Luz tras el MH17
Han pasado casi dos años desde que el vuelo MH17 de Malaysia Airlines estalló en pedazos a 50 kilómetros de la frontera entre Rusia y Ucrania. Ese día, el 17 de julio del 2014, los australianos Anthony Maslin y Marite Rin Norris perdieron a sus tres hijos.
Mo, Evie y Otis –que ahora estarían a punto de cumplir 14, 12 y 10 años, respectivamente– volvían de Amsterdam con su abuelo, Nick Norris, para llegar a tiempo al inicio del curso escolar. Sus padres habían decidido alargar un par de días las vacaciones que habían disfrutado todos juntos en Europa, hasta que la familia quedó truncada por culpa de una guerra sobre la que “ni ellos ni su país tenían nada que decir”.
“Es imposible entender la razón por la cual nuestros hijos se desvanecieron en el cielo”, dijo la desconsolada pareja en unas declaraciones públicas difundidas por el Departamento de Exteriores de Canberra.
El cruel destino de los Maslin conmovió a toda Australia, de donde eran 27 de los 298 pasajeros y tripulación a bordo del Boeing 777 de Malaysia Airlines que unía la capital holandesa con Kuala Lumpur. El artefacto desapareció a 10.000 metros de altitud en una zona en conflicto desde hacía meses. Las preguntas comenzaron, pero también el cruce de acusaciones entre Rusia y Occidente por la responsabilidad de la tragedia. Los restos del siniestro quedaron esparcidos a lo largo de 50 kilómetros cerca del pueblo ucraniano de Grabov.
En octubre, la investigación internacional dirigida por Holanda –país de procedencia de la mayoría de las víctimas– concluyó que el avión había sido derribado por un misil Buk de fabricación rusa, un sistema de misiles de alcance medio que fue desarrollado por la antigua Unión Soviética para derribar misiles guiados, helicópteros y drones. Según este estudio, los pasajeros habrían perdido la consciencia segundos después del impacto.
El informe, que no iba dirigido a apuntar responsabilidades –de esto se encargará una investigación penal holandesa a lo largo de este 2016– acotó un área de 320 kilómetros cuadrados desde donde el letal misil tierra-aire se podría haber disparado. Una revelación reciente por el grupo de investigación Bellingcat determinó que el sistema de misiles Buk fue transportado al este de Ucrania por soldados rusos que tenían una autorización de “alto nivel”.
Entonces, Maslin y Norris relataban que estaban viviendo un interminable “infierno”. Pasaron tres meses hasta que consiguieron recuperar y repatriar los cuerpos desde Amsterdam hacia el país austral. “Por favor, respetad la memoria de nuestros hijos y acabad con esta guerra sin sentido”, rogaron en el momento. La ceremonia que organizaron para despedir a los tres niños y a Nick Morris, de 68 años, emocionó a todo el país. Más de 1.000 personas asistieron al funeral que se celebró en una prestigiosa escuela, donde en cada asiento había un paquete con semillas de girasol –la flor preferida de los niños– con una fotografía de los tres. Hasta les hicieron un tributo antes de un partido de los Fremantle Dockers, su equipo de fútbol australiano.
Ahora, la pareja australiana ha encontrado un motivo para recuperar la esperanza. Este martes fueron padres por cuarta vez de una niña, Violet May Maslin, que nació sana en un hospital de Perth, en el sudoeste del país.
“Todavía vivimos con dolor, pero Violet, y el convencimiento de que nuestros cuatro niños están siempre con nosotros, llevan luz a nuestra oscuridad”, ha afirmado la pareja en otro emotivo comunicado. “Como Martin Luther King dijo, la oscuridad no puede desvanecer la oscuridad, solo la luz puede hacer esto. El odio no puede echar al odio, sólo el amor puede hacerlo”.
Maslin y Morris creen que la llegada de Violet es de alguna manera un “regalo” de sus tres primeros hijos y del abuelo Nick, y prometen que continuarán queriendo a sus cuatro niños por igual. “El nacimiento de Violet es una prueba de que el amor es más fuerte que el odio”, aseguran.
Una pareja australiana que perdió a sus tres hijos en el fatídico vuelo ha tenido una
niña, Violet “El nacimiento es una prueba de que el amor es más fuerte que el odio”, aseguran los Maslin