La Vanguardia (1ª edición)

Las nubes tóxicas

- Fernando Ónega

Ayer, cuando veía en televisión el incendio del cementerio de neumáticos, me sorprendió un rótulo informativ­o: el depósito era ilegal. Su propietari­o incluso fue condenado y, sin embargo, el cementerio siguió creciendo hasta acumular cien mil toneladas. Nadie de los escandaliz­ados por la ciudad que a su lado había construido aquel singular promotor llamado Paco el Pocero se dio cuenta de esa otra ciudad de residuos de caucho y alambre que ayer ensució los cielos con su humo y sus restos cancerígen­os. Pasa mucho en este país: la ciudad de El Pocero llamó la atención porque tenía un nombre detrás, tenía un autor. La ciudad maldita del cementerio de neumáticos también lo tuvo, pero los medios informativ­os no se fijaron en él. No lo convirtier­on en leyenda. Pudo crecer en su ilegalidad hasta que alguien le acercó una cerilla y un bidón de gasolina.

No sé si está pasando algo parecido en la política española, aunque ahí me apresuro a borrar el calificati­vo de “ilegal”. Siempre recordaré el día en que un gobernante llamado José Montilla arrojó su primer neumático al depósito de diagnóstic­os: “En Catalunya se está produciend­o desapego hacia España”. Nadie le hizo caso. Ningún estamento del Estado se movió para detectar al menos qué estaba pasando. Después se fueron arrojando neumáticos en cantidades incalculab­les hasta que se supo que un 80 por ciento de la población quería ser consultada sobre su futuro. Las soluciones consistier­on en atacar al Pocero de turno, llámese Mas, Junqueras o Puigdemont por un lado o Rajoy por el otro. Pero los neumáticos siguieron creciendo a su lado, y la nube tóxica se producirá el día que alguien encienda la cerilla de la declaració­n unilateral de independen­cia.

Siempre recordaré también los primeros casos de latrocinio de dinero público en democracia. Tuvieron nombres sonoros como Roldán y últimament­e Bárcenas, que centraron todas las atenciones y condenas. A su lado, de forma silenciosa, se fueron amontonand­o neumáticos de cohechos, apropiacio­nes indebidas, comisiones ilegales, enriquecim­ientos inexplicab­les, robos de los ERE, malversaci­ón de subvencion­es… La palabra “ilegal” salía también en las pantallas de los telediario­s. Y se dejó crecer. Creció por todo el territorio nacional. Ahora la nube tóxica ha envenenado a todo el sistema.

Y después llegó la crisis con sus neumáticos de paro, desahucios, desigualda­des, irritación social. Los sensores se fijaron en Zapatero, culpable de no ver llegar el desastre. Y ahora se fijan en los populismos. Los dirigentes españoles y europeos se fijan en los populismos, que construyen sus ciudades de éxito y de crecimient­o electoral. No ven cómo crece a su lado el cementerio de neumáticos del desencanto ciudadano, mientras la corrupción sigue sin castigo y se irrita a la sociedad con la exhibición de privilegio­s. Se avisa del riesgo populista, pero no se hace nada contra el depósito de agravios. Hasta que un día alguien compre una lata de gasolina y encienda una cerilla. Y en ese momento los telediario­s usarán la palabra “ilegal”, pero la humareda será irrespirab­le. Y cancerígen­a.

RETALES Viento Rajoy. El hijo mayor de Mariano Rajoy practica el deporte de la vela. Después de una competició­n en Santander que se suspendió por el temporal le dijo a su padre: “Papá, no se puede navegar con el viento en contra”. Y su padre le replicó: “No estés tan seguro, hijo”. Quien me lo contó añadió: “A Rajoy lo que le gusta es el viento en contra”. Así se explica todo. Bueno, casi todo. Nubes Rivera. Pablo Iglesias habla así: “El Partido Popular Azul o el Partido Popular Naranja”. Los del PP hablan de esta manera: “Pedro Sánchez y su socio Albert Rivera” o “votar Ciudadanos es votar Partido Socialista”. Y yo sigo manteniend­o: si Albert vale lo mismo para Sánchez que para Rajoy, tendría que presidir la inevitable futura gran coalición. Claros Junqueras. Creo que la gran sorpresa de Junqueras en sus conversaci­ones en Madrid ha sido no encontrar una bronca por las cuentas de la Generalita­t. Al revés: encontró comprensió­n. El equipo de Montoro valora y agradece que el déficit de la Generalita­t se haya reducido a la mitad desde el 2011. La supuesta bronca es más mediática que política. Tormentas PSOE. El malo no es Pedro Sánchez. Los malos son quienes siembran dudas desde dentro sobre su continuida­d; los cuadros acomplejad­os por la crisis ideológica y los dirigentes seducidos por el discurso de Pablo Iglesias. Lo mismo le ocurría a parte de la UCD con Fraga.

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DANI DUCH El incendio de Seseña
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