El tacto es el único sentido
La ignorancia es atrevida. De la lectura de un magnífico reportaje en The New Yorker (Feel Me. What the new science of touch says about ourselves) extraje la precipitada conclusión de que, en realidad, el tacto es el único sentido. El ojo sólo es la punta de un dedo sensible a la luz. ¿Las orejas? Piel sensible a la vibración de las ondas. La nariz es la parte de piel que reacciona en las partículas microscópicas que circulan por el aire. Y el gusto, ¡ni siquiera hay que explicar por qué se lo debe todo al tacto!
La evolución de las interfaces, la aparición de las pantallas táctiles, ha multiplicado exponencialmente los estudios sobre como funciona el sentido hasta ahora menos estudiado de todos. Todavía no estamos en esta dimensión, pero dicen que pronto serán tan habituales las operaciones quirúrgicas a distancia como las relaciones sexuales con máquinas que sabrán cómo tratar nuestros cuerpos. ¡Finalmente, el joystick (o palo de alegría) podrá cumplir con lo que su nombre prometía!
No sólo los consumidores compulsivos de videojuegos, también los deportistas y los artistas, saben que para incidir en la realidad exterior hace falta depurar una técnica y dominar el instrumento con el que la trabajas. La relación con la pelota, el teclado, el pincel y la guitarra puede ser obsesiva. En el breve periodo que practiqué tenis, por ejemplo, recuerdo hacer absurdos drives al aire, con la mano desnuda, para reproducir mentalmente el impacto entre las cuerdas de la raqueta y la bola. La repetición del movimiento te permite desarrollar una sensibilidad muy precisa que te ayuda a relacionar la manera de empuñar la raqueta y el movimiento del antebrazo con una trayectoria concreta de la pelota.
El tacto es poderosísimo. Había botas
Aunque no ganemos esta Champions seguimos siendo el mejor club del mundo porque hemos construido un modelo
de fútbol y presiones en la pelota con las que eras un cero a la izquierda y otras con las que eras un crack. De la misma manera, hay grosores de papel que ofrecen una peculiar resistencia al deslizamiento del bolígrafo y de eso depende que hagamos una muy buena o una muy mala letra.
Aunque no ganemos esta Champions seguimos siendo el mejor club del mundo porque hemos construido un modelo de juego en torno a la pelota, del toque de pelota, de aquello que antes llamábamos técnica y ahora, no sé a santo de qué, le llaman talento o calidad. Queremos jugadores técnicos, que hayan desarrollado un sentido superior del tacto. Y tenemos los mejores. Para controlar los melones que le llegan a Iniesta con un solo toque, se necesita mucho. Para conducir la pelota como lo hace Messi, a gran velocidad pero sin alejarla nunca del pie, se tiene que ser un fuera de serie. Entre muchas otras cosas, es por esta apuesta, y por la sublimación del juego que nos ha ofrecido en muchos partidos, que este equipo hoy merece ganar la Liga.