Mal tiempo y buena cara
Ala espera del 26-J, los Reyes han decidido salir a la calle. Los cuatro meses de la fallida legislatura no les han beneficiado por más que don Felipe haya aprendido una gran lección: no conviene fiarse de los políticos. La Corona, moviéndose siempre en un estrechísimo margen entre los unos y los otros, tiene que echar mano de la imaginación para centrarse en lo que es propio: la gente. Cuando hace unos días, en Yuste una abuela le puso ante la cruda realidad de una juventud sin perspectivas laborales, el Rey le contestó. “Yo llego donde llego”. Una respuesta incorrecta en aras a la corrección política. El Rey podría llegar más lejos, al menos en su poder taumatúrgico, pero está demasiado ligado, por no decir atado, a la clase política, no porque se ponga de parte de uno o del otro, que no es así, sino porque desde el ayuntamiento más pequeño hasta el gobierno más grande se empeñan en no dejarlo ir por libre. Vale, la Constitución marca que todos los actos del monarca deben estar refrendados por el Gobierno y de ahí se deriva que en casi todas sus actividades el Rey debe estar acompañado por un ministro de jornada, que sinceramente suena muy antiguo. De la letra constitucional se desprende que el Rey precisa de un representante del Gobierno para que sancione o tutele sus actos, pero su presencia física solo se entiende cuando se trata de un acto de alto rango institucional, tipo apertura del año judicial o un viaje de Estado. La presencia de otras autoridades, ya sean presidentes de comunidad o alcaldes, cuando los Reyes están fuera de Madrid, tiene su lógica pero no que estén siempre pegados a ellos, alimentándose de su foco y, en la mayoría de los casos, chupando rueda. Resulta imposible hacer una foto sin que los Reyes aparezcan rodeados de las autoridades competentes y lo mismo sucede cuando acuden a un acto en alguna gran empresa, cuyos directivos se les pegan como lapas. Finalmente, el Rey se debe más a la abuela que le pidió que hiciera algo para que los jóvenes tuvieran trabajo que al empresario que aprovecha la presencia de los Reyes en su negocio para hacerse publicidad o un lavado de cara. Los tiempos no son buenos pero la Corona está al servicio de los ciudadanos y debe intentar que la clase política y los partidos opaquen su labor. El miércoles los Reyes visitarán Tomelloso y Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), en plena ruta del Quijote, cuyos ayuntamientos están regidos por alcaldes del PSOE. Para no molestar, los Reyes completarán la visita a Castilla-La Mancha en Talavera de la Reina (Toledo), ubicada a más de 200 kilómetros de la ruta cervantina pero, eso sí, con un alcalde del PP. Así todos contentos, menos El Quijote y Sancho Panza. la visita a la Ciudad Prohibida, en la primera ocasión, y en las escaleras de un museo, en la segunda, aún resuenan en Pekín. Groseros es un calificativo suave, aunque quizá cuando viajan al extranjero los funcionarios chinos no son tan brutos como cuando están en casa.