acceder a las vías del tren. Encontrar la adecuada no les costó, a pesar de que todavía no saben leer. Este es el camino que cada día recorre el pequeño que soñaba con hacer de anfitrión de su casa a su amiga. De las cuatro vías de los FGC escogieron la que lleva a Valldoreix. Subieron al vagón, se acomodaron y el tren partió.
Un pasajero llamó al servicio de emergencias a las 13.30 h refiriendo que había dos niños pequeños, sonrientes y cogidos de la mano, sin la compañía de ningún adulto y que decían dirigirse a la estación de Valldoreix. “No se separe de ellos”, fue la petición, y “acompáñelos hasta Valldoreix”. Esto sucedió diez minutos después de que la escuela supuestamente advirtiera de la ausencia de sus alumnos, según comunica el Consorci d’Educació que fue inmediatamente consultado. Aunque parece improbable que los párvulos recorrieran las calles de Barcelona y se subieran al tren desde la parte baja de Via Laietana y hasta plaza Catalunya en menos de diez minutos.
La escuela activó el protocolo de emergencia y llamó al 112. Una hora después, a las 14.45 h, cuando los niños ya se encontraban en la comisaría de Sant Cugat, después de haber sido recogidos en Valldoreix por los agentes, y haber dado su nombre y el de la escuela, la dirección del centro recibe la llamada de alivio. Se comunicó entonces lo sucedido a los padres de los críos, que hasta entonces desconocían la desaparición de sus hijos. La directora y la tutora del parvulario se trasladaron a la comisaría, donde acudieron también los padres. La familia de la niña presentó una denuncia contra el colegio, al que el Consorcio ha abierto un expediente informativo para clarificar los hechos y dirimir las responsabilidades. La policía también ha abierto su propia investigación.
La escuela Àngel Baixeras, que cuenta con este parvulario y una línea de primaria en una calle cercana, ofrece un proyecto pedagógico basado en metodologías activas que promueven la autonomía de los alumnos. Se trata de un centro buscado y considerado por las familias, muchas de las cuales proceden del exterior, de clases medias del Norte de Europa o inmigrantes del Magreb. “La familia del niño se mudó a Valldoreix y, pese a la gran distancia, sigue viniendo, eso es por su calidad”, explicaba ayer, a mediodía, un padre de origen anglosajón montado en la bicicleta. “Esto ha sido un accidente desafortunado”, señalaba una madre de aspecto nórdico, también en bici, “sólo puedo decir que estamos muy contentos con la entrega de los profes hacia nuestros hijos”.
No todas las familias mostraban la misma opinión. “Para mí no es suficiente”, manifestaba la madre de una niña de tres años, también extranjera. “Necesito más explicaciones y la seguridad de que esto no va a volver a pasar. Cuatro monitoras están a cargo de 75 alumnos. Parece una cifra insuficiente. Y el ampa no puede siquiera decidir el servicio de comedor”, se quejaba. “Esto es culpa del Ayuntamiento y sus ‘retallades’. Los profesores hacen lo que pueden”, indicó el padre.
Aprovecharon el desconcierto de la hora de comer para escabullirse Pesa sobre el centro una investigación policial, un expediente y la denuncia de los padres